La realizadora venezolana Mariana Rondón reiteró en Biarritz que su filme «Pelo Malo», que ya triunfó en San Sebastián, apunta a denunciar «la intolerancia en un país polarizado» como Venezuela.
El ojo crítico de Rondón, que compite en la selección oficial en Biarritz junto a otros nueve largometrajes de América Latina ya provocó malestar en sectores oficialistas en Caracas, donde se señala que hizo la película en parte gracias a la ayuda estatal.
«Yo me siento absolutamente libre», dijo la realizadora en entrevista con la AFP. «Gracias a la ley de cine, tenemos un fondo donde uno concursa, y si gana hace una película, no es un regalo. Todo Estado tiene el deber de apoyar a la cultura. Yo hago un cine de autor, no es un cine comercial».
«Estoy haciendo un trabajo sobre la intolerancia en un país que está polarizado, y donde desde los dos extremos se agrede. Vamos a discutir, pero a discutir de verdad, no a atacar ni a cobrarle nada a nadie».
Deploró además que desde Venezuela se emitan críticas en torno a una película que ni siquiera se ha estrenado. «En Venezuela están opinando sobre quién sabe qué, porque no han visto la película».
«Me preocupa ese clima donde todo el mundo se siente en el deber de hacer juicios políticos sobre el otro». Y agrega: «No tengo ganas de hablar más del tema, porque lo que más me importa es que se haya hecho la película».
De hecho, a «Pelo Malo» le va muy bien: arrancó como ilustre desconocida con cuatro pases en Toronto y en el último ya hubo que rechazar gente porque no entraban en la sala.
En San Sebastián arrebató la «Concha de Oro», máxima recompensa de ese festival internacional español y ahora cruzó los Pirineos para competir en Biarritz.
Rondona ya ganó premios en Biarritz, primero con un cortometraje, y luego el «Abrazo» a la mejor película en 2007, con «Postales de Leningrado». «Para mi, Biarritz es una cábala», bromea, «pero lo fundamental es que este espacio tan lindo como ciudad abra semejantes puertas para un cine tan lejano».
«Pelo Malo» cuenta la historia de un niño obsesionado con alisarse su cabello encaracolado para verse como un cantante de moda y que vive en un barrio pobre de Caracas, la ciudad apabullante que es el otro protagonista del filme, con el omnipresente el culto a la personalidad de un Chávez a punto de morir.
El deseo del niño inquieta a su madre, que lo cría sola tras perder marido y empleo. Allí aparecen pintados, desde los puntos de vista distintos de cada personaje, la intolerancia, el racismo o la homofobia. «Lo que yo me propuse, es hacer una película sobre la intolerancia. Es fundamentalmente una película sobre cómo ves al otro», explica. Pero aclara que cada personaje –o incluso el espectador– ve las cosas a su manera.
¿Por qué gusta la película? «Creo que hay algo universal en ella. La película es como una cebolla, que tiene muchas capas y muchos niveles de lectura. Puede hablarle a mucha gente desde lugares distintos».
«Para un público norteamericano (en Canadá, ndlr), resultó una película sobre el racismo. A las madres, les parece una historia con la cual confrontarse con sus debilidades, pero también con sus fortalezas. En otra proyección, los hombres criticaban ‘porque así no podía ser una madre’, y en un ambiente latinoamericano la sensación era de mucha risa y al mismo tiempo un discurso muy político», cuenta. «Estoy cuestionando al espectador: ¿y tú qué piensas, tú dónde te vas a parar?»
En Francia, Pyramide ya compró los derechos para proyectarla el año que viene y de Biarritz la película seguirá camino a festivales en Corea del Sur, Londres, Sao Paulo, Torino y Tesalónica, en Grecia.
Y Rondón ya tiene la cabeza otros proyectos: la producción junto con Perú de la película «Huaqueros» sobre la gente que hurga para buscar tesoros en los huacos –las tumbas indígenas–, un filme que considera de «interés humano».
AFP