Su imagen ya no domina los medios de comunicación ni sus discursos las tardes de los venezolanos pero seis meses después de su muerte la sombra de Hugo Chávez sigue cubriendo todo en Venezuela, especialmente alrededor del presidente, Nicolás Maduro, que ensalza, aprovecha y sufre su legado.
Su nombre es voz de autoridad en discursos chavistas y Maduro lo ensalza y lo recuerda. Incluso, cuando el presidente venezolano lanzó su campaña contra la corrupción, las palabras del hombre que gobernó el país de 1999 a 2013 condenando ese flagelo se volvieron una letanía en los canales de televisión del Estado.
Pero desde su muerte el 5 de marzo, Chávez ha ido desapareciendo poco a poco de la pequeña pantalla dejando paso a su sucesor.
Maduro ha tratado de labrar su propia imagen con una intensa campaña que le muestra como un hombre cercano, un «presidente obrero», que hace deporte y toca música, en un ejercicio de promoción que obliga, según analistas consultados por Efe, a desplazar la figura del «amado comandante supremo», como le llaman sus seguidores.
Más allá de eso y con una economía que acumula un 29 % de inflación en siete meses, apenas crece a un ritmo del 1,6 % (frente al 5,6% de 2012), sufre de desabastecimiento y ve como el dólar paralelo (ilegal) cuesta seis veces más que el oficial, cualquier análisis en Venezuela remite necesariamente a la figura de Chávez.
El vicepresidente económico de Maduro, Nelson Merentes, reconoció este fin de semana que «éste es un Gobierno aprobado en 18 elecciones, que ha tenido éxito en lo social, pero que aún le hace falta tener éxito en lo económico».
«Lo que estamos viendo hoy es la herencia de estos 13 años y ahora hay un Gobierno al que le están explotando las bombas y no sabe exactamente qué hacer, pero esto es la herencia del comandante supremo», indicó a Efe el economista José Manuel Puente, profesor del Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA).
El terreno económico es precisamente uno de los que muestran de manera más nítida el cambio al frente de un Gobierno en el que Chávez tomaba todas las decisiones en primera persona y sin discrepancia interna, al menos públicamente.
En opinión de Puente, «se está dando un proceso de atomización, de confrontación interna en el Gobierno, por las opciones de política económica» entre quienes piden flexibilizar algunas medidas y quienes quieren más de lo mismo ante problemas que no se pueden esconder.
«La ausencia de Chávez ha hecho más visible la realidad de Venezuela», dijo a Efe el analista, consultor y politólogo John Magdaleno, al subrayar que el gobernante fallecido en marzo pasado tenía la habilidad de «invisibilizar» la gravedad de las dificultades.
Maduro ha heredado un lastre en materia económica, pero también el capital de catorce años de programas de gasto público para impulsar políticas sociales que beneficiaron a segmentos vulnerables de la población.
Recibió un escenario político en el que tanto oposición y oficialismo siguen actuando con los mismos patrones de los últimos catorce años en sus estrategias de enfrentamiento a pesar de que Chávez ya no está.
Pero, sobre todo, seis meses después Maduro carga con la continua comparación con Chávez a la que le someten tanto adversarios como chavistas.
«Dejar presente a Chávez durante mucho tiempo y mucha frecuencia iba a suponer un problema a Maduro en términos de imagen pública, por eso no hemos observado a Chávez tan frecuentemente como pareciera que se hizo en los primeros meses después del fallecimiento», indicó Magdaleno.
El politólogo Nícmer Evans, profesor de la Universidad Central de Venezuela, cree que «el gran dilema» para el Gobierno ha sido «cómo mantener un punto de equilibrio entre la presencia y el legado del presidente Chávez y generar un propio estilo y forma de gobierno de Maduro».
«Hasta hoy (…) se ha hecho el gran esfuerzo, pero no se ha logrado mantener el punto de equilibrio, se ha tenido que restar mucho al mantenimiento del desarrollo del legado de Hugo Chávez para construir una figura adecuada del presidente Nicolás Maduro», indicó.
En su opinión, Maduro va a ir asumiendo su propio espacio y generando su impronta, pero la gran incógnita surgirá el día en que el presidente considere «pertinente» alguna medida que «entre en contradicción con la lógica» de las medidas adoptadas durante el Gobierno de Chávez.
Nadie duda de que la figura de Chávez va a acompañar de una u otra manera a Maduro durante todo su Gobierno, hasta 2019.
«El problema es en dónde lo van a colocar, si lo van a colocar de frente, si lo van a volcar de lado, o si lo van a colocar como a Bolívar, como un cuadro, detrás», manifestó Evans. EFE