Luis Fuenmayor Toro
Inaudito el disociamiento de algunos intelectuales que analizan adecuadamente escenarios internacionales y no pueden hacerlo con escenarios similares en Venezuela. Los prejuicios juegan en estos casos un factor fundamental en esta suerte de esquizofrenia analítica. Ante la crisis europea, afirman que la calidad del empleo en el viejo continente “desalienta”, pues sólo se accede a puestos de trabajo temporarios, mal remunerados y que no exigen capacitación ninguna. Concluyen que la rapacidad capitalista terceriza los empleos, lo cual puede ser cierto, pero se esconde que lo mismo pero de mayor magnitud ocurre en Venezuela.
Cuando de nuestro país se trata, se echa mano de la cifra de desempleo del 7 por ciento como un gran logro revolucionario, o se dice que no estamos en el foso en desempleo juvenil, pero se oculta que mucho más de la mitad de los puestos de trabajo venezolanos son de empleo precario, o sea trabajos similares a los existentes en los países en crisis de Europa. Lo que aquí es revolucionario y un gran logro, allá es demostración evidente del fracaso capitalista. Algo no funciona en el análisis. En el desempleo profesional se prefiere hablar del caso cubano en vez del venezolano, que sería mucho más útil. Este tipo de conducta indica que no se está siendo honesto en el manejo de la información.
Pero la situación adquiere visos de manipulación, cuando se afirma que en los sesenta la creciente demografía juvenil originó corrientes utópicas, artísticas y contestatarias que sacudieron al mundo, fenómeno apagado luego por el “control demográfico”, lo que explicaría la ausencia actual (¿?) de este tipo de movimientos. Se trae como respaldo las cifras que muestran que la población joven es hoy menos numerosa. Aquellos movimientos defendían la autonomía universitaria y una universidad para el país y no al revés, cosa que realmente terminó, según estos extraños análisis, en un “maltusianismo académico”, que devino en la existencia de estudiantes reaccionarios en las universidades.
Pero lo peor es que esta pseudociencia se hace para descalificar el actual paro por reivindicaciones económicas y académicas. Se acusa a las universidades de retrasar las elecciones de sus autoridades, cuando éstas han sido suspendidas por el TSJ; de no presentar cuentas, cuando para solicitar presupuesto deben informar los gastos del año previo; de ignorar las necesidades de profesionales, cuando es claro que un país exportador de materia prima no es capaz de utilizar esos profesionales y, en todo caso, es el gobierno quien debe señalar esas necesidades según sus planes, y se descalifica a nuestros jóvenes como “peseteros”, escondiendo que la influencia de la sociedad es la que determina esta conducta, así como el tipo de consumo de la gente.
A la luz de estos caprichosos análisis, no se entenderían las grandes movilizaciones de los últimos años en Túnez, Egipto y Bahréin (primavera árabe), Islandia, Grecia, Portugal, España (indignados), Chile, EEUU, Turquía y Brasil, para mencionar las ocurridas pese al “control demográfico”.