Mientras la banda caraqueña prepara su próximo disco, ofrecerá un par de shows en el Anfiteatro de El Hatillo, acompañada por invitados como el cuatrista Jorge Glem
Desde 1989 hasta la actualidad, los Caramelos de Cianuro han cambiado de piel muchas veces. Ya están a punto de mutar nuevamente y adoptar nuevos colores. Pero antes, en un paréntesis del proceso de realización de lo que será su octavo álbum, ofrecerán dos funciones de un espectáculo poco convencional –para ellos– en el remozado Anfiteatro de El Hatillo. “No se nos da la oportunidad de tocar así a menudo”, dice Asier Cazalis, vocalista de la banda, acerca del lugar con capacidad de 600 personas, en el que actuarán mañana y el domingo: “Siempre se nos dan las ferias y sitios grandes. Esto nos permite probar nuevas cosas y reinterpretar nuestros temas”.
Músicos nuevos
Al cuarteto lo acompañarán otros músicos. A la mayoría de los nombres han tratado de mantenerla en secreto, pero se sabe que participará el tecladista Félix Carmona. También, que tocará el cuatrista Jorge Glem, miembro de C4 Trío e instrumentista con el que compartieron en el espectáculo Rock & MAU.
Hacía tiempo que la agrupación no ofrecía conciertos en Caracas, su cuna. Su álbum más reciente –homónimo– fue lanzado en 2010 y se distribuyó en un primer momento en forma de código de barras a través de botellas de Pepsi. De allí se desprendieron sencillos como “La casa” y “Rubia sol, morena luna”, que penetraron en emisoras radiales y les permitieron mantener un ritmo aceptable de presentaciones en directo. La agrupación formada por los fundadores Cazalis y Miguel “el Enano” González (guitarra), con Pavel Tello (bajo eléctrico) y Darío Adames (batería), quienes la integran desde la década pasada, volverá al estudio próximamente. “Lo más importante es que empezamos a escribir”, confiesa Cazalis entre risas: “Me cuesta mucho pasar del modo de una banda que gira y que toca en vivo a una que está escribiendo canciones. Son dos estados mentales distintos”. Además, aprovecha para reflexionar sobre su oficio: “Me parece que es importante la sensación. A veces se usan groserías, humor, parábolas, metáforas, lo necesario para que la gente se divierta. Si alguien se toma el tiempo de escuchar un tema, más vale hacer que esos cinco minutos valgan la pena. Prefiero que digan que me odian a que no les dé ni frío ni calor. Que me acepten con mis desperfectos”. El vocalista cree que se necesita suerte para que una banda permanezca más de 20 años conectándose con audiencias, pero dice: “Se trata de ver hacia adelante y no sentirse cómodo con lo logrado. Me gusta hacer conciertos, grabar discos y escribir canciones, y también retarme a mí mismo y al grupo. Muchos, con el tiempo, entran en un estado de complacencia. Nosotros no”.
Agencias