Considerar a Capriles como un fiasco no es gratuito, obedece, objetivamente, a la observancia de las resultas de una práctica política que ha estado orientada a intentar satisfacer su obsesiva pretensión presidencial, aupada por los círculos rapaces, pervertidos y avariciosos que lo rodean
En algunos círculos de Miranda se tiende tildar al gobernador Capriles como el “flaco”, en la creencia, suponemos, que de esa forma se está resaltando una cualidad de este ciudadano, cuando, en sí misma, tal connotación sólo recoge una de sus peculiares características físicas, así como en el caso de otras personas que se les puede señalar como “el gordo”, “la flaca”, “el catire”, “el negro”,” la negra”, etc., con lo cual se estarían refiriendo a una condición particular personal más no se les está calificando. Cosa distinta es cuando, en vez del flaco, se habla del fiasco, del fiasco Capriles, en este caso sí se está señalando un atributo, se va a la esencia del personaje en cuestión, se le está cualificando.
Y es lo que acontece cuando se analiza la gestión del ciudadano gobernador, ya no se trata de su delgadez física, por cierto, bastante elocuente, sino de la flacura de su gestión, que a la luz de los resultados puede comprobarse que es un verdadero fiasco, que en nada responde a los verdaderos intereses de los mirandinos y mirandinas. Si bien, todavía, tiene aceptación en ciertos sectores de la población del estado, esto obedece, más que por efectividad en su ejecutoria regional, a la identidad ideológica que dichos sectores mantienen con el proyecto político que encarna el gobernador Capriles; conducta identitaria que los lleva a respaldarlo sin detenerse a medir las consecuencias de su pésima gestión al frente de la gobernación.
Considerar a Capriles como un fiasco no es gratuito, obedece, objetivamente, a la observancia de las resultas de una práctica política que ha estado orientada a intentar satisfacer su obsesiva pretensión presidencial, aupada por los círculos rapaces, pervertidos y avariciosos que lo rodean, más que a atender la responsabilidades que le competen directamente como gobernador, contempladas en la Constitución Nacional.
Para sostener tal aseveración basta con revisar una gestión que resalta por lo anodina e ineficaz, más que por la capacidad de respuesta, como debería ser, frente a los tantos problemas que padece la población mirandina y ante la no satisfacción de sus expectativas. Los problemas de Miranda no son inducidos por ningún factor externo como si ocurre con los problemas de alcance nacional que tiene que enfrentar el equipo de gobierno del Presidente Maduro (la inseguridad, la especulación, el dólar paralelo, el acaparamiento, la inflación, la manipulación mediática, por solo mencionar algunos), en muy alta medida, exponenciados por la acción de fuerzas externas afanadas en desestabilizar el país y derrocar al gobierno bolivariano (remember Chile). En el caso de Miranda, por el contrario, nadie quiere perturbarlo, lo que se aspira es que este gobernador cumpla con sus funciones, que es lo que no hace, sencillamente, porque Capriles no gobierna.
Hay todo un muestrario como para sustentar lo que aquí planteamos, relación que iremos presentando, oportunamente, en entregas sucesivas. Por lo pronto, tomaremos sólo algunas de ellas, por ejemplo, el mismo Capriles, el propio, en el momento en que anunció la inauguración de un mercado para trabajadores/as de la economía popular de Los Teques manifestó que esta era la obra de mayor envergadura de su gestión, que, por cierto, la inició en el 2009 y es ahora, luego de 4 años, cuando la concluye. ¡Válgame Dios! Sin intentar desconocer la significación que tal obra tiene, sobre todo para los 532 trabajadores que va a albergar, la reflexión que cabe es: ¡caramba, flaco, al cabo de 5 años de mandato esto es lo que arrojas como resultado cumbre! ¿Es esa la razón por la que mandaste a brindar con champaña en el acto inaugural? Sí Capriles fuera sensato, el mismo concluiría que esto es un fiasco.
Miente al sector educativo
Pero la languidez de la gestión también se puede demostrar en otras áreas de interés público, como es el caso del sector educativo, en el que crece cada vez más el descontento, tanto en los educadores activos como en los jubilados