No se trata, como pudiera pensarse, por lo que ha llegado a ser una expresión coloquial de la pelota, de hablar sobre bateadores de poca fuerza o habilidad, víctimas preferidas de los lanzadores.
Solo comentar, a propósito de un breve artículo que firma Johanna Rizzo en la edición de septiembre de la leída revista “National Geografic”, y en el cual hace alusión a la frecuencia con que se rompen los bates en la actualidad y a la causa de ello. Que atribuye, en buena parte, a la velocidad de los lanzadores.
Cita, al respecto, que entre julo y septiembre de 2012 en las grandes ligas rompieron 1.697 bates. Y afirma que no debe sorprender, pues la resistencia del bate es sometida a las aproximadamente 8.000 libras de fuerza que ejerce una pelota lanzada a 90 millas o más, especialmente cuando hace impacto en las partes más débiles de la estructura.
Es por esto que la mayoría de los casos de bates quebrados se originan en los lanzamientos adentro, cuando un movimiento de muñecas inadecuado o lento impide chocar la pelota con la parte gruesa. Científicos estudian fórmulas para llegar a regulaciones que impidan lesiones, pero mientras sean construidos como ahora -y como siempre, con madera de arce, lo mejor de una industria que suple el 64 % del mercado-, no es para sorpenderse con lo que sucede.
Hay bates de aluminio, por ejemplo, pero por distintas razones no son utilizados. Entre ellas la superstición de no pocos peloteros, que se sentirían mal manejando un implemento distinto al habitual. “Si los bateadores pudieran conectar siempre con la parte gruesa” -cita Rizzo palabras de Patrick Drane, asistente al director de Investigaciones de la Universidad de Massachussets-, “no habría tantos bates quebrados”.
Claro, como cada día los lanzadores se preparan para envíos más veloces, no solo seguirán “quemándole el bate” a muchos rivales, sino que los maderos se romperán con mayor frecuencia que en los viejos tiempos. Cosa que, por supuesto, no inquietará mucho a los fabricantes. AN