“El que tiene oídos para oír, oiga” es una de las expresiones de Jesucristo, que cito, para compartir con ustedes algunas consideraciones del arte de escuchar. Hay quienes hablan persistentemente de diálogo y no escuchan. Se autodefinen como demócratas, tolerantes, respetuosos de la diversidad, pero no oyen, no les interesa oír y se empeñan en imponer su criterio.
Cuando alguien se cree dueño de la verdad, interpreta la realidad solo desde su punto de vista, desde su marco de referencia, desestimando todo lo que le expresan para seguir imponiendo su criterio, pese a que le señalen que está equivocado.
Esta condición no es exclusiva de los líderes políticos, también hay padres y madres que no escuchan a sus hijos, vecinos que no escuchan al de al lado, que al no reconocer su error, generan conflictos que pareciera no importarles.
Escuchar, pese a ser algo sencillo, se ha convertido, en estos tiempos, en una virtud de pocos, dado que pareciera que cada día se incrementa el número de personas que se niegan al diálogo, que se convierten en intolerantes, no escuchan.
Para comunicarnos eficientemente necesitamos escuchar o leer, cuando se trata de la interacción en las redes sociales, el criterio que expresan otras personas.
Pasa con mucha frecuencia en las redes sociales que personas que plantean un debate, lo hacen desde el insulto, la agresión, obviamente, bajo esos parámetros, es imposible sostener un diálogo fructífero, enriquecedor.
Sucede también en una asamblea de padres y representantes, en una reunión de condominio, cuando vamos a una farmacia o al supermercado, la agresión ha sustituido a la tolerancia y el respeto, eso muestra una sociedad que ha perdido valores indispensables de la convivencia ciudadana: respeto, tolerancia, honestidad, responsabilidad.
Si somos incapaces de establecer un diálogo, de escuchar y aceptar opiniones distintas a las nuestras, estamos muy lejos de poder lograr el país que soñamos, un país donde todos somos necesarios, un país de incluidos donde no haya ningún tipo de discriminación.
Ese país que aspiramos amerita que escuchemos y que seamos escuchados, respetando las diferencias.
Si como ciudadanos, en nuestro hogar, trabajo, en la comunidad a la que pertenecemos, no somos capaces de respetar, de no agredir a los que piensen distinto, no podemos aspirar a que otros lo hagan.
En líneas generales, los buenos oyentes se benefician de los conocimientos que le expresan sus interlocutores, son, por lo general, los mejores ponentes, porque además de lo teórico conocen y pueden interpretar las opiniones de otros. Si somos capaces de escuchar, podremos llegar de forma más expedita a otros. Escuchar es un arte.
Coordinador Nacional de Independientes por el Progreso
Noel Alvarez
Twitter: @alvareznv