El efecto para la salud mental del aislamiento forzoso puede ser devastador. ¿Qué técnicas pueden usar prisioneros y víctimas de secuestros para superar la dura experiencia?
«Nadie sabe que estás ahí, así que no eres nadie. Eres un cero». Durante muchos meses, Tabir estuvo aislado en una celda en el Norte de África, prisionero por sus opiniones políticas. Su cuarto no tenía una cama o un baño. El lugar era pequeño, sólo había una ventana a lo alto que dejaba entrar una luz débil.
Él recuerda los incontables largos días que pasó en completo silencio. Pero entonces, con el atardecer, y hasta el amanecer, podía escuchar las lamentaciones de las torturas a los otros prisioneros. Un sonido que le ofrecía cierto consuelo, pues era una confirmación de que seguía vivo en un mundo compartido con otra gente.
Juan Mendez, representante especial de las Naciones Unidas sobre tortura, define el aislamiento carcelario como un régimen en donde se mantienen aislados a los internos, viendo sólo a guardias, durante al menos 22 horas al día. Él ha hecho un llamado para que se prohíban las técnicas de encarcelamiento en esas condiciones a no ser que sea una circunstancia excepcional y –aun así- durante no más de 15 días.
Muchos prisioneros en centros de alta seguridad de Estados Unidos, conocidos como «supermax», se mantienen en aislamiento penitenciario durante décadas. El gobierno dice que estos prisioneros han probado ser demasiado violentos y no cooperativos como para estar en una celda normal y forman parte de bandas internas. En otras ocasiones están ahí para su propia protección.
Luz de neón
Al contrario de la celda de Tabir, en África del norte, las que hay en la Prisión Estatal Pelican Bay, de California, tienen luz fosforescente y camas. No tienen ventanas. Las habitaciones son un poco más grandes que una cama doble. Los prisioneros tienen 90 minutos de ejercicio al día. El resto del tiempo lo pasan mirando la puerta de hierro y las paredes de concreto -o mirando la televisión.
Si bien el lugar es cosméticamente diferente a los «huecos» donde se deja a los secuestrados o prisioneros como Tabir, los efectos de aislamiento son similares. «Algunas personas tienen una profunda e inmediata reacción negativa a ello», explica Craig Haney, profesor de psicología de la Universidad de California, Santa Cruz, quien ha estudiado el impacto del aislamiento carcelario en los presos de Pelican Bay.
«Para algunas personas hay algo aterrador en que lo pongan en un lugar donde están completamente solos, aislados de los demás y donde no puedes conectar con otra persona».
Aquellos internos que no están afectados por este «pánico al aislamiento» también pueden caer en una depresión y desesperanza a largo plazo. Entonces sitio pasa factura con la habilidad cognitiva, pues las habilidades intelectuales de los prisioneros empiezan a decaer. Pueden sufrir lapsos de memoria. En los casos más extremos, el prisionero podría sufrir incluso una ruptura completa.
«Hay casos de gente que literalmente se vuelve loca en aislamiento penitenciario, lo he visto pasar», cuenta Haney. «Ese es un caso extremo, cuando la identidad de alguien se daña tanto y está tan esencialmente destruida que es imposible para ellos reconstruirla».
Toma de control
Según David Alexander, experto en psiquiatría y trauma, lo primero que ellos deberían hacer es tomar el control de su espacio. Alexander es el principal consejero de Hostage UK, una organización que ayuda a las víctimas de secuestro.
Con frecuencia los rehenes están en condiciones similares a las de Tabir, sin baño ni un lugar para el aseo. «Es asqueroso, bueno, vamos a limpiarlo», señala Alexander. «No es un trabajo agradable. Empiezas quitando la suciedad en un extremo, designas una esquina para orinar, la orina se corre hacia abajo, así que no elijas el rincón de orinar en la esquina más alta de la habitación».
Él recomienda crear un «apartamento» dentro de la celda, que se mantenga lo más limpio posible. El experto también aconseja que los prisioneros se mantengan lo más limpios posibles. «Córtate las uñas con las uñas, si están rotas, rebájalas rascándolas en las paredes. Haz cada esfuerzo que puedas para mantener tu identidad, que es en parte física y en parte psicológica».
Sin comunicación durante días, con una pérdida completa de contacto con el mundo exterior, los rehenes y prisioneros algunas veces se preguntan si todavía existen.
Tabir pasó noches hablando o cantándose a si mismo para recuperar el sentido de su presencia física. Cuando estaba más desesperado, se descubrió buscandole pelea a los guardias. En el sistema de prisión estadounidense, a esto se le llama «extracción de la celda». Un prisionero se negará a cumplir órdenes, por ejemplo a aguantar su bandeja de comida mientras los guardias la retiran, y ocurrirá lo inevitable: cuatro o cinco oficiales armados entrarán para detenerlo a la fuerza. Puede ser brutal, pero es una forma de contacto humano.
Entumecimiento emocional
El día llegó en que la sorpresa fue que lo dejaban en libertad. Andre apenas reaccionó. «Quizás estaba muy metido en mi propio método de no sobre reaccionar». Muchos prisioneros que han salido del aislamiento forzoso descubren que no pueden quitarse una sensación de entumecimiento emocional. Es posible que tengan problemas para tener una relación y confiar en la pareja y amigos.
Con la libertad, los efectos pueden tomar una forma de trastorno post traumático: insomnio, ansiedad, sensibilidad al ruido, escenas retrospectivas y depresión. También hay patrones de conductas aprendidas, lo que se convierte en un obstáculo para los prisioneros que intentan reconstruir sus vidas fuera del perímetro de la cerca.
«En algunos casos trágicos y espeluznantes, algunas personas casi hacen una recreación literal de sus celdas», explica Craig Haney sobre ex reclusos de Pelican Bay. «Un hombre se negó a salir del baño durante un mes porque dijo que era la única habitación de la casa donde se sentía cómodo. Las otras eran muy grandes y le producían ansiedad».
Muchas prisiones supermax de EE.UU. liberan a los reclusos sin ningún tipo de programa de transición, incluso tras décadas de aislamiento.
Tabir logró escapar de sus captores durante una estancia en el hospital y eventualmente logró conseguir asilo en el Reino Unido. Angelina Jalonen, la trabajadora social del caso de Tabir en Refugee Council, dice que está muy impresionada del progreso que ha hecho.
Jalonen especula que quizás su fuerza emocional se deba en parte a su estricta crianza, donde se esperaba que no mostrara emociones. Durante su encarcelamiento, Tabir estaba decidido a que incluso cuando sus guardias lo torturaban -y todavía sufre de las lesiones físicas que le infligieron- ellos no «conquistarían» su mente.
«Incluso aquí, ahora, estoy luchando», explica. «Estoy luchando por un trabajo, por una casa. Lucha por tus derechos y no dejes de luchar sin importar lo que hagan los demás». «Y sonríe y sé feliz, no le temas a nadie».
BBC Mundo