Tan mentirosa es la versión oficial de que “ningún revolucionario es corrupto” como la pretensión opositora de que “los corruptos están sólo en el Gobierno”. La verdad es que los corruptos pueden provenir de distintos sitios, pero se les hace fácil juntarse…
Empecemos por el principio: A nosotros nos parece tan necia y mentirosa la versión oficial de que “ningún revolucionario es corrupto”, como la pretensión opositora de que “los corruptos están sólo en el bando del Gobierno”. La experiencia de la vida y el más elemental sentido común nos revela que gente buena y gente mala hay en todos lados; Gente honesta y gente deshonesta existe en los todos los sectores políticos, y se cobija bajo los más diversos paraguas ideológicos.
Renta petrolera o el
“objeto del deseo”
Eso es un hecho. Como es un hecho también que las hormigas aparecen donde hay dulce, las ratas aparecen donde hay queso y los ladrones aparecen donde hay dinero que robar. En Venezuela, nueve de cada diez dólares que entran al país lo hacen por concepto de la renta petrolera. Ese negocio está constitucionalmente reservado al Estado, y es el Gobierno -como representación temporal del Estado- quien lo controla y administra. Es decir: Es en el Gobierno donde está el “refulgente objeto del deseo” de los corruptos y ladrones. Esa es la razón por la que en Venezuela la corrupción siempre había tenido apellido: Aquí se luchaba contra la CORRUPCIÓN ADMINISTRATIVA (¿recuerdan la expresión?), porque en mayor medida eran precisamente los administradores del dinero público los protagonistas, facilitadores y beneficiarios de la corrupción. Así había sido siempre, por las sólidas razones ya explicadas, hasta que al señor Nicolás Maduro Moros se le ocurrió decir que los únicos corruptos en este país… ¡son los sectores políticos que tienen catorce años fuera del poder, es decir, catorce años sin acceso al Tesoro Nacional!
Descomunales ingresos
manejados sin controles
Aquí es importante hacer otra precisión: No nos contamos entre quienes creen que este gobierno de 14 años es “más corrupto” o “menos corrupto” que los anteriores. Esa es una valoración moral, y la moral es personal. Pero la ética es pública, y desde el punto de vista ético lo que sí es evidente es que el Gobierno que se inició en 1999 ha manejado más dinero, en virtud del alza sostenida de los precios internacionales del petróleo, que todos los anteriores gobiernos venezolanos juntos, desde el Cacique Guacaipuro hasta Caldera II. Y también es rigurosamente cierto que esa inmensa cantidad de dinero ha sido manejada desde 1999 hasta hoy sin casi ningún control institucional o social, pues las instituciones que deberían controlar al Ejecutivo (Poder Legislativo, Contraloría General de la República, Poder Judicial, etc., ) se colocaron no al lado del Gobierno, para ejercer la labor de control que la Constitución les impone, sino debajo de él, para adecuar las leyes a sus designios, interpretarlas a su conveniencia o cerrar los ojos ante sus desafueros, en tanto que las instituciones sociales que pudieran servir de contrapeso al Ejecutivo (sindicatos libres, prensa independiente, universidades autónomas, etc.) han sido furiosamente atacadas, cercadas o silenciadas desde el Poder.
Los pobres pagamos la
corrupción con la vida
La famosa frase del historiador inglés John Emerich Edward Dalberg Acton: “El poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente” refleja una verdad universal. Pero en Venezuela tenemos una verdad particular: Ese poder “absolutamente corrupto” lo ejerce un gobierno que dice ser “de los pobres”… que somos las primeras víctimas del saqueo. En efecto. Así como ocurre con la inseguridad y la inflación, la corrupción nos afecta a todos… pero no de la misma manera: Para algunos, la corrupción es motivo simplemente de asco y malestar. Para otros la corrupción es un obstáculo concreto para la realización de trámites, la obtención de licencias o el acceso a divisas. Pero para los pobres, que constituimos la determinante mayoría de este país, el precio que tenemos que pagar por el morbo de la corrupción muchas veces es la vida.
Cada vez que un niño abandona la escuela porque el Programa Alimentario Escolar colapsó por falta de pago a proveedores, y el infante regresa a las calles a transformarse en víctima o en victimario, esa es una vida que se tragó la corrupción; cada vez que un herido o un enfermo muere ruleteado, dando vueltas entre hospitales que lo rechazan porque no tienen insumos, o no tienen equipos, o no tienen médicos, o no tienen nada porque la estructura se cayó y la remodelación no avanza aunque ha sido pagada cuatro veces, esa es una vida que se tragó la corrupción; cada vez que un sindicalista es asesinado porque los sindicatos oficialistas se han transformado en mafias que trafican con los “cupos” laborales, ansiados en estos tiempos de desempleo galopante, esa es una vida que se tragó la corrupción; cada vez que un derrumbe en un cerro mata a una familia, porque la pantalla atirantada o el muro de contención que debió evitar el desastre fue cobrado y no hecho por el contratista “bolivariano”, o fue cobrado y mal hecho por la “cooperativa”, esas son vidas tragadas por el monstruo rojiverde de la corrupción.
Corrompida “lucha”
contra la corrupción
La corrupción no solo roba dinero o domestica instituciones. También pervierte el idioma: la retórica gobiernera incorporó la consigna de una supuesta “lucha contra la corrupción” a la quincalla discursiva de la polarización, logrando con esto un nuevo record negativo: Así como la Venezuela actual tiene una de las más altas inflaciones del mundo y es uno de los países más inseguros del planeta, desde el pasado 3 de agosto ostentamos la condición de ser uno de los pocos países en que el gobierno se ha empeñado, sectarismo mediante, en corromper la lucha contra la corrupción. Esa es otra de las gravísimas deudas que el pueblo y la historia cobrarán a la actual oligarquía, integrada por sujetos que eran pobres de solemnidad hace 14 años y hoy son inmensamente ricos, sin haber trabajado nunca.
Pero como la verdad, la honestidad también se abre paso. Siempre. Y lo está logrando. ¡Palante!
Radar de los Barrios
Jesús Chuo Torrealba
Twitter: @chuotorrealba