Luego de recibir un espaldarazo de Estados Unidos al reunirse con John Kerry, el líder de los rebeldes sirios solicitó que los crímenes cometidos por Bashar Al Asad sean llevados a la Corte Penal Internacional
La oposición siria, que se reunió ayer por primera vez con el Consejo de Seguridad de la ONU, señaló que piden armas a la comunidad internacional para «defenderse» e instó a la Corte Penal Internacional a investigar todos los crímenes y violaciones de derechos humanos, incluidos los del régimen.
Armas como escudo
«Pedimos armas para defendernos y defender a la población civil de los ataques del régimen en las zonas liberadas», dijo ayer ante la prensa el nuevo líder de la Coalición Nacional Siria (CNS), Ahmad Asid Yarba, tras una reunión informal con los miembros del Consejo. La delegación de la CNS solicitó a sus interlocutores que consideren la imposición de sanciones al régimen de Damasco para forzar a Bashar Al Asad a aceptar un gobierno de transición. En unas declaraciones a los corresponsales en la ONU, Yarba aseguró que, «a diferencia del régimen», están dispuestos a que la CPI investigue «cualquier» denuncia de crímenes contra la humanidad «para ser creíbles».
También dijo que acudirán a la propuesta conferencia internacional de Ginebra, para la que aún no hay fecha, si el objetivo es un gobierno de transición «con plenos poderes ejecutivos» y una futura Siria «sin Asad». El líder de la coalición opositora denunció que en los últimos tres meses las fuerzas del régimen han ido ganado espacios en el campo militar porque se han involucrado en el conflicto «Hizbolá y milicias de Irán e Irak», pero advirtió que «de aquí a un mes» se verán cambios sobre el terreno.
Sobre su encuentro del pasado jueves con el secretario de Estado de EE. UU., el líder opositor aseguró hoy ante la prensa que John Kerry fue «muy claro» en su apoyo «al pueblo y a la revolución siria» y les transmitió que Washington «no permitirá que el régimen gane esta guerra».
Críticas
Por otro lado, Yarba criticó a Rusia por seguir prestando apoyo político y militar al régimen de Bashar al Asad y acusó a las autoridades de ese país de estar boicoteando la celebración de la conferencia internacional de Ginebra «presionando para que los temas militares queden fuera de la mesa de negociaciones». «Aceptamos ir a Ginebra, pero para lo que realmente busca el pueblo de Siria, que es vivir su sueño democrático e ir a las urnas, no para negociar con el régimen», respondió el presidente de la CNS, quien reiteró que de la conferencia internacional tiene que salir un gobierno transitorio «sin Asad y con pleno poderes ejecutivos». Ante las críticas de Moscú, Yarba negó que pedir un gobierno con «plenos poderes ejecutivos» sea una precondición, ya que, según recordó, es uno de los puntos incluidos en la llamada «Declaración de Ginebra», adoptada hace un año por los cinco países del Consejo de Seguridad y que plantea una «solución política integral». Asimismo, consideró que para que tenga relevancia la conferencia de Ginebra que impulsan Washington y Moscú hay que «presionar» al régimen para que deje de utilizar armas químicas contra la población civil, que permita el acceso de ayuda humanitaria a las zonas liberadas y que diga con claridad «que no somos terroristas». Preguntado por si están dispuestos a sentarse a negociar con algún miembro del régimen de Al Asad de cara al futuro, el líder opositor respondió que «quizá haya algún mando medio», para acto seguido añadir que es posible que quede «algún chófer (del régimen) sin las manos manchadas de sangre».
Preocupación
Yarba dijo estar «muy preocupado» por la radicalización del conflicto en su país, reiteró que la situación es «desesperante» y reconoció que es «muy difícil de controlar», porque incluso entre las fuerzas rebeldes hay algunas facciones que no apoyan a la Coalición Nacional Siria. Desde que estalló la guerra civil en Siria en marzo de 2011 han muerto ya más de 100.000 personas y casi siete millones necesitan ayuda humanitaria de emergencia, según las últimas cifras confirmadas esta misma semana por el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon. Agencias