No te equivoques: Si tú estás convencido de que Chávez era lo más parecido a Dios en la tierra que ha pisado este mundo, te lo respeto, y en todo caso ese es un problema tuyo y de tu psiquiatra, pero mi hija y los hijos de todos los venezolanos también tienen derecho a pensar de manera distinta y a echarte en cara, que la Bolivariana dice en su artículo 102 que la educación es un servicio público que está fundamentado en “el respeto a todas las corrientes del pensamiento”
A veces a uno no le queda más remedio que escribir desde las tripas. Conste que en mis columnas semanales trato de ser ponderado, de ceñirme a los argumentos y a las ideas, y de evitar a toda costa la confrontación estéril, al punto de que a veces me han acusado, los opositores, de ser un optimista irremisible, y hasta de ser un “comeflor”, mientras los oficialistas me tachan (cual si fuese un insulto) de ser un “sesudo analista”, al supuesto “servicio del imperio”. Sin embargo hay temas Nicolás, que no dan para sutilezas, y uno de esos temas es el de la educación de nuestros hijos. Con eso no juega nadie.
Tuve oportunidad de asomarme a la “Carta Magna Infantil”, que editada en millones de ejemplares, estás empeñado en regalarle a nuestros hijos, y también a los textos de historia de Venezuela que están siendo entregados a los muchachos de primaria ahora que comienza el año escolar, y tengo algunas cosas que decirte, así de “tú a tú”.
A vuelo de pajarito, de esos que tanto te dicen y emocionan, un observador no muy acucioso podría decir que no hay nada de malo en eso de fomentar en la infancia el conocimiento de la historia y el respeto a la Constitución. También podría alguien señalarme que gobiernos anteriores al tuyo y al de Chávez, no hicieron mayores esfuerzos para poner al alcance del pueblo, o de nuestros muchachos, lo que era y es nuestro más importante cuerpo normativo.
Oprobio y patrañas de Nicolás Maduro
Hasta allí todo va bien, la cosa es que cuando nos vamos a la “letra chiquita”, que revela cuál es el verdadero ánimo que impulsa tu iniciativa, nos encontramos con la muy ingrata sorpresa de que tras todo el faralao con el que adornas tu empeño se oculta una muy clara, malsana y abusiva intención, de obligar a nuestros hijos a vivir en el mismo delirio disociado en el que tú y los tuyos están sumergidos, y esa es mi opinión, desde hace ya demasiado tiempo. Esto es inaceptable.
Es un absurdo contrasentido, y más allá, un verdadero oprobio, que pretendas difundir nuestra Carta Magna, especialmente entre nuestros hijos, violentando flagrantemente los valores superiores de nuestro ordenamiento jurídico que en ella se recogen y promueven. Te recuerdo Nicolás, que la “mejor Constitución del mundo” (así la mentaba Chávez ¿Te acuerdas?), establece en su artículo 2º al pluralismo político, y al respeto a los derechos humanos, como algunos de estos valores superiores. También es una franca grosería, incluso hacia los que aún creen en “el proceso”, que pretendas mostrar en ella y en los textos de historia a Chávez, como una suerte de súper héroe al estilo de los “X Men” (hasta con una “capa” tricolor lo caricaturizaron), que llegó a esta tierra no a lograr lo que en efecto logró, que fue dividirnos a niveles indecibles, dilapidando con saña la más gruesa fortuna petrolera que hemos tenido en toda nuestra historia republicana, sino a darnos “patria”, tal y como lo hiciera en su momento, que sí lo hizo, nuestro Libertador. No Nicolás, Chávez no es ni fue Bolívar, y su “gesta” si es que así puede llamársele, no se compara ni por asomo a lo logrado durante nuestro proceso de Independencia. No me pidas que deje que mi hija crea en tales patrañas sólo porque ustedes los oficialistas, no hallan cómo justificar sus equívocos, y no encuentran entre sus filas a un hombre con la ascendencia entre las masas y el carisma, que sí lo tenía, de Chávez. No me pidas que te acepte la tergiversación de la historia, con la que tanto Chávez en su momento como tú ahora, quieren envenenar a nuestros hijos, porque lo que nos estás vendiendo tanto en la “Carta Magna Infantil” como en los textos escolares que quieres que usen nuestros vástagos, no es “historia”, sino “histeria”, y con eso no comulgo ni puedo comulgar. Ya bastante malo es que se pretenda subir a Chávez a los altares de la adoración religiosa, reduciéndolo además a mera estampita de canje, como para ahora estarte aceptando que quieras obligar a nuestros hijos a que vean las cosas como sólo tú y tus acólitos las ven.
