No se entiende con facilidad como la gente más crítica y enfrentada con las acciones de una cúpula partidista autoritaria y vertical, sea capaz de tener claras las responsabilidades de la dirección en los hechos antidemocráticos y las imposiciones que se producen, pero se ciegue y no sea capaz de percibir, que la responsabilidad llega hasta el líder máximo que controló totalmente la estructura partidaria durante años y que se comportaba exactamente de la misma manera, hoy fácilmente criticada a sus seguidores. Con inaudita frecuencia leemos artículos de militantes o simpatizantes del PSUV o del gobierno, en los que se quejan amargamente de la expulsión o marginamiento de militantes y dirigentes simplemente por expresar sus opiniones o por permitir que expresen su opinión compañeros de ruta sancionados o satanizados con anterioridad, pero luego se preguntan: “¿Dónde está Chávez”?, como si éste nunca hubiera actuado en esa forma y no fuera el principal responsable de las conductas que hoy asume la dirección partidista.
A Chávez nunca le gustó que las bases partidistas decidieran las candidaturas a ninguna elección, por lo que siempre decidió él todo lo concerniente a este tema en las distintas elecciones realizadas. Fue Chávez quien obligó a Samán a no postularse como candidato a la Asamblea Nacional en las elecciones de 2010, y lo hizo porque prefería al candidato que luego ganó en el circuito respectivo. Decenas de veces satanizó en forma pública a quienes osaban contradecir la línea gubernamental y pesuvista; los calificó de traidores al proceso y por lo tanto a la patria, de desleales, de vendidos al imperialismo y de dejarse llevar por ambiciones personales en lugar de aceptar el colectivismo socialista. Fue Chávez quien dijo que pulverizaría a los partidos que no se disolvieran y se incorporaran al PSUV, quien hablo de hacer polvo cósmico a los disidentes de sus decisiones, quien sacó a Walter Martínez de VTV, quien expulsó militantes del PSUV aún antes de haberse constituido como partido. Ése es parte del famoso legado de Chávez del que tanto se habla.
Nicmer Evans, Vladimir Acosta, Alberto Nolia, Toby Valderrama, entre otros, han perdido sus espacios de opinión, al considerar el gobierno y la dirección partidista actual que sus opiniones eran contraproducentes al interés gubernamental. Hicieron con ellos lo mismo que hicieron con una serie de programas de Globovisión que fueron clausurados, algunos muy buenos como el Radar de los barrios. Es lo mismo que Aporrea ha hecho con mis artículos, los cuales no publica desde hace meses sin explicación ninguna. Al final parece que las críticas son porque la capacidad de censurar está en manos de otros.
Luis Fuenmayor Toro