«Los hijos de Bolívar no tememos al Imperio. Hemos decidido entregarle el asilo político al joven Edward Snowden a nombre de la Venezuela de la dignidad». Así justificó el presidente Nicolás Maduro el ofrecimiento de refugio al exanalista de inteligencia reclamado por EE.UU. por cargos de espionaje.
Con su encendida retórica antiimperialista heredada de su antecesor, Hugo Chávez, Maduro se ha erigido en uno de los protagonistas del caso del exanalista de inteligencia estadounidense al brindarle acogida al responsable de la considerada mayor filtración de información secreta.
Mientras EE.UU. advierte de serias consecuencias en sus relaciones con los países que osen acoger a Snowden, el gobernante venezolano no duda en desafiar a la Casa Blanca: «Estados Unidos no gobierna el Mundo», afirma Maduro.
La iniciativa de Maduro está, sin duda, íntimamente relacionada con los problemas que sufrió su aliado Evo Morales, presidente de Bolivia, tras lo cual llegó su reacción. Hasta entonces, su actitud había sido más o menos tibia. Tras eso, el gobierno venezolano se ha escudado en el imperativo moral de dar cobijo a alguien que consideran injustamente perseguido. Sin embargo, cabe preguntarse, políticamente, qué gana Maduro con su actitud.
¿Líder regional?
Aunque todavía no ha quedado claro si Snowden aceptará ir a Venezuela o si, de hacerlo, podrá llegar a Caracas vistos los problemas que tuvo el presidente Morales, lo cierto es que con el mero ofrecimiento ya ha rendido titulares a Maduro.
Desde los tiempos de Chávez, Venezuela apostó en su política internacional por un «mundo multipolar» y por la integración regional con un discurso marcadamente antiestadounidense. Y el difunto mandatario era el indiscutible líder de esas políticas en la región latinoamericana.
Al fallecer el mandatario y dando muchos por sentado que Maduro carecía de su enorme carisma, las miradas se volvieron hacia el ecuatoriano Rafael Correa como el que tomaría el testigo.
«Decían que Correa era el líder regional, el sucesor verdadero de Chávez. Pero en esto de Snowden se echó atrás y Maduro ocupó su espacio. Eso le da más alto perfil y lo hace aparecer como el sucesor regional de Chávez», le dice a BBC Mundo David Smilde, sociólogo estadounidense de la Universidad de Georgia especializado en Venezuela.
Sin embargo, el politólogo y profesor universitario John Magdaleno ve improbable que el gobierno venezolano esté apostando por este elemento dando acogida a Snowden. «Más sólido me parecería evaluar el desempeño de Maduro al frente de la presidencia pro-témpore de Mercosur. Eso me parece de mayor interés para evaluar si es que tiene deseos de protagonismo regional», opina Magdaleno, en conversación con BBC Mundo.
En una línea parecida se expresa Michael Shifter, presidente del centro de estudios Diálogo Interamericano, con sede en Washington, quien aunque considera que Maduro busca apoyo regional en este caso «falta mucho para ocupar el lugar de Chávez o Correa».
«No es suficiente para lograr el liderazgo regional del bloque antiestadounidense. Es un paso con efecto, pero mínimo, no muy grande», le comenta Shifter a BBC Mundo.
«Antiestadounidense» calculado
El caso vendrá a agriar las relaciones con EE.UU., precisamente en un momento en que observadores y analistas coincidían en que se estaban dando visos de mejoría después de que se reunieron en Guatemala los cancilleres Elías Jaua y John Kerry.
Según Shifter, lo que vuelve a hacer en este caso el gobierno venezolano es poner en una balanza los perjuicios y los beneficios de desafiar a Washington. «Maduro calcula que en este caso, puede sacar más del desafío», comenta.
Ese acercamiento, no hay que olvidar, se produjo en un momento en que estaba muy presente en la agenda la protesta opositora contra el resultado de las elecciones presidenciales de abril. «Con el acercamiento buscaban la regularización de las relaciones y el reconocimiento tácito de la legitimidad de Maduro después de la discusión que hubo con los resultados electorales», opina Magdaleno.
El candidato opositor, Henrique Capriles, basó su estrategia contra lo que consideró un fraude electoral en agotar las instancias judiciales internas y también acudir a organismos internacionales.
A finales de mayo, Capriles fue recibido por el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, provocando una airada reacción de Maduro. El gobierno, entonces, buscó una especie de contraataque internacional para neutralizar la estrategia opositora de cara a asentar su imagen de legitimidad en foros internacionales.
