Las naciones de la Unión Europea comienzan conversaciones de alto nivel sobre Siria en medio de divisiones profundas, abrumadas por la indignación moral sobre el uso de armas químicas y las obligaciones de la lenta diplomacia de las Naciones Unidas.
Francia, al igual que Estados Unidos, se prepara para un posible ataque militar contra el régimen del presidente sirio Bashar Assad. Por su parte, Gran Bretaña quedó sorprendida por la negativa de su Parlamento a participar en una acción militar. Y Alemania afirma que no participará y que se limitará a un papel secundario en el mejor de los casos.
Mientras los líderes de la UE participan con el presidente ruso Vladimir Putin y el mandatario estadounidense Barack Obama en la cumbre del G-20 en San Petersburgo, que concluye el viernes, los ministros de Relaciones Exteriores y Defensa de la UE se reúnen en Lituania hasta el sábado con el fin de llegar a una postura común, que según declaraciones emitidas el jueves parecía difícil de concretar.
Desde Rusia, la canciller alemana Angela Merkel dijo: «No creo que hemos llegado a una postura común».
Y aunque Catherine Ashton, jefa de Relaciones Exteriores de la UE, dijo con cautela en Vilna, capital de Lituania, que «había hablado cuidadosamente con nuestros colegas y aliados», el presidente del grupo europeo, Herman Van Rompuy, hablando desde San Petersburgo, insistió abiertamente en la cooperación de la ONU, lo que molestó a los franceses y profundizó las divisiones.
En un rechazo a la urgencia de Francia, Van Rompuy dijo a los reporteros que las naciones de la UE tenían que subrayar «la necesidad de avanzar sobre la base de buscar una solución a la crisis siria mediante el proceso de la ONU».
AP