Posiblemente muchos lectores jóvenes, nacidos en la década de los ochenta, no sabrán o no recordarán aquellos tiempos en que veíamos la imagen de la televisión sólo en blanco y negro. Evidentemente, este hecho impedía disfrutar de la infinita gama de colores y matices que los seres humanos podemos apreciar en una imagen.
Aunque existen las más “variopintas” teorías sobre cuántos colores distingue el ojo humano, se estima que una persona promedio puede percibir un millón de variaciones cromáticas. Pero siendo un poco más específico ¿y conservador?, tomaré los datos de la teoría ocular del científico inglés Thomas Young (1773-1829), que indican que las células sensibles al color (conos), ubicadas en la retina, pueden identificar cerca de cien graduaciones distintas de azul, verde y rojo.
Hoy, la televisión a color permite aprovechar esa inmensa capacidad de distinguir la riqueza cromática del color de la vida, en las imágenes que nos llegan a través del televisor. Imaginémonos por un segundo volver atrás, ver solo tv en blanco y negro.
Pues bien, esto es lo que pasa en la política y el periodismo (con las excepciones de regla) en Venezuela. Ambos quehaceres, vitales de una sociedad, han involucionado a los tiempos de la televisión en blanco negro. La radicalización política impide que seamos capaces de ver las variaciones y graduaciones de los colores que existen en la interpretación de lo que ocurre en el país.
Así las cosas, mientras la Sony, LG, Samsung, Panasonic, entre otras marcas de televisión, ofrecen reproducirnos de la manera más real y natural los colores, incorporando dispositivos y software que limpian y refinan las imágenes, obteniendo resultados con detalles más naturales, colores más ricos y mayor contraste; en la política venezolana seguimos con una visión en blanco y negro, casi llegamos al cine mundo, sin menospreciar a la significancia de lo que fue Chaplin y esta modalidad de cine en su fase inicial.
Ciertamente, las realidades intangibles, entiéndase procesos humanos, sociales, culturales, sicológicos, económicos, son hartamente complejos, por lo que interpretarlos desde múltiples ópticas, desde diferentes ángulos, exige un titánico esfuerzo intelectual, y ello se traduce en requerimiento de tiempo extra.
Sin embargo, es la única manera de evolucionar hacia el color en la política, salir del insulso blanco y negro, escapar del simplismo y el reduccionismo conceptual, a fin de crecer intelectualmente como pueblo, como sociedad, como país.
Miguel Pérez Abad