Hay quienes se sacan las yucas, conejos o tabas estirándose la punta de cada dedo hasta que crujen. Otros se truenan o suenan los nudillos doblándose los dedos hacia atrás y haciendo que todos crujan juntos.
Con cualquier método, el sonido se produce de la misma manera: el espacio entre las articulaciones se agranda y hace que los gases disueltos en el líquido sinovial -que baña a la articulación- formen burbujas microscópicas. Esas burbujas se unen para formar unas más grandes que se estallan cuando entra más fluido en el espacio abierto.
Una vez los nudillos crujen, no se puede repetir hasta que pasen unos 15 minutos. Eso le da a la articulación tiempo de volver a su tamaño normal y de que más gases se disuelvan en el líquido.
Para algunos es un hábito nervioso; para otros, una sensación que trae alivio. Según la investigación que se lea, entre el 25% y el 54% de la gente lo hace; y los hombres, más que las mujeres.
Si usted es de los que tiene la costumbre de hacerlo a pesar de las muecas de dolor de quienes están a su alrededor, probablemente le habrán dicho que crujirse los dedos causa artritis.
Si se aborda desde el punto de vista de la ingeniería, hacer crujir los dedos repetidamente durante muchas décadas podría -en teoría- dañar el cartílago que cubre a la articulación. Se han hecho comparaciones con el desgaste mecánico que se acumula a lo largo del tiempo en los propulsores de los barcos, pero la evidencia de que lo mismo le pase a las manos de la gente no es sólida.
Consecuencia, no causa
De hecho, se han hecho muy pocos estudios sobre el tema.
Quizás uno de los más conocidos es la investigación que se ganó el Ig Nobel en 2009 (premios alternativos a trabajos científicos poco convencionales).
Durante más de 60 años, un doctor de California, Estados Unidos, llamado Donald Unger se tronó los dedos de su mano izquierda al menos dos veces al día, pero nunca los de la derecha. ¿Su conclusión? «Examino mis dedos y no hay ni un rastro de artritis en ninguna mano».
Hay otros estudios un poco más formales. En 1975 le preguntaron a los 28 residentes de un ancianato judío en Los Ángeles, California, si se habían sacado las yucas/conejos/tabas habitualmente.
Quienes lo hacían tenían menos probabilidades de sufrir de osteoartritis en sus manos. En un estudio más amplio llevado a cabo en Detroit, EE.UU., los investigadores examinaron las manos de 300 personas de más de 45 años de edad.
Los que habían tenido el hábito de hacer crujir sus dedos parecían tener un agarre menos fuerte y 84% de ellos mostraban hinchazones en sus manos.
Los autores recomendaron disuadir a quienes gustan de sacarse las yucas. Sin embargo, me pregunto si lo hacen precisamente porque sentían molestias en sus manos. ¿Podría ser que el hábito, en vez de ser la causa de problemas, es una indicación de que hay una predisposición a tenerlos más tarde?
Vale la pena anotar que ante la pregunta crucial de si los que se suenan los dedos sufren más de osteoartritis, la respuesta fue ‘no’.
Problema para los demás
Un estudio más reciente, publicado en 2011, es más completo, pues no sólo revisa si la gente se truena los dedos sino también cuántas veces lo hace.
Es de suponer que hacerlo cada 15 minutos tiene un efecto distinto a hacerlo una vez al día. Pero nuevamente, ni eso ni el sonarse los nudillos mucho o jamás hacen ninguna diferencia respecto a la osteoartritis.
Entonces, ¿de dónde viene la idea de que hay una relación entre crujir los dedos y artritis? Es cierto que las articulaciones de la gente que sufre de artritis a veces crujen pues el cartílago está dañado. No obstante, es inusual que ese sea el primer síntoma: es, más bien, una consecuencia que una causa del daño.
Los factores de riesgo de la artritis ya establecidos son la edad, historia de la condición en la familia y accidentes previos o una vida entera de usar las manos en labores pesadas.
Pero, ¿puede ser perjudicial en otro sentido? Hay informes aislados de accidentes autoinfligidos por sacarse las yucas, como lesiones en los pulgares o esguinces en los ligamentos de los dedos, pero son pocos.
Así que si le gusta hacer sonar sus dedos, ¡adelante! sólo tenga en cuenta las conclusiones de los doctores que hicieron el estudio en el ancianato de Los Ángeles: «La principal consecuencia mórbida de crujirse los dedos parece ser el efecto irritante que tiene en quien lo observa».
BBC Mundo