Estados Unidos conmemorará el duodécimo aniversario de los atentados del 11 de septiembre de 2001 con el Congreso y la opinión pública polarizados sobre el posible lanzamiento de misiles contra Siria, donde, argumenta hoy el gobierno, sus intereses afrontan la amenaza de extremistas.
Fueron los atentados del 11S contra las Torres Gemelas y el Pentágono los que desataron la escurridiza lucha global que lidera Estados Unidos contra el terrorismo, y en particular contra Al Qaeda que, según EE.UU., sigue empecinada en atacar a blancos de Occidente.
Doce años después, el Gobierno del presidente estadounidense, Barack Obama, utiliza el recuerdo de esos ataques no solo para advertir sobre la continua amenaza de Al Qaeda sino también para justificar un posible ataque militar limitado contra Siria.
En una audiencia el miércoles pasado ante el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, el secretario de Estado, John Kerry, aludió al 11S para argumentar que, lejos de escudarse en el «aislacionismo», EEUU tiene la obligación de intervenir en Siria.
«El 11S ocurrió porque había espacios sin gobierno en los que la gente que quería luchar contra Occidente, que cultural e históricamente se oponen a la modernidad, querían atacarnos y lo hicieron», afirmó Kerry.
«Sí tenemos intereses directos en lo que ocurre en Siria. Hay un interés directo respecto a nuestra credibilidad…somos la nación indispensable», subrayó Kerry, al sugerir que el deber de EEUU es conducir al mundo «por el derrotero de la paz y no del yihadismo».
En declaraciones a Efe, Jo Comerford, directora ejecutiva del Proyecto de Prioridades Nacionales, un grupo que analiza los costos de defensa, lamentó que, en vísperas de otro aniversario del 11S, su país prepare una nueva intervención bélica.
«Es algo preocupante, desde luego. No damos suficientes fondos a la ayuda humanitaria y la diplomacia pero sí damos mucho dinero a los elementos estructurales de una intervención militar», señaló.
Según su grupo, el Pentágono ya tiene planes de comprar en 2013 200 misiles Tomahawk, como los que se usarían en un posible ataque desde el Mediterráneo hacia Siria, a un costo de 320 millones de dólares en tan solo un año, «o algo más de 36.000 dólares cada hora».
Además de la amenaza contra intereses de EEUU en el exterior, también están las de posibles ataques al interior del país, si bien ahora éstas, como los ciberataques, son más difusas.
Por ello, como en cada aniversario del 11S, el Gobierno federal emitió alertas generales a las agencias policiales, pese a que no hay indicios de amenazas concretas.
Las alertas recientes de la Oficina Federal de Investigaciones y el Departamento de Seguridad Nacional, según la cadena CNN, advierten de «posibles riesgos», incluyendo ciberataques por parte del Ejército Electrónico Sirio, al que atribuyen «apagones» en internet.
Se trata además del primer aniversario del 11S desde los atentados del 11 de septiembre de 2012 contra el consulado estadounidense en Bengasi, que dejó cuatro muertos, entre éstos el embajador Christopher Stevens.
El duodécimo aniversario del 11S también se produce mientras EEUU intenta cerrar su intervención militar en Afganistán, aquella que inició en octubre de 2001 para perseguir a Osama bin Laden y a los talibanes que le daban refugio.
Si la guerra en Afganistán, que ha ocasionado a EE.UU. más de 2.000 bajas y un costo de 570.000 millones de dólares, fue una causa «justa» en 2001 tras los ataques del 11S, ahora se ha convertido en la «larga guerra de 2013», según observadores.
«La guerra (en Afganistán) ha perdido el enfoque que tuvo en los meses después del 11S», indicó un editorial del diario USA Today.
Aún así, Obama protagoniza una férrea campaña de convencimiento para que el Legislativo apruebe un ataque contra el régimen Sirio para castigar su presunto uso de armas químicas el pasado 21 de agosto en el suburbio de Ghoutta y que dejó, según EE.UU., más de 1.400 muertos.
Una resolución aprobada por el Comité de Relaciones Exteriores del Senado el miércoles pasado, autoriza un ataque militar con un plazo de hasta 90 días, pero prohíbe el despliegue de tropas estadounidenses sobre el terreno.
La medida pasará a debate y voto en el pleno del Senado y la Cámara de Representantes a partir de la próxima semana pero, por ahora, Obama no tiene los votos asegurados.
El escepticismo de los legisladores se alimenta del temor a factores impredecibles, entre éstos posibles represalias de Siria y otros regímenes anti-estadounidenses, que provoquen una escalada del conflicto.
EFE