La comunidad de la parte alta del barrio La Alcabala, entrada al sector San José, despertó muy temprano este domingo. Entre los vecinos se corrió el llamado de alerta para que salieran a la calle a ser testigos de la tragedia
A tan solo diez días del lamentable hecho que involucró a diez efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana, en la muerte de una mujer y su hija en el estado Falcón durante presunta una confusión, un nuevo episodio desata conmoción colectiva por la muerte de un joven aparentemente inocente a manos de uniformados.
Desde la tragedia
La comunidad de la parte alta del barrio La Alcabala, entrada al sector San José, despertó muy temprano este domingo. Entre los vecinos se corrió el llamado de alerta para que salieran a la calle a ser testigos de la tragedia.
En la calle, a solo 200 metros del módulo policial de la GNB, yacía tendido el cadáver de Edwin Moises Rivera Calderón, de 20 años de edad, mototaxista de la línea «La Callecita», cuya parada se encuentra en el puente de La Urbina. Un disparo de fusil lo impacto por la espalda y salió por el tórax, cegando su vida al instante.
Junto al cuerpo de Rivera, quedó la motocicleta Empire roja que conducía, cuando a las 5:00 de la mañana de ayer, regresaba de una fiesta infantil a la que asistió con sus amigos en el barrio 5 de Julio, en Petare. Trás el, en una especie de caravana, había otros compañeros, alguno de ellos servirán de testigos para esclarecer el hecho.
Regresaba a casa
Un amigo de la víctima que por temor no ofreció su nombre dijo que Edwin encabezaba el grupo que a esa hora retornaba a casa. El testigo dijo que iba en un carro trás Rivera cuando el motorizado fue detenido por la alcabala de uniformados que habitualmente instala un punto de control en ese lugar. «Vimos que lo pararon pero como le estaban pidiendo los papeles y él tenía todo en regla seguimos. Algunos ibamos a buscar nuestras motos que las dejamos guardadas más arriba. Cuando venía bajando en mi moto fue mi sorpresa que lo vi ahí tirado», comentó.
Una joven que vió a caer a su amigo ensangrentado tuvo una visión más próxima del crimen. Contó a la policía que los guardias le pidieron los papeles al muchacho y este los presentó. Luego de revisar los documentos, el efectivo se los regresó, pero de pronto distrajo su atención por otro motorizado que venía subiendo.
Los amigos de Rivera dijeron que ya el oficial le había permitido marcharse y por esta razón, la víctima arrancó. Sin embargo, la versión de los guardias indica que Edwin Rivera intentó huir cuando lo tenían retenido en el sitio. De cualquier forma, en esa extraña situación se produjo la detonación que le produjo la muerte.
Aseguran testigos que al ver caer al muchacho muerto, el uniformado que disparó se acercó y alzo los brazos sorprendido. Algunos contaron que el muchacho lloró diciendo que lo había matado y que lo había hecho «sin culpa». Ante la muerte, los amigos del mototaxista corrieron por las casas llamando a los vecinos, algunos amigos, quienes tomaron la calle exigiendo justicia.
La historia de Edwin
Edwin Rivera era segundo de tres hermanos. Su familia reside en el sector La Cruz del barrio Maca, pero él vivía alquilado en una casa de familia en La Alcabala, donde dormía Maria Rincón, cuando fue despertada por los gritos de una muchacha que desde la calle llamaba a gritos a su sobrino para que saliera, «porque Edwin estaba tirado allá fuera», dijo.
La mujer dijo que como él mototaxista vivía alquilado en su casa era muy amigo de su sobrino y de la familia. «Cuando escuché a esa muchacha gritando no lo podía creer. Salimos corriendo y al llegar, ahí lo vimos tirado. Yo no podía creer lo que veía. Así como asesinaron a ese niño, le asesinan un hijo a uno. Es un delito que un muchacho se tome una cerveza?, por qué todo muchacho que tenga una moto es un delincuente?», expresó.
María Rincón fue una de las mujeres más afectadas por la muerte de Edwin Rivera. Dijo sentirse consternada ante la «masacre de esos asesinos». Exigía a gritos justicia y condenaba el uso desproporcionado de la fuerza por parte de los militares. «No queremos esa módulo ahí. No queremos sino otro cuerpo policial pero a ellos no. Ese modulo se los pusieron allí para trabajar no para estar enamorando mujeres, para que cuiden el pueblo como dice muy bien en sus chalecos, Guardía del Pueblo?, cual pueblo?», se preguntó.
Destrozos al módulo
Fueron insesantes las denuncias que los vecinos hicieron en el sitio donde se produjo la muerte, mientras se sorteaban entre si el destino del módulo. Un grupo enardecido rayó las paredes del puesto de seguridad con inscripciones como «asesinos» y «perros», mientras varios hombres tomaron mandarrias y le produjeron algunos daños a la estructura.
La acción de los que pedían apoyo para derrivar el módulo tuvo resistencia por parte de representantes de la junta de vecinos y de los Consejos Comunales, quienes les llamaron al diálogo asegurando que el módulo era del pueblo y que nada solucionaban con eso. Alegaban que los responsables de la muerte ya estaban presos.
A tempranas horas, apenas se supo del asesinato, un grupo numeroso intentó prenderle fuego al mismo módulo, pero desistieron de la idea porque tenía casas muy próximas que podían quemarse.
Denunciaron abuso militar
En casa esquina, los habitantes de San José denunciaban los abusos que los guardias nacionales presuntamente cometían. «Cuando uno va a llamarlos porque necesita que intervengan te dicen, señora usted no duerme?, váyase a acostar más bien», contó María Rivero.
Yolimar Carcés, amiga del mototaxista, contó que hace una semana, ellos estaban en la calle conversando y los guardia del módulo los mandaron a recogerse en sus casas solo porque se estaban riendo. «Llamaron un contingente más grande y nos agredieron. A mi papá lo golpearon y a mi, uno me dio una patada», expresó.
Otros vecinos contaron sus testimonios aislados de como los uniformados presuntamente «matraqueaban» a los motorizados para quitarles dinero por cualquier motivo, a cambio de no detenerlos o decomisarles la moto. Incluso contaron que al propio Edwin Rivera, lo habían parado la semana pasada y lo tuvieron retenido en el sitio por varias horas. «Cómo que la tenían agarrada con él. No es por nada pero ese era un niño sano que no se metía con nadie. El rumbeaba y tomaba porque quién no rumbea en este barrio?, pero de ahí a ser malandro hay mucha diferencia», expresó una joven.
A las 8:00 de la mañana de ayer, comisiones del Cicpc levantaron el cuerpo del motorizado que fue trasladado a la morgue de Bello Monte. Alguno comandantes de la GN y la Guardia del Pueblo estuvieron presentes para conciliar con la comunidad y asegurarles que si se había cometido algún exceso, sobre los responsables caería todo el peso de la ley.
Extraoficialmente se conoció que el presunto responsable del disparo fue identificado como el sargento II, Edward Fernández González.
AA