En la imagen, un experto en sustancias químicas de la ONU , con máscara antigás, lleva muestras recolectadas de uno de los lugares donde se produjo el supuesto ataque con gas en el barrio de Ain Tarma en Damasco, el 28 de agosto de 2013.
BEIRUT (Reuters) – Los habitantes de Damasco almacenaban suministros el miércoles y algunos abandonaban las casas próximas a posibles objetivos, mientras los responsables de Estados Unidos esbozaban los planes para ataques aéreos multinacionales sobre Siria que podrían durar días.
Los expertos en armas químicas de la ONU realizaron el miércoles su segunda visita a suburbios de la ciudad controlados por rebeldes para tomar muestras que determinen qué – y quién – causó un aparente ataque con gas que causó la muerte de cientos de civiles hace una semana.
Pero mientras el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, apelaba a la unidad de las potencias mundiales y pedía más tiempo para que los inspectores terminaran su trabajo, Washington y sus aliados europeos y de Oriente Próximo dijeron que habían tomado una decisión y que el presidente sirio Bashar el Asad debería ser castigado por usar armas prohibidas contra su pueblo.
El Gobierno sirio, apoyado sobre todo por su principal suministrador de armas, Rusia, protestó. Culpó a «terroristas» rebeldes de liberar las toxinas con la ayuda de Estados Unidos, Reino Unido y Francia y advirtió que sería un «cementerio para los invasores».
Responsables sirios dicen que Occidente está dando ventaja a sus enemigos de Al Qaeda. La presencia de milicianos islamistas entre los rebeldes ha disuadido a las potencias occidentales de armar a los enemigos de Asad. Pero Occidente dice que debe actuar ahora para detener el uso de gas venenoso.
Reino Unido presionó a los otros cuatro miembros con derecho de veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en una reunión en Nueva York para que autoricen una acción militar contra Asad para proteger a civiles sirios – una iniciativa que seguramente será bloqueada por Rusia y, probablemente, por China.
Estados Unidos y sus aliados dicen que el veto de la ONU no les detendrá. Diplomáticos extranjeros denominaron la propuesta de resolución una maniobra para aislar a Moscú y formar una coalición que apoye los ataques aéreos. Estados árabes, la OTAN y Turquía también condenaron a Asad.
Washington ha repetido que el presidente Barack Obama no ha tomado una decisión sobre qué acción ordenará.
Un alto cargo de EEUU dijo que los ataques podrían durar varios días e implicarían otras fuerzas armadas: «Estamos hablando de una serie de diferentes aliados respecto a la participación en un posible ataque cinético», dijo el responsable el miércoles.
Se prevé que los ejércitos occidentales esperen hasta que los expertos de la ONU se retiren. Su mandato inicial de 14 días expira dentro de cuatro, y el secretario general Ban dijo que necesitaban cuatro jornadas para completar su labor.
Otro responsable de EEUU dijo que los objetivos aún se estaban definiendo pero que podrían elegirse para evitar que Asad use armas químicas en el futuro. Washington confía en poder lidiar con las defensas sirias y cualquier represalia de sus aliados, como Irán y la milicia libanesa Hezbolá.
INVERSORES Y RESIDENTES, ALARMADOS
Mientras parece que sólo el momento del ataque está en duda, los precios del petróleo se dispararon a un máximo de seis meses, haciendo subir los precios de las acciones energéticas de EEUU y el mercado estadounidense en general.
Pero algunos mercados emergentes cerraron a la baja de nuevo el miércoles por el temor de los inversores sobre dónde puede llevar la escalada internacional en la guerra civil siria – por mucho que Obama y sus aliados esperan limitarlo a una corta misión de castigo.
La vecina Turquía, miembro de la OTAN, puso a sus fuerzas en alerta. Israel movilizó a algunos reservistas y reforzó sus defensas contra los ataques con misiles desde Siria o Líbano.
El enviado de Siria ante las Naciones Unidas dijo que había pedido a Ban que el equipo de inspectores investigara tres nuevos ataques a manos de rebeldes.
Habitantes de Damasco, temerosos de una guerra civil que ha dejado la capital rodeada de barrios en manos de rebeldes, se preparaban para los ataques aéreos.
En una ciudad donde decenas de instalaciones militares se mezclan en barrios civiles, algunos ciudadanos dejaban sus casas con la esperanza de encontrar un lugar más seguro, aunque muchos dudaban de que valiera la pena.
«Cada calle, cada barrio tiene algún objetivo del gobierno» dijo una enfermera en el centro de la ciudad. ¿Dónde nos vamos a esconder?».
En las tiendas de alimentación, los sirios hacían acopio de pan, productos imperecederos y latas. El agua embotellada y las baterías también eran muy demandas.