El hombre que había sido herido en Guárico, fue llevado al menos a cuatro hospitales
Morse Samuel Carpio Carvajal, de 53 años de edad, padeció las calamidades de la crisis hospitalaria, antes de morir este martes en el hospital Miguel Pérez Carreño, a consecuencia de una herida de bala que recibió el 18 de julio pasado, en una carretera del caserío de Uverito Pereño, al oeste del Municipio Francisco de Miranda, en el estado Guárico.
A sus 53 años, Carpio no había logrado concebir hijos. Vivía en una vivienda rural heredada de sus padres en los bordes de la carretera de la localidad, donde atendía una bodega que le servía de sustento.
El 4:30 de la tarde de ese 18 de julio, un forastero detuvo su moto frente a la casa y le pidió en venta una garrafa de gasolina. Carpio, le despacho en combustible que tomó de las provisiones de la bodega y espero que el hombre equipara el vehículo, pero cuando le pidió el dinero en pago, el sujeto desenfundó un arma y le disparó en el abdomen.
Ismael Carpio, hermano de la victima dijo Samuel estaba solo, porque minutos antes, otro hermano que vivía con él había partido hacia el pueblo donde visitaría a familiares. Cuando el motorizado huyó, el herido caminó hasta la carretera y allí pidió ayuda a un conductor que lo dejó en la entrada del hospital de Calabozo.
En el centro asistencial recibió los primeros auxilios. Fue operado de emergencia porque en el trayecto perdió tres litros de sangre y tuvieron quitarle 30 centímetros de intestino por las lesiones que le ocasionó el disparo.
Su hermano, dijo que desde ese día comenzaron a sufrir la tragedia de los hospitales de pueblo porque en se lugar no podían ofrecerle la atención que requería. Cuatro días después fue llevado al hospital de Valle de la Pascua, pero tampoco contaban con un internista y tuvieron que movilizarlo a San Juan de los Morros.
Con el apoyo de familiares y amigos, lograron llevarlo a Caracas, donde fue recluido en el Miguel Pérez Carreño, pero una infección le afectó los órganos y su estado se complicó a tal punto que los daños eran irreversibles. La mañana del martes 23 del julio murió a consecuencia de un paro respiratorio.
Ismael Carpio, dijo que aún les parece una calamidad que la vida de su hermano cortara una garrafa de gasolina, aunque por cosas menores matan a una persona, lo que no ocurre solo en Caracas. «no solamente hay que llorar a los muertos de aquí, porque allá en los pueblos también matan gente. Allá también sucede y esos muertos también se lloran», dijo.
Contó que en la vivienda de su hermano, donde vivieron sus padres, ya se habían metido a robar dos veces desde hace varios años, aunque el mayor sufrimiento fue haber tenido que batallar de hospital en hospital para salvarle la vida porque esas localidades no cuentan con atenciones médicas de alto nivel. «En esos hospitales no hay ni algodón. Si hay un herido sencillamente le brindan atención primaria y si eso no basta se muere», agregó.
AA