Le atribuyen un corazón como trofeo, mutilaciones de ojos y matar a quemarropa a derrotados ya rendidos.
El preso Edwin Ramón Soto Nava ya controla -según confirmó BBC Mundo con fuentes conocedoras de la prisión que por temor a sufrir represalias pidieron no ser identificados- tres áreas de las siete en que se divide la Cárcel Nacional de Maracaibo (en el estado de Zulia, en el noroeste de Venezuela).
Esta penitenciaría registra al menos 70 muertos este año, más que ninguna otra, lo que la hace una de las más violentas del país (en 2012 fue la tercera con más hechos de violencia según el Observatorio Nacional de Prisiones).
Al menos 16 reclusos perdieron la vida en un enfrentamiento esta semana en la Cárcel Nacional de Maracaibo, que hubiera pasado como uno más en el violento día a día del sistema penitenciario venezolano, si no hubiese sido por un inusitado ensañamiento.
La extrema violencia registrada parece ser una marca de la casa de Edwin «El Mocho» Soto: ya en agosto pasado, cuando aprovechó un motín para tomar el control de su segunda área, hubo denuncias de cuerpos decapitados.
Sin embargo, él incluso ha dado entrevistas a la prensa en las que se declara amante del deporte y de la paz, a favor de la humanización de las prisiones y asegura que los hechos de violencia los ha cometido «para hacer un bien».
De hecho, pelea en contra de los presos que se dedican a extorsionar a ciudadanos de fuera de la cárcel y asegura que si busca convertirse en «caudillo» de los reclusos es para acabar con esa práctica.
«El Mocho»
Soto Nava, de alrededor de 30 años, es un viejo conocido de los medios de comunicación locales en Maracaibo desde que comenzó su carrera delictiva asaltando furgones blindados de transporte de dinero. Además, como inspirado por un guión de cine, mató a tres de sus compinches y huyó con todo el dinero, hasta que fue apresado en la isla de Margarita por el secuestro de una mujer.
En agosto, Soto Nava aprovechó un motín para avanzar en su condición de «pran», una especie de caudillo que gobierna con mano de hierro la prisión y al que los presos tienen que pagar una contribución semanal para asegurar su vida.
Ocupó el puesto de Pedro Caldera, quien murió en un enfrentamiento con la policía, para escándalo de Venezuela, cuando se encontraba en una tasca de Maracaibo junto a otros presos. Los hombres de Caldera comenzaron a disputarse su «herencia» cuando Soto Nava aprovechó el «divide y vencerás» para hacerse con el poder en su zona.
El preso incluso ha sido entrevistado por periodistas locales. La última, una «nota de voz» publicada en su programa de radio por Pedro Soscún Machado, en la que insiste en que ama el deporte y trabajar y rechaza la violencia, aunque parece reconocer ser el autor de los hechos.
«Lo hicimos por un bien, no lo hicimos por un mal», se justifica en la grabación. «Se ponían a extorsionar a los mismos presos y eso no esta permitido en esta banda, eso no lo permitimos. Nos buscaron y nos consiguieron», dice.
«Contra la extorsión»
Desde la cárcel, grupos de presos se dedican a manejar redes de sicarios y también a la extorsión, que funciona básicamente a partir de anuncios clasificados de venta de automóviles o viviendas. Los presos se ponen en contacto con el número telefónico del vendedor y comienzan el proceso que pasa por balaceras en la fachada de la casa y termina con la entrega de dinero o el objeto en venta a cambio de integridad física.
«El Mocho» dirige desde la cárcel una banda de sicarios, según le contó a BBC Mundo un periodista local dedicado a cubrir sucesos y que prefirió mantener su nombre en reserva porque ya ha sido amenazado.
Sin embargo, se declara insistentemente en contra de la extorsión y, de hecho, la incidencia de ese delito parece haber bajado desde que se hizo con el control del área del penal que más intensamente se dedicaba a esa actividad.
«Humanización»
El gobierno del presidente Nicolás Maduro asegura estar impulsando un proceso de humanización de la vida en prisión y culpa de la situación del sistema penitenciario a las gestiones anteriores a la de Hugo Chávez (1999-2013). En sus declaraciones a la prensa, el propio Soto ha insistido en que está a favor de esa «humanización» de la vida en las insalubres, superpobladas y peligrosas cárceles venezolanas.
En las áreas que controla, asegura, los reclusos asisten a actividades académicas y participan en eventos deportivos para fomentar la reinserción y poder acogerse a los programas del gobierno que buscan acelerar los juicios y la liberación de los que ya han cumplido condena.
Además, desde agosto no se han reportado asesinatos a cuenta de no haber pagado la cuota que todo pran exige a los reclusos bajo su control, como pasa en otras prisiones venezolanas. Sin embargo, muchos consideran que este discurso en el que insiste choca de plano con la extrema violencia con que se emplea cuando ha decidido avanzar en el control de otras áreas del penal.
Y el temor de los familiares de los presos está en que quedan tres áreas por pelear.
BBC Mundo