Como ciudadanos y pueblo afectado y humillado no podemos calarnos más, y en silencio, que las armas y fuerzas para defendernos se tornen contra nosotros. Tenemos que protestar con firmeza
El final del camino y la implosión de un régimen llegan con la podredumbre de su Fuerza Armada y cuerpos policiales. Desde hace mucho tiempo -antes de la pesadilla del comunismo decadente de los últimos quince años- nos quejábamos con razón de que algunos policías, agentes de tránsito y guardias nacionales matraqueaban a los conductores; estaba mal y lo reprochábamos. Ahora eso es más que insignificante, activos de la fuerza pública se ven involucrados en asesinatos, secuestros, robos, corrupción y narcotráfico, bajo la mirada complaciente y alcahueta del régimen que deja hacer y pasar impunemente.
Como ciudadanos y pueblo afectado y humillado no podemos calarnos más, y en silencio, que las armas y fuerzas para defendernos se tornen contra nosotros. Tenemos que protestar con firmeza. La calle nos espera.
La situación es más grave cuando los militares tienen cada vez más influencia decisiva en la conducción del Estado, tal como está ocurriendo en Venezuela hoy; oficiales de todos los componentes de la FAN ejercen cargos públicos no militares, con peso decisivo en la administración, ministros, presidentes de institutos y empresas públicas, u otras altas funciones en el cogollo de la burocracia gubernamental.
Concentremos el análisis a solo un caso, por su especial gravedad; veamos el affaire de las narco-maletas que con 1.380 kilos de cocaína salieron de Maiquetía hacia Francia, con la indispensable participación y colaboración de numerosos funcionarios de seguridad militar. En este caso, como en todos, se le ha echado guante a unos pocos roba-gallinas, dejando ilesos a los peces gordos.
Nada nuevo es afirmar que Venezuela está ubicada en un lugar geográfico estratégico para el tráfico de drogas, cara al norte y a la Europa de más allá del Atlántico. Estamos cercanos a los centros de producción del 70 % de la cocaína y marihuana que se genera en el mundo. Próximos a Colombia, Bolivia y Perú. Los narcos tienen una “autopista de la droga” que es el río Orinoco; en sus aguas hay más cocaína que cachamas, más muerte que vida. Por selvas y ríos, y no pocas veces a través de aeropuertos, llega la cocaína para seguir de tránsito a los grandes mercados de consumo, si bien para desgracia de nuestra juventud un porcentaje creciente de esa droga se queda en Venezuela. No es un secreto que los países de tránsito de droga, terminan convirtiéndose en consumidores.
Nadie ignora que Venezuela es el reino del narcotráfico; todos conocen que nuestro país -según estudios internacionales- está entre los dos o tres más corruptos del mundo, y donde la impunidad abre la puerta en grande al crimen y al delito.
La ausencia de independencia de los poderes públicos, y el sometimiento de todas las autoridades a la exclusiva voluntad de Miraflores lleva a la impunidad. Por supuesto que los narcotraficantes saben que la Fiscalía General no llegará al fondo, y que el régimen tapa el narcotráfico con cortinas de humo.
Una de las cosas más absurdas del caso de las maletas de la droga, es que la propia Guardia Nacional es la que está investigando a sus oficiales y otros miembros devenidos narcotraficantes. Aun cuando la institución no estuviere corrompida en sus cúpulas podridas, una investigación de esta naturaleza no se le debe confiar. La situación se torna más grave cuando en el affaire de las narco-maletas hay peces gordos que visten de verde oliva. Este caso bien amerita presión popular. La calle espera por nosotros. Cuando se corrompe la fuerza pública -la fuerza armada y la policía- es hora de que pongan la barba en remojo.
Paciano Padrón e-mail: pacianopadron@gmail.com