Un conocido en el Alto Gobierno me confió en una ocasión que el desarme de los “colectivos” que se autodenominan chavistas no se dará nunca, porque cada grupo irregular “tiene un padrino” en el poder. Con el corazón en la mano, quisiera que el presidente Maduro me desmintiera…
Tenía 35 años. Hace una semana, el cuerpo sin vida de Jesús Pérez ingresó a la morgue de Bello Monte con ocho impactos de bala. Horas antes de ser asesinado, ese sábado a las nueve de la noche, estaba en Altavista, en Catia, frente a la casa de su mamá conversando con unos amigos.
Jesús no sabía que esos instantes eran los últimos con vida.
Un jeep blanco, chasis largo, sin placas frena súbitamente frente al grupo. De allí se bajan, como si se tratase de un operativo policial, ocho sujetos encapuchados, con armas largas y cortas, someten a Jesús y lo obligan a subirse al vehículo. Con fusiles y pistolas nueve milímetros apuntándoles la cara, nadie pudo defender a Jesús.
Así comenzó el desesperante peregrinaje de familiares y allegados en busca del comerciante que de vez en cuando laboraba como mototaxista. No había respuestas en hospitales y sedes policiales, hasta que el trágico presentimiento se hizo cruel realidad: a las dos de la mañana de hace una semana, el cadáver de Jesús había ingresado a la morgue de Bello Monte, después de ser hallado en la autopista Francisco Fajardo, a la altura de El Paraíso.
La ley del miedo se impone, nadie denuncia al “colectivo” que asesinó a Jesús porque todos temen que su vida también termine en cualquier cuneta de Caracas, con ocho o más tiros en su humanidad.
Impunidad armada
Hasta los cuerpos de seguridad del Estado conocen los nombres de la pila de malandros que bajo la figura de “colectivo” se unen para asesinar, secuestrar, traficar drogas. invadir y extorsionar. Exhibiendo sus armas con absoluta impunidad mantienen bajo zozobra, no sólo a vecinos de Altavista, sino también a los de Los Frailes de Catia, Lídice, Manicomio, Ruperto Lugo, La Pastora, Los Mecedores y por supuesto, a los del 23 de Enero, entre otras zonas.
Como es público y notorio, estos grupos criminales disponen de motos oficiales, chalecos antibalas, fusiles tan sofisticados y costosos como R-15 y en algunos casos portan identificaciones policiales.
Un diputado chavista como Robert Serra comparte con Valentín Santana –acusado de homicidios y líder del colectivo La Piedrita-, a quien el mismísimo Hugo Chávez mandó a meter preso hace cuatro años y aquí no pasa nada… ¿se habrá enterado la fiscal general de la República, Luisa Ortega Díaz, de este caso?
La ley del miedo se impone, nadie denuncia al “colectivo” que asesinó a Jesús porque todos temen que su vida también termine en cualquier cuneta de Caracas, con ocho o más tiros en su humanidad
Hueca palabrería oficial
La firma que el presidente Nicolás Maduro hizo de la Ley Desarme, parece un acto destinado más bien a crear una sensación de lucha contra la violencia que un genuino combate a la delincuencia.
En la red social Twitter se convirtió en tendencia una expresión que suscribo plenamente: “Cuando Maduro desarme a los colectivos, creeré en la Ley Desarme”. Y reitero que me identifico con ese mensaje, porque al comenzar a analizar, por ejemplo, el tema de las invasiones a edificios que se han ejecutado principalmente en Altagracia, La Candelaria y San Bernandino, la mano de los “colectivos” está metida. Los inmuebles tomados a la fuerza se han convertido en guaridas inexpugnables para los cuerpos de seguridad, donde asesinos, secuestradores, traficantes y extorsionadores se “enconchan”… ¿acaso eso no lo saben Nicolás Maduro y sus ministros del área de seguridad y “paz”?
Un conocido en el Alto Gobierno me confió en una ocasión que el desarme de los “colectivos” que se autodenominan chavistas no se dará nunca, porque cada grupo irregular “tiene un padrino” en el poder. Con el corazón en la mano, quisiera que el presidente Maduro me desmintiera y que no venga otro Jesús Pérez -que puede ser cualquiera de nosotros que andamos sin escoltas- a ser acribillado, como ocurrió hace tan solo una semana.
Los “colectivos” no van a entregar sus armas de forma voluntaria. Probablemente hablen de paz y del país de fantasía para montar un show en el que den chopos y revólveres viejos para decir que se “desarmaron”, tal como ocurrió durante los primeros años de Gobierno de Hugo Chávez, pero su mortífero arsenal lo van a ocultar.
Espero como ciudadano de esta Venezuela en luto constante por culpa de la delincuencia, que el presidente Maduro –cuando haga escala en nuestro país después de algunos de sus viajes -, no limite su acción a la palabrería, que como jefe de Estado encare con acciones el combate a estas milicias armadas que tiene a tres minutos del Palacio de Miraflores.
PURA PAJA
El 5 de octubre de 2011 se publicó en la Gaceta Oficial el Reglamento Parcial de la Ley de Transporte Terrestre sobre el uso y circulación de motocicletas en la red vial nacional y de mototaxis, instrumento legal que es letra muerta, nunca se aplicó. Allí se prohíbe la circulación entre canales, entre otras normativas que buscan restringir la anarquía que impera en las vías… ¿pasará lo mismo con la Ley Desarme?NO SON TODOS
Colectivos honestos y trabajadores sí hay en el 23 de Enero y otras parroquias que se dedican a labores culturales y deportivas para rescatar a la juventud de la violencia. Sin embargo, también están los otros, los “colectivo” –en minúsculas y entre comillas- integrados por delincuentes que usurpan esa denominación que expresa compromiso y solidaridad social.VIOLENCIA EN LA UCV
Los “colectivos” violentos tienen sus células enquistadas en la Universidad Central de Venezuela. Poseen armas, bombas lacrimógenas -¿quién se las proporciona?- y motos de alta cilindrada. Sus integrantes siembran el terror en la máxima casa de estudios del país y paradójicamente, la autonomía universitaria se ha convertido en la excusa del Gobierno para que la impunidad siga imperando
SIN RODEOS
Richard Sanz
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