«Buscaba triangular a Capriles. Al Maduro acercarse a EE.UU., hizo más difícil que también lo hiciera el líder opositor. En términos políticos fue muy importante en ese momento», opina Smilde. Sin embargo, apunta el analista, desde entonces, la estrategia internacional del líder opositor ha perdido fuelle cercenada por hechos como la negativa a reunirse con él del presidente mexicano.
Además, la gira de Maduro por Europa y su visita al Papa han hecho que, en clave de apariencia de legitimidad desde el punto de vista internacional, las aguas bajen más calmadas, con lo que la necesidad de mejorar las relaciones con Washington ha caído en la lista de prioridades.
Las computadoras y la información
«EE.UU. entró en fase de locura. ¿Qué sabrá este joven Snowden que ha ocasionado la locura histérica de la élite que gobierna EE.UU. contra todos los países del mundo?», dijo Maduro durante uno de sus frecuentes discursos.
Y es que, efectivamente, se supone que Snowden sabe mucho más de lo que ha sido publicado, como han comentado los medios de comunicación con los que ha colaborado en las filtraciones.
Para el profesor John Magdaleno, la «jugada es suficientemente obvia». «Se trata de un exagente de la CIA, alguien con información valiosa considerada delicada por el gobierno estadounidense y el gobierno venezolano, que se ha declarado en múltiples oportunidades ‘antiimperialista’, por supuesto estaría viendo obtener esa información».
Según Magdaleno, entonces «el presidente Maduro podría estar pensando en obtener información acerca del funcionamiento de los organismos de inteligencia de EE.UU.». Con esa información, considera el analista, el gobierno de Maduro buscaría en un futuro estar en disposición de «disuadir a EE.UU. en un momento determinado» o datos que «permitan provocar una ulterior negociación».
«Eso es una herramienta usual en política internacional», agrega.
¿Cortina de humo?
Otra arista de la que se habla es de cómo el asunto eclipsa, al menos en los medios de comunicación, los problemas internos de los venezolanos. Mientras los titulares los acaparaba el caso Snowden, por ejemplo, pasó relativamente desapercibido el reporte de inflación del Banco Central, que calcula en cerca de un 40% el aumento de precios de los últimos 12 meses.
«Es más importante Snowden que nuestro pueblo. Son tan irresponsables que ponen en riesgo la situación económica del país», se quejó el opositor Capriles. Para Smilde, Maduro busca naturalmente llevar la agenda política a su terreno, que es lo internacional por su experiencia de seis años como ministro de Relaciones Exteriores.
«No tiene experiencia extensiva en asuntos internos y desde que está en el poder, sus problemas son la economía e inseguridad, pero sigue haciendo todos los viajes internacionales que puede», afirma el analista.
Maduro hizo una gira por el Cono Sur, después acudió a Italia y Portugal. «Esto es otra cosa que hace que la atención se centre en lo internacional», agrega. Sin embargo, el profesor Magdaleno considera que «eso dura muy poco». «Si hubiera la intención de distraer a la opinión pública de los grandes temas, eso dura muy poco», comenta.
Más líder del chavismo
Desde antes incluso de que falleciera el presidente Chávez, sobre todo desde la oposición, se ha venido hablando de la complejidad de fuerzas que el histórico mandatario fue capaz de aglutinar a su alrededor.
En ese sentido, se habló de disputas internas a la hora de hacerse con el puesto de sucesor de Chávez y se sigue hablando de tensiones entre presuntas facciones, aunque de puertas para afuera lo que escenifican es todo lo contrario: unidad.
Para Smilde, el erigirse como el salvador de Snowden y la posición en que queda Maduro de cara a sus aliados le servirá para consolidarse. «Dentro de su coalición hay muchas dudas sobre su capacidad. Ha habido muchas dudas de que él sea el sucesor apropiado de Chávez. Esto lo pone en el tapete mundial y lo muestra como líder regional», opina el analista.
Smilde considera que esta «estatura» que consigue hace que dentro de las diferentes alianzas que conforman el chavismo servirá para asentar a Maduro en el poder. Coincide Michael Shifter, para quien en el corto plazo, el efecto fundamental es en mostrarse digno sucesor de Chávez de cara a sus propias bases.
«Desafiando a Washington, Maduro muestra su lealtad a las prácticas de Chávez y busca consolidar su apoyo con sus bases. Su posición interna sigue siendo débil y su cálculo debe ser que esto ayuda en alguna medida», opina Shifter.