El surgimiento de los «robapelos» no deja de sorprender y la que parece ser la última moda en el crimen caribeño, desde hace unas semanas, es uno de los temas favoritos de la prensa local.
Según las informaciones publicadas, una banda que habitualmente se dedica a robar en tiendas y centros comerciales ha estado operando en el centro de Maracaibo, la segunda ciudad más poblada de Venezuela, con la mira en un objetivo preciso: las mujeres con pelo largo.
Se denuncia que las Pirañas, así se conoce a las presuntas criminales, en su mayoría mujeres, trabajan en grupos de dos o tres individuos: mientras una sujeta a la víctima, la otra le corta la melena con unas tijeras de jardinería, para después venderla para hacer extensiones o pelucas.
Las teorías que motivan su origen se multiplican: desde un obsesivo culto a la belleza hasta las restricciones cambiarias que provocan una baja en las importaciones, pasando por una invención de la prensa amarilla o una consecuencia más de la alta tasa de criminalidad que azota a Venezuela.
El robo de pelo no es un invento venezolano, ya que se han dado casos en Colombia, Brasil, Sudáfrica y Birmania. Tal vez la diferencia sea que, en este caso, el tema se convirtió en una cuestión de Estado.
A tal punto, que el presidente, Nicolás Maduro, ha pedido a la policía y al Ministerio del Interior que se dediquen a investigar y a capturar a los culpables. También ordenó crear nueva legislación para evitar que el robo siga pasando. «Ahora por ahí hay una mafia que anda cortando cabello. El que esté en ese delito lo capturaremos», dijo Maduro durante un acto oficial. «¿Qué agresión es esa? Las muchachas son sagradas, la juventud es sagrada».
La policía se encuentra frente a un crimen difícil de investigar porque hasta ahora no ha habido ninguna denuncia oficial. Las pocas mujeres que han compartido sus historias con la prensa han dicho que no se habían animado a realizar la denuncia.
BBC Mundo trató de hablar con alguna de ellas, pero dijeron no querer seguir hablando con los medios de comunicación. Una de ellas, Mariana Rodríguez, dijo al canal privado Globovisión que no había ido a la policía por temor a que se burlaran de ella. Otra, Eliana Leal, contó que durante quince días no quiso mirarse al espejo porque el robo la había dejado traumada.
Nicho económico
Para el director del Observatorio Venezolano de Violencia, Roberto Briceño León, este crimen es «parte de la impunidad general» que se vive en una Venezuela atravesada por una feroz inseguridad. Venezuela es el quinto país del mundo en número de homicidios, según las Naciones Unidas.
«Hay un nicho económico y un grupo que quiere explotarlo ilegalmente», le dijo a BBC Mundo Briceño León, y añadió: «Esta es una ilegalidad agresiva. No solo el robo sorprende. Se vive como una agresión a la persona y una violación al cuerpo. Crea heridas psicológicas, a nivel de una amputación o una castración».
El nicho económico al cual se refiere el sociólogo es el negocio de extensiones de cabello que son muy populares en Venezuela.
Los precios varían según el tamaño, el color y la cantidad de pelo. Las melenas naturales son más caras pero más populares porque, una vez aplicadas, se pueden lavar, secar y planchar como si fuera el propio pelo. Una mujer puede llegar a gastar hasta 10.000 bolívares (unos US$1.580 al cambio oficial) para unas extensiones.
«Aquí no hay una cultura de cuidarse el pelo. Las mujeres se lo tiñen, se lo planchan. Solo les importa que se vea lindo y que sea algo rápido. Las extensiones son populares por esta razón», explicó a BBC Mundo el peluquero Daniel Girón, que trabaja en Caracas, la capital venezolana.
«No me parece una idea descabellada que roben el pelo», consideró Girón, que aseguró que él sólo instala extensiones que compra a una empresa especializada. Aunque admitió que la demanda es tan alta que el robo de cabello podría ser un negocio viable.
Alix Suheidy Medina también confirmó la fuerte demanda. Y algo sabe al respecto: trabaja en Sublime, una tienda que vende extensiones y pelucas en Los Palos Grandes, una de las zonas más adineradas en el este de Caracas. Según ella, hasta cinco mujeres van cada día a la tienda para aplicarse extensiones.
«Hubo un boom en los últimos cuatro años. La venezolana es muy bonita, pero no está conforme con su aspecto y gasta más de lo que tiene para aparentar», dijo Medina, que precisó que la marca de extensiones que venden en la tienda proviene de India.
«Aquí no hay gente que viene a vender. Todo pasa por fábricas. No descarto que sea posible que estén robando el pelo pero no creo que sea rentable porque la mayoría de las peluquerías compra a las fábricas y no a individuos», explicó.
BBC Mundo