El último informe de la encuestadora Hinterlaces, presentado para el conocimiento de la opinión pública, por su presidente, el señor Oscar Schemel, arrojó como resultado que la mayoría de los venezolanos optaba por la despolitización, es decir, por bajar la tensión política; esta disposición, que no implica deponer las posiciones que se sustentan, podría marcar una tendencia que abra los cauces para el establecimiento de una nueva manera de asumir las relaciones políticas en el país.
Por supuesto, esta aspiración, que recoge la encuesta mencionada, es expresión de la sensatez con la que los venezolanos y venezolanas comenzamos a mirar el devenir político del país, observando con natural reserva los sucesos que han acontecido, últimamente, en otros países, dando pie a derroteros no constitucionales que en nada contribuyen con el bienestar de sus pueblos; he allí el caso de la tragedia de Libia, el más reciente de Egipto y el actual de la atormentada Siria.
Es el espejo que nos muestra, cada día, la mediática en tiempo real y que los sucesos del 15 y 16 del último abril, en nuestro país, y que nos generaron 11 muertos y 70 heridos, nos han resultado más que elocuentes para ver con aprehensión las terribles consecuencias de desaciertos como el de descargas de drenaje que alentó el candidato opositor Henrique Capriles, aquella fatídica noche, cuando desconoció el veredicto del CNE en el que se asentaba a Nicolás Maduro como nuevo Presidente Constitucional de la República Bolivariana de Venezuela.
Capriles, al mantenerse en esa línea de acción que ha venido desarrollando en los últimos meses, particularmente, a partir del agravamiento de la salud del Comandante Chávez y de su deceso, y sobre todo, después de las sobrevenidas elecciones presidenciales, cuando sus monitoreadores imperiales, al observar los estrechos resultados, consideraron llegado el momento oportuno para dar el zarpazo que les permitiría retornar al control político y económico del país; ha acentuado una estrategia, que lo ha conllevado tanto a desatender sus obligaciones como gobernador del estado Miranda, viajando por otros estados y por varios países del continente, como a activar una política a todas luces conspirativa, estimulando el odio entre los venezolanos, propiciando el desconocimiento de las instituciones, especialmente la legitimidad de Maduro como Presidente, auspiciando protestas desatinadas de ciertos sectores, convalidando el desabastecimiento de productos, etc.; y claro está, contando con el apoyo expreso de la derecha local e internacional, que ha puesto a su servicio recursos económicos y toda la inmensa estructura mediática que tiene a su disposición.
En el doble filo de la navaja
Henrique Capriles y la dirigencia opositora derechista que lo acompaña apuesta al desgaste del gobierno nacional, pero, al mismo tiempo, contradictoriamente, se apresta a participar con sus candidatos en las elecciones municipales-a pesar del supuesto y pregonado fraude del que fue objeto en las elecciones presidenciales de abril pasado-dentro de la idea de ir acumulando fuerzas, para hacer peso en su plan insurreccional. Se mueve en el doble filo de la navaja, su apremio antidemocrático y la presión imperial a la que está sometido lo lleva a enredarse en una madeja de la que difícilmente podrá salir.
Mientras la dirigencia opositora se mueve en la línea de la conspiración, la mayoría del pueblo venezolano se está planteando salidas democráticas, respetuosas de la Constitución, afirmando la idea de la convivencia política y del respeto del adversario, como sustrato para avanzar en la construcción de una sociedad próspera, libre y soberana. Ese sentimiento es lo que expresa y manifiesta la encuesta de Hinterlaces: el anhelo de la estabilidad democrática.
Y en esta línea de acción es que se mueve el Presidente Nicolás Maduro y su equipo ministerial, desarrollando el gobierno de eficiencia en la calle, propiciando la seguridad y la paz social, estimulando la actividad productiva, combatiendo la corrupción y el burocratismo, atacando la especulación y el desabastecimiento, garantizando la soberanía y la defensa nacional, fortaleciendo la integración nuestraamericana, y preparando al país para su ingreso pleno al Mercosur.
Sí, son dos líneas de acción, claramente contrapuestas, una enfocada en la conspiración y el caos destructivo y otra orientada a la construcción de la estabilidad que facilite y haga posible la materialización de una Patria digna, que nos haga sentir y vivir, cada vez más, el orgullo de ser venezolano.
Huelga o caos universitario
Las universidades autónomas persisten en la terquedad de mantenerse en huelga, a pesar de los compromisos que ha asumido el gobierno bolivariano que implican grandes mejoras para este sector del país; el tufillo insurreccional de estos huelguistas se huele a kilómetros de distancia.
Desunión de la llamada MUD
La oposición, en Miranda, quiere presentar una imagen de unidad en su diversa MUD, cuando la realidad es que las apetencias de los factores que la integran evidencian una desunión realmente desintegradora, nada de afinidad política y mucho menos programática, para muestra ver casos de Baruta y El Hatillo; y a nivel de candidatos para concejales la confrontación es para coger palco.
El golpismo sibilino
Voceros de la más rancia derecha, en los últimos días, han incrementado sus declaraciones planteando, palabras más palabras menos, que no se puede esperar 6 años para salir de este gobierno, aunque luego agregan la coletilla de que cualquier iniciativa, en ese sentido, debe estar enmarcada constitucionalmente; es un juego de palabras, en el que utilizando un lenguaje cifrado envían sus mensajes a los cuatro vientos; Leopoldo López aparece como el más osado de estos grupos derechistas, pero cada vez se hace evidente la participación de muchos otros en este golpismo sibilino. Sin duda es la línea de la conspiración en marcha.
Miguel Ugas