El inicio de la carrera de Álex Rodríguez fue tan fabuloso que puso a muchos a pensar que el dominicano-estadounidense tenía una buena oportunidad de superar a Babe Ruth como el tercero más grande de la historia del beisbol y acompañar al «Bambino» en el Salón de la Fama.
Pero debido a los acotencimientos de los últimos cuatro años es muy probable que tras su retiro, A-Rod tenga más oportunidades de ser relacionado por el público con Carlos Ponzi, Bernie Madoff, «Milli Vanilli» y otros grandes estafadores, que con los mejores exponentes del pasatiempo nacional.
Cuando en febrero de 2009 admitió que en el pasado había usado esteroides, Rodríguez comenzó a cavar la tumba de su legado deportivo. Cuando el comisionado Bud Selig lo sancionó el lunes pasado por su rol protagónico en el escándalo Biogénesis, A-Rod pasó a ser un cadáver viviente en el marco de la historia del juego.
Independientemente de que el gobierno de las ligas mayores, erradamente, vició el proceso de investigación al enfocarse particularmente en un jugador, abandonando las reglas establecidas para tratar de poner un ejemplo histórico, el simple hecho de que el nombre del jugador apareciera en documentos del punto clandestino de drogas que manejaba Anthony Bosch desde Biogénesis, es totalmente inaceptable e incomprensible.
Por su ingenuidad, testarudez o sed de grandeza, elija usted, el antesalista de los Yankees acaba de garantizar un puesto de honor en el Salón de la Infamia. Y nadie más que el propio A-Rod es responsable de haber estropeado lo que debió ser una de las mejores historias deportivas del siglo XXI. Rodríguez, y nadie más, ha sido amo de su destino y responsable de la imagen que dejará en la historia.
Debido a sus deslices, muchos, con sobradas razones, cuestionarán la validez de los logros alcanzados por Rodríguez en su carrera y se preguntarán si habría sido el mismo tipo de pelotero sin el uso de sustancias para mejorar el rendimiento.
Aunque científicamente no está demostrado que las drogas puedan convertir un jugador mediocre en un candidato al Salón de la Fama, hay que admitir que algún beneficio -físico y/o mental- deben ofrecer los esteroides para que un hombre súper talentoso, con estadísticas asombrosas y un contrato garantizado hasta el final de su carrera se arriesgue a la ignominia y el deshonor de ser suspendido por doparse.
Hacer trampa no debería tener justificación, bajo ningún concepto o situación, pero se entiende perfectamente cuando jugadores de talento medio o inferior apelan a todas las armas disponibles para sobrevivir en tierra de gigantes. Lo que más duele, o molesta, según a quien pregunte, es que esa nunca ha sido una situación que ha vivido A-Rod desde sus días de estudiante de escuela secundaria.
Debido a su enorme talento para jugar varios deportes -especialmente fútbol americano y beisbol- Rodríguez estudió en Westminster Christian School, una escuela privada de Miami, y tenía una beca garantizada en la popular Universidad de Miami cuando fue reclutado por Seattle con la primera selección del draft de 1993.
El hijo de Lourdes Navarro y Víctor Rodríguez, dos inmigrantes que como muchos otros dejaron su natal República Dominicana para buscar mejores condiciones de vida en Estados Unidos, recibió un bono de $1,3 millones de dólares hace 20 años y luego firmó contratos por más de $450 millones de dólares, además de recaudar varias decenas de millones en contratos publicitarios.
Se pueden descartar las necesidades económicas o el instinto de supervivencia de la lista de razones por las que A-Rod usó sustancias, tanto en el pasado como ahora. Avaricia, soberbia, vanidad y orgullo podrían ser posibles explicaciones.
«Cuando llegué a Texas en 2001, sentí una enorme presión, necesitaba lucir bien y en gran forma todos los días», dijo Rodríguez a Peter Gammons en una entrevista exclusiva con ESPN en febrero del 2009, en la que confesó que había usado esteroides cuando llegó a Texas con un contrato de $252 millones por 10 años, el mayor de la historia hasta que el mismo A-Rod firmó otro de $275 millones por 10 años con los Yankees de Nueva York antes de la temporada del 2008.
«En ese entonces, (el beisbol) era una cultura diferente», dijo Rodríguez. «Era algo bien suelto, yo era joven, fui estúpido, fui ingenuo, trataba de probarle a todo el mundo que merecía ser uno de los más grandes jugadores de todos los tiempos», agregó.
