Funcionó la presión federativa. Y la Liga Profesional de Baloncesto volvió a la norma de solo dos importados en juego de manera simultanea, aunque cada equipo pondrá tener tres en la nómina.
Una fórmula tan vieja que fue la utilizada en 1974, cuando los quijotes de la Liga Especial pusieron en acción el baloncesto-espectáculo. Pero que ha sufrido diversos embates, en ocasiones para equilibrar a franquicias nuevas, en otras para cubrir aspectos forzados por alguna competencia internacional de la selección, también nivelando. Pero, sobre todo, debida a quienes piensan que de esa manera se garantiza una mayor calidad, aunque en desmedro de la presencia de jugadores criollos.
Que por lo menos 3 de los cinco miembros de cada equipo (60%) sea de venezolanos, incrementa la participación de nuevos valores del patio. Aunque en ciertos casos los entrenadores -o los directivos- rechazan la idea porque “no hay suficiente talento”, precisamente es indispensable darles oportunidad de desarrollarse.
Hasta ahora ninguno lo ha hecho desde el banco, y si bien hay quienes despuntan antes que otros (razones de posición, de aptitudes), vale la pena considerar lo que representan para la afición las estrellas criollas. Siempre mejor sentidas, más permanentes, se convierten en emblemas para sus divisas, a un punto al que difícilmente llegue cualquier importado.
Habrá que empeñarse, entonces, en darle minutos a los criollos con aptitudes, un beneficio para el espectáculo -y para la selección- aunque a veces tarde más que llamando a un agente para que monte en el avión un nuevo refuerzo. Pensar a mediano y largo plazo.
También es sana la medida de limitar a 12 los extranjeros que pueden ser contratados. Ha llegado a verse un desfile de hasta casi dos decenas -multiplíquense hasta dónde llega la fuga de las tan escasas “lechugas”-, lo que revela improvisación y manirrotismo. Conviene seleccionar mejor, dar tiempo a la adaptación, mucho mejor que el derroche visto.
?Quién dice que eso no tiene que ver con ciertas deudas? AN