Abuso inadmisible
No te equivoques. A diferencia de ti, no le escatimo a nadie su derecho a creer en lo que quiera creer. Si tú estás convencido de que Chávez era lo más parecido a Dios en la tierra que ha pisado este mundo, te lo respeto, y en todo caso ese es un problema tuyo y de tu psiquiatra. Tienes pleno derecho, lo garantiza la misma Carta Magna que te empeñas en desconocer (Art. 61), a pensar lo que mejor te parezca, pero mi hija y los hijos de todos los venezolanos también tienen derecho a pensar de manera distinta y a echarte en cara, como lo hago yo ahora, que la Bolivariana dice en su artículo 102 que la educación es un servicio público que está fundamentado en “el respeto a todas las corrientes del pensamiento”, por lo que usarla para tratar de “educar” a nuestros hijos en tu visión monocolor y personalista del poder y de la realidad es un abuso inadmisible, que lo es tanto si lo ejecutan los oficialistas como si lo ejecutaran los opositores.
Dañino culto irracional a la personalidad
Créeme, si Capriles, Rosales, o cualquier otro fuesen presidentes de nuestra nación y estuvieran en las mismas en las que tú andas ahora, las mismas letras duras contra sus afanes saldrían de mi pluma. Si algo nos ha hecho daño como país ha sido precisamente eso: El culto irracional a la personalidad, siempre idealizada y por consiguiente falsa, del caudillo de turno. De esto ni Bolívar se ha salvado, lo cual no quiere decir que no sea nuestra obligación salvar a la nación y a nuestros hijos de tales desafueros, vengan de donde vengan, sobre todo porque, te lo recuerdo, la Constitución nos impone a los padres (lee el artículo 76) el deber irrenunciable de “criar, formar, educar, mantener y asistir a sus hijos o hijas”, y en el cumplimiento de este deber, en la defensa de ese sagrado privilegio que es el de velar por la sana, amplia y plural educación de nuestros hijos, métetelo en la cabeza, no vamos ceder por mucho que te empeñes y aunque nos cueste la vida, o la libertad. Si mi hija, cuando le toque, quiere ser oficialista, “ni-ní” u opositora, que lo sea, pero no porque se lo impongan, sino por decisión libre, consciente y propia.
Déjate de jugar con lo que no se toca
Conviene entonces que alejes esos costosos panfletos de nuestros hijos, y que te ocupes de invertir mejor tu tiempo y nuestros recursos. Si quieres ser de verdad, Nicolás, un presidente que pase a la historia, déjate de jugar con lo que no se toca y acepta que, si a ver vamos, más de la mitad del país hoy por hoy cree que todo este tinglado de la “Revolución del Siglo XXI” no ha sido más que un estruendoso fracaso. Por mi parte, te lo digo desde ya, alejaré a mi hija de cualquier esfuerzo de cualquier “iluminado”, sea quien sea, para hacerle creer que el mundo y el país deben ser vistos de una única manera, y si alguien intenta imponerle, por las malas, su visión cerrada, personalista e intolerante, se encontrará de plano con mi puntapié bien dado allí, en salva sea esa parte donde no le llega el sol ¿Así, o más claro Nicolás?
CONTRAVOZ / Gonzalo Himiob Santomé / Twitter: @himiobsantome