Helge y Kari Farsund, quienes viven en Oslo, Noruega, han sido pareja durante 50 años. Él trabajó como ingeniero y su esposa fue enfermera de cuidados intensivos, en un momento sirvió en la Cruz Roja en Ruanda, asistiendo a víctimas de la violenta guerra que vivió ese país africano.
Hace tres años, les tocó vivir una tragedia más personal, cuando la señora Farsund fue diagnosticada con Alzheimer. En la medida que esta enfermedad fue deteriorando a su mujer, su pareja empezó a buscar sistemas que pudieran ayudarles a vivir una vida lo más normal posible.
Fue así como se topó con la compañía tecnológica de cuidados de salud Abilia, que había desarrollado una red que parecía estar a la medida de las necesidades de los Farsund. En el centro del sistema hay una tableta, como un iPad, instalada en una pared. La pantalla tiene Skype, lo que permite a los cuidadores revisar con regularidad a sus pacientes.
También tiene una agenda para que los pacientes o cuidadores lleven un registro de los eventos y tengan un recordatorio con audio de las tareas diarias, como la hora en la que hay que tomarse la medicina. Actualmente hay unas 1.000 personas con el sistema instalado en sus hogares, y 25 de ellos, incluyendo a los Farsund, están probando la última versión, que combina la pantalla con sensores wifi.
Estos sensores detectan cuándo hay alguien en una habitación o se abre una puerta; también envía una alarma si, por ejemplo, la estufa se deja encendida durante más de 15 minutos o si alguien abre una puerta en medio de la noche.
Este segundo caso es un problema particularmente importante en Oslo, donde las temperaturas bajo cero de invierno significan que algunos pacientes con Alzheimer mueren congelados.
Perspectiva de un futuro
La tecnología permite que esta pareja viva lo más normal posible.»Este tipo de sistema permite que la gente cuide de si misma, lo cual es lo más importante», explica el vice presidente Oysten Johnsen.
«También ayuda al gobierno a ahorrar dinero. En Noruega, tener a alguien en casa cuesta un millón de coronas noruegas al año (US$170.000), mientras que este sistema cuesta 15.000 coronas al año. Eso es mucho ahorro».
Para Johnsen, cualquier iniciativa para mejorar la vida de la ciudad necesita empezar con las personas. «Las ciudades inteligentes están surgiendo y se necesita empezar por los individuos en sus casas», agrega.
La señora Farsund sabe que ella no se pondrá mejor. Este sistema le explica lo que ocurre cada día, de manera tal que pueda estar pendiente de eventos como los cumpleaños o el club de enfermeras retiradas. Le da algo para mirar hacia adelante.
Para su esposo, existe una razón más práctica y conmovedora para tener el sistema. «Algunas veces me pregunta cuál es el sentido de la vida cuando por su enfermedad se está perdiendo de tantas cosas». «Tenía miedo que su depresión la llevara a lanzarse por el balcón. Con estos sensores sé que me despertaré si se abre la puerta y eso me permite descansar».
El señor Farsund agrega que quiere irse a la cama sin tener que preocuparse por su pareja. «Esta es la cosa más importante para mí».
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