Divide y vencerás fue el lema de Apple para este nuevo lanzamiento. Dos nuevos modelos, el iPhone 5S y su versión «low cost», el iPhone 5C, en una estrategia que estimuló a los neófilos pero cuyo éxito no animó los inversores y agravó la crisis de liderazgo e identidad de la empresa.
Por un lado, los expertos en tecnología han sido tibios en sus críticas, asegurando que el factor sorpresa no está tan presente en estos nuevos modelos y apuntando una crisis creativa en la era post Steve Jobs. Y los inversores, que ya castigaron a la empresa de Tim Cook el día de la presentación de estos modelos, volvieron a decepcionarse y las acciones bajaban hoy a media sesión un 0,40 %.
Por otro, el propio Cook se daba un baño de multitudes en la tienda de Apple en Palo Alto (California), mientras que la situada en la estratégica Quinta Avenida de Nueva York marcaba un récord histórico.
Casi 1.500 personas a las 8 de la mañana, un 80 % más que con el lanzamiento anterior, y los primeros de ellos acampados desde hacía dos semanas.
Casi todos eran turistas y mayoritariamente orientales, a pesar de que el lanzamiento fue simultáneo en China y Japón se convertía en el primer país, por cuestiones de franja horaria, en el que se podía adquirir la novedad. Un trato de favor después de que en los últimos resultados trimestrales, Apple acusara un desplome del 43 % en los ingresos en el mercado chino.
En cualquier caso, todos recibían esta mañana los aplausos de los empleados, por aquello de premiar los esfuerzos de los «fans» que colapsaban la esquina sureste de Central Park y porque Apple insiste en crear sentimiento de pertenencia a la comunidad de la manzana mordida, que además de en los países citados, está de estreno en Canadá, Singapur, Australia, Francia, Alemania, Reino Unido y Puerto Rico.
Ahora bien, en esta ocasión, según las críticas, Apple ha apostado por las novedades externas y no tanto por las internas.
La principal crítica es que en el iPhone 5S el hardware es prácticamente el mismo que el de su predecesor, con ligeras mejoras en la cámara y un procesador (el A7) el doble de rápido, pero que tiene como principal novedad un detalle menor: un sensor de huella dactilar que sustituye al tradicional botón de inicio y que permite que el usuario desbloquee el teléfono sin necesidad de utilizar una contraseña.
Eso sí, el iPhone 5S se vende por primera vez en dorado, un golpe de efecto visual que toma el protagonismo en el caso del iPhone 5C, que cambia el sofisticado aluminio de la carcasa del teléfono por el plástico de varios colores. ¿Dónde quedó, entonces, la limpieza de líneas y el minimalismo que caracterizó la era de Steve Jobs? Primer indicio de la crisis de identidad en el seno de la empresa.
La segunda «traición» al espíritu original es el debate sobre hasta qué punto es incoherente que una empresa que vende el sentimiento de «elite tecnológica» a sus clientes saque una línea que, si bien Tim Cook ha insistido en no llamar de «bajo coste», nace de la necesidad de equiparar precio con sus competidores, especialmente Samsung.
El iPhone 5C se puede adquirir por 99 dólares en su versión 16GB con dos años de contrato, 100 menos que su hermano gemelo de aluminio, aunque liberado alcanza los 549 dólares, 150 respecto al S. Un «low cost» relativo, pero una concesión a los nuevos tiempos, en los que el negocio merma y sus responsables reconocen que la época de crecimiento vertiginoso ya pasó.
No en vano, las estimaciones de venta para el primer fin de semana de comercialización son de 4,5 millones de la versión plástica y más económica, que sí se pudo reservar antes de hoy, y de 3,2 millones para el iPhone 5S.
Ambos teléfonos, eso sí, tienen el nuevo sistema operativo iOS 7 y el nuevo sistema antirrobo que, entre la Fiscalía del estado de Nueva York y la de San Francisco, han acordado diseñar para evitar la epidemia de robos con agresión, el llamado «Apple Picking» (en juego de palabras con «cosecha de manzanas»).
Y la «fiebre Apple», como es habitual, deja anécdotas y actos fanáticos variados. Entre los más sangrantes, el caso de un millonario de California que ha pagado a gente si hogar para que, ya que tienen que dormir en la calle, lo hagan haciendo cola para conseguirle el iPhone 5S dorado que tanta ilusión le hacía.
Pero como siempre, Apple no descansa y trabaja en perfeccionar su potencial éxito o enterrar el posible fracaso. Próximo capítulo: iPhone 6.
EFE