Desde José Antonio Páez hasta nuestros días, los amantes de los espadones, polainas, charreteras y uniformes, han ocupado la silla presidencial, dejando a un lado del camino a los civiles cargados de ideas renovadoras
El siglo XIX y un buen trozo del XX, los caudillos, hijos de las montoneras, conducirán por largos años a la nación y, lo harán como si se tratase de una de sus haciendas. Los caudillos, escribe Arturo Uslar Pietri en su obra “Medio Milenio de Venezuela”: “Son hombres hechos al manejo de la peonada en la faena agrícola, de caballo y fusil, autoritarios y taimados, cazadores y guerrilleros, de gallera y mancebía, compadres y protectores de los suyos en la guerra y la paz, prestos a alzarse, en todo momento, con sus desenterradas armas, a la voz de un caudillo más poderoso o por su propio interés.” Al concluir la guerra de independencia, los jefes que guiaron a los que habían abandonado los hatos y la haciendas por las armas, creyeron que, por
los logros alcanzados en los campos de batalla, poseían la autoridad suficiente para elevarse como los máximos conductores del país. Allí están los ejemplos, estudiados por sabios historiadores.
Desde José Antonio Páez hasta nuestros días, los amantes de los espadones, polainas, charreteras y uniformes, han ocupado la silla presidencial, dejando a un lado del camino a los civiles cargados de ideas renovadoras.
Amarrando caballos
Los viejos caudillos, amantes de las peleas de gallos, los toros coleados, el juego de barajas, dados y de bolas criollas y enemigos de ideas y los libros, lo primero que hacían, al llegar al poder, era amarrar sus caballos en los árboles de la plaza principal, meterse su mascada de tabaco en la boca y exhibir su arma. Recordemos que, a punto de finalizar el siglo XIX, cuando Cipriano “El Cabito” Castro, hace su entrada a Caracas y se instala en la Casa Amarilla, sus seguidores, mostrando sus bien amolados machetes y sus máuseres, ataron sus bestias en los árboles y rejas de la Plaza Bolívar. A Caracas, urbe que mostraba las cicatrices de la guerra magna, las cruces de los muertos por las pestes y por los terremotos, llegaron, unos sobre mulas y otros a caballos, los caudillos que impedirían, por incultos, el libre juego de las ideas. No olvidemos que el sabio ensayista Mariano Picón Salas señalaba que el siglo XX venezolano había entrado después de la muerte de Juan Vicente Gómez.
Antonio Leocadio Guzmán, hijo de Caracas, ciudad donde verá la luz en 1801, se convertirá en transcurrir del tiempo, después de haber recibido una excelente formación en España y, al regresar a Venezuela, se convertirá, al lado de Tomás Lander, en fundador del Partido Liberal Amarillo, del periódico “El Venezolano”, órgano, órgano creado el 24 de agosto de 1840 y, desde donde se proyectarían las ideas que habían dado nacimiento a la organización política antes nombrada y en periodista de densa pluma. Se dice que este periódico era leído a los analfabetas en las pulperías, rancherías, posadas y debajo de los árboles de las galleras. Lo estudiosos de las actividades políticas de Antonio Leocadio Guzmán, vienen señalando que él sería
el encargado de dar los primeros pasos del populismo en Venezuela, convirtiéndose en la máxima expresión de la demagogia criolla. Acerca de la fundación de la organización política ideada por Antonio Guzmán Blanco, escribe Rogelio Altez, lo siguiente: “Las cartas estaban echadas. El Partido Liberal se había constituido y se hallaba en una oposición activa. Había despertado la conciencia de las diferencias entre los miembros de la sociedad y las había capitalizado políticamente».
Dieron fisonomía ideológica
Antonio Leocadio Guzmán y su hijo Antonio Guzmán Blanco, quienes van a llenar muchas páginas de acciones bélicas y políticas de nuestro país, están considerados como los que, en un momento dado de nuestra historia, se encargaron de darle fisonomía ideológica al liberalismo vernáculo, creando el Partido Liberal y La Unión Liberal. Los que deseen mayor información acerca de esta materia le recomendamos la obra “Los partidos políticos en la evolución histórica venezolana” de Manuel Vicente Magallanes. Por cierto, encontrándose Antonio Guzmán Blanco como presidente de Venezuela, convierte al Gran Partido Liberal Amarillo, en partido único, donde sus directivos obedecían los dictados y caprichos del llamado “Ilustre Americano”. Todos debían aceptar lo que decía el caudillo y, los que no obedecieran sus señalamientos, eran lanzados al
ostracismo político o lo que es lo mismo, a la condena, al castigo, al exilio, al olvido.
En 1936 el historiador Andrés Pacheco Miranda, figura muy conocida en Guatire y Guarenas, decide que es tiempo de rescatar el Gran Partido Liberal y apoyar las iniciativas gubernamentales del presidente López Contreras. En ese mismo año, otro grupo de ciudadanos constituyen el Partido Liberal Amarillo Histórico. Estas agrupaciones, con arcaicos métodos de propaganda, como señala el novelista Ramón Díaz Sánchez, buscaban revivir todo lo que había significado el caudillismo. En la capital del distrito Zamora, Guatire, se constituyó, el 10 de mayo de 1936, la directiva del Partido Liberal, quedando la misma en manos del general Natividad Rojas (Presidente), Jesús María Gámez (Primer Vicepresidente), Elías N. Centeno (Segundo Vicepresidente), Andrés Pacheco A. (Secretario de Actas), Régulo Rico hijo (Secretario de Correspondencia) y Encarnación Arenas (Tesorero).
El artículo
Al enterarse de la aparición del movimiento liberal amarillo en Guatire, Carlos Martus, reconocido dentista en la población, así como en Araira, Guarenas y Barlovento, escribe un artículo, publicado en el semanario “3 de Mayo” del 16 de agosto de 1936, donde entre otras cosas señala: “… es bastante raro que habiendo estado el país gobernado por más de 60 años por los afiliados al Partido Liberal Amarillo, hayan esperado el año de 1936 para ofrecer al pueblo garantías ya consignadas en nuestra Constitución; siempre violadas, nunca cumplidas; pues liberales amarillos fueron: los Monagas, los Guzmán, Falcón, Alcántara, Crespo, Andueza Palacio, Andrade y aunque Castro y Gómez no fueron de filiación liberal amarillo, con ellos gobernaron los afiliados al Histórico Partido en el Ejecutivo, en las Cortes, en el Congreso, y como presidentes de Estados, Secretarías Generales y jefes civiles de los pueblos e imponiendo su ideología política en la tribuna y en la prensa que siempre han monopolizado”.
Jesús María Sánchez. Los Teques
sanchezjesusmaria@hotmail.com