La revista en línea Limping Chicken («Pollo que Cojea»), dedicada a la comunidad sorda británica, publicó recientemente un artículo sobre las diferencias entre los estornudos de personas sordas y oyentes.
La pieza, firmada por el periodista parcialmente sordo Charlie Swinbourne, destaca el hecho de que las personas sordas no hacen «achís» al estornudar, mientras que las personas oyentes parecen hacerlo todo el tiempo. Es más, colocó a este sonido entre su cómica lista «Los 10 Principales Hábitos Fastidiosos de las Personas Oyentes».
El sonido «achís» ni siquiera es universal (es propio del castellano; en inglés es «achoo»). Los franceses estornudan con «atchoum», los japoneses con «hakashun» y en Filipinas gritan «ha-ching». Y en portugués, dicen «atchim».
El usar palabras en los estornudos, así como responder con -por ejemplo- un «salud», son hábitos culturales adquiridos. Así que no sorprende que los sordos británicos, especialmente los que usan lengua de señas (lo mismo ha de suceder con sordos de otras partes del mundo), no se preocupen por agregar la palabra «achoo» a este acto tan natural.
Para la gente sorda, «un estornudo es lo que debe ser… algo que simplemente sucede», dice Swinbourne en su artículo. Hasta intenta describir cómo suena un estornudo sordo: «(Hay) una respiración profunda cuando ocurre la inspiración previa al estornudo, seguido por un sonido más nítido, veloz, cuando el aire es liberado».
La risa no se puede detener
Hay muy poca investigación en torno al estornudo sordo, pero sí se ha hecho un estudio sobre la risa en las personas sordas.
¿Suenan distintas las risas de los sordos que las de los oyentes? En el trabajo «Risa en Sordos que usan Lengua de Señas», la carcajada o risilla sorda se describe como «obvia y fácil de identificar» pero «más variada que la típica risa de las personas oyentes».
En diálogo con Ouch, Bencie Woll, directora del Centro de Investigación sobre Cognición y Lenguaje Sordo en el University College London, llama a este tipo de acciones «sonidos vegetativos». Ella dice que podemos modificar el sonido, pero no podemos detenerlo.
«Cuando reímos no estamos tratando de hacer ‘ja, ja’. Es simplemente el sonido que nos sale, como resultado de los cambios que hacemos en nuestra garganta. La influencia que tenemos sobre nuestro estornudo y risa nos permite suavizarlos o hacerlos más fuertes, dependiendo de lo que se sienta socialmente apropiado», explica.