En esa entrevista, Rodríguez también aseguró que nunca había tocado sustancia alguna desde que llegó a Nueva York en el 2004 y prometió no volver a cometer el mismo error el resto de su vida deportiva. Como no violó el programa antidopaje por contar el pasado, A-Rod no fue sancionado por las Grandes Ligas en ese entonces, sin embargo fue advertido de lo que podría ocurrirle si reincidía.
Ahora se sabe que la amenaza no surtió efecto, aunque es poco probable que algún día se sepa exactamente las razones por las que Rodríguez no pudo resistir el involucrarse con Biogénesis, arriesgándolo todo, incluso las escasas oportunidades que aún conservaba de llegar algún día a Cooperstown y de paso los $100 millones que aún le deben los Yankees.
Eso, además de su credibilidad. Ahora sin importar lo que diga, nadie creerá las excusas de Rodríguez e, incluso, muchos tendrán base para especular que probablemente el jugador ha usado algún tipo de sustancia desde sus primeros años en el profesionalismo y que sencillamente se acostumbró hasta llegar al punto de no poder jugar sin ellas. Todo eso es especulación.
Lo otro que se sabe es que sin importar sus 647 jonrones, tres premios de Jugador Más Valioso y 14 visitas al Juego de Estrellas, Alexánder Emmanuel Rodríguez Navarro será evaluado como uno más que pasó por las Grandes Ligas y no uno de los más grandes como estaba destinado a ser desde sus días como mariscal de campo y torpedero en la secundaria Westminster.
Justo lo que pasará con otros grandes como con Rafael Palmeiro y Manny Ramírez, quienes violaron el programa antidopaje, y en menor escala con Barry Bonds, Roger Clemens, Sammy Sosa y Mark McGwire, quienes nunca dieron positivo en una prueba, pero igualmente han sido condenados en la corte de la opinión pública.
Tristemente, el apodo A-Rod tendrá más oportunidades de competir en los ránkings de grandes fraudes de la historia que entrar en las discusiones de sabermétricos pueblerinos cuando lo comparen con jugadores a los que claramente superó en el terreno.
Y no se sorprendan si alguien proclama que los números de Rodríguez son menos legítimos que los discos de platinos obtenidos por «Milli Vanilli» con Fab Morvan y Rob Pilatus fingiendo que cantaban. Después de todo, un fraude es un fraude.
Ah, de todos modos, las posibilidades de que A-Rod superara a Ruth como el tercero más grande de la historia se esfumaron cuando pasó a los Yankees y cambió al número 13 porque el número 3 estaba retirado en honor al «Sultán del Swing».
¿Y ahora qué?
Las Grandes Ligas acaban de enviar un mensaje un tanto ambiguo con la suspensión de 12 jugadores relacionados con la clínica Biogénesis de América.
Luego de una prolongada investigación y un aún más largo proceso para que el comisionado Bud Selig acabara de tomar la decisión que involucra a tantas figuras estelares, se pone fin, al menos por ahora, a uno de los capítulos más vergonzosos en la historia del deporte estadounidense.
Se cierra un capítulo (Álex Rodríguez apeló), pero todavía queda más tela por donde cortar, pues según las pesquisas, lo de Biogénesis no se limitaba a estos peloteros de las Mayores, sino que al parecer, se le suministraron sustancias prohibidas incluso a menores de edad, deportistas de escuelas secundarias, algo que podría tener consecuencias hasta penales adelante. Pero volviendo a las suspensiones anunciadas el lunes pasado, las autoridades beisboleras dejaron en claro que hay intenciones de seguir combatiendo el uso de esteroides y cada vez será más difícil a los tramposos burlarse del mundo.
Los castigos son una suerte de escobazo para barrer lo que podrían ser los restos de la llamada generación de los esteroides, tras la cual se abre paso un grupo de estrellas emergentes como Mike Trout, Yasiel Puig, Bryce Harper y Manny Machado, que vienen a recuperar una imagen del beisbol limpio, basado sólo en el talento y el trabajo duro.
Y no quiere esto decir que los castigados no tengan una segunda oportunidad. Sin embargo, a su regreso vendrán marcados por un estigma que les será casi imposible de limpiar.
El escándalo de Biogénesis puede marcar un punto de transición generacional hacia un deporte más limpio, pero para eso es necesario que Selig y compañía tomen medidas para que este caso no quede como un simple chivo expiatorio.
Biogénesis no será la muerte del uso de esteroides en el beisbol, pero podría haber puesto en coma a esta práctica tramposa.
EPÍGRAFE
«En ese entonces, (el beisbol) era una cultura diferente. Era algo bien suelto, yo era joven, fui estúpido, fui ingenuo, trataba de probarle a todo el mundo que merecía ser uno de los más grandes jugadores de todos los tiempos”
Enrique Rojas
espndeportes.com