Un corazón humilde
En el libro de Proverbios capítulo 16, versículo 18, leemos lo siguiente: “Al orgullo le sigue la destrucción, a la altanería el fracaso” y en el capítulo 11, versículo 2, se nos asegura que: “Con el orgullo viene el oprobio, con la humildad la sabiduría”.
La historia de la humanidad está llena de ejemplos de personas, que por su falta de humildad y a pesar de tener riquezas, fama o poder, fueron infelices y llegaron al final de sus vidas completamente solas, aunque tenían mucha gente su alrededor.
Jesucristo, el Hijo de Dios, el Rey de Reyes y Señor de Señores, Dios encarnado, nos dejó la mayor muestra de un corazón que no albergó ningún tipo de orgullo.
Pablo nos dice en el libro de Filipenses, capítulo 2, versículos 5 al 8: “La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús. Quien siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a que aferrarse, por el contrario, se rebajó voluntariamente tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz”
Un corazón humilde es sensible al dolor del prójimo, es incapaz de hacer daño, ni de palabras, ni de obras y lo más importante, es que es capaz de reconocer ante Dios, que sólo depende de Él, no de su inteligencia, fuerza, poder o riquezas.
Cuando dejamos a un lado el orgullo y nos presentamos ante Nuestro Señor tal como somos, Él que nos ama y no ve nuestros defectos, nos tiende sus brazos para recibirnos sin condiciones.
El cristianismo no es una religión sino un estilo de vida con Jesucristo como nuestro Señor y Salvador.
Dios te bendiga y te guarde. Hasta el próximo encuentro con La Palabra de Dios
Lic. Beatriz Martínez (CNP 988)
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