Alfredo Toro Hardy
Muchas voces comienzan a hablar de crisis económica en China. A esta cacofonía se sumó recientemente Paul Krugman. El denominador común que da sustento a las expresiones agoreras es la disminución en las tasas de crecimiento del país: 7,5% en el período comprendido entre abril y junio. Un importante salto atrás si se lo compara con el 9,9% de crecimiento promedio anual sostenido durante las tres décadas que precedieron al 2008.
Sin embargo, entre 7 y 7,5 por ciento fue el crecimiento programado por las propias autoridades chinas en el décimo segundo plan quinquenal iniciado en 2012. Ello busca un reajuste en su proceso de crecimiento que enfatiza el consumo doméstico en medio del control de la inflación. Nada más natural que mirar hacia adentro luego de que la caída de sus mercados europeos y estadounidense hizo evidente las vulnerabilidades de un modelo sustentado en las ventas al exterior. Con ello se busca un proceso de crecimiento económico más racional, menos vulnerable a circunstancias fuera de su control y más autosostenible.
Ya en el 2010 Gordon Brown escribía: «Estamos frente a la instrumentación de un nuevo plan que busca estimular el consumo. Ello equivale, según lo señalaron las autoridades chinas al FMI, a una ruptura estructural con el pasado» (Beyond the Crash, London). Así las cosas, más que mirar hacia la contracción de los mercados chinos de exportación y a la reducción en el crecimiento económico, lo que hay que preguntarse es qué tan viable resulta este salto hacia el ámbito doméstico.
Entre 2001 y el 2007 los ahorros de la población china subieron al 40% del PIB nacional y el nivel de ahorro promedio de los hogares chinos se situó en una quinta parte de sus ingresos. Esto último sin contar con el hecho de que las empresas retienen a sus empleados una cantidad adicional en un fondo de ahorro. Más aún, con las redes de seguridad social expandiéndose y mejorando, las motivaciones para el ahorro preventivo disminuyen (Niall Ferguson, Civilization, London, 2011). Así las cosas el dinero para consumir se encuentra disponible.
Cierto, los niveles actuales de consumo, situados en un 40%, siguen siendo muy bajos si se los compara con el 70% prevaleciente en EEUU o aún con el 56% en India. Sin embargo las expectativas son optimistas en este sentido. De acuerdo a la OCDE en 2020 la clase media china alcanzará a 700 millones de personas y para ese momento su gasto en consumo habrá superado al de la clase media estadounidense (Jacques Attali, «Regional Outlook Forum», Singapore, 12 January, 2011).
Si la disminución en las tasas de crecimiento económico chinas responde a un propósito deliberado -depender del consumo doméstico y no de la demanda externa- lo que hay que preguntarse es qué tan efectivamente se está cumpliendo el proceso. En tal sentido Martin Wolf señala: «De hecho, las cifras de crecimiento de la demanda doméstica evidencian que la disminución programada del crecimiento económico va cumpliendo sus objetivos de manera impresionante» («Risk of a hard landing for China», Financial Times 3 July, 2013). Como se ve, las voces apocalípticas apuntan en la dirección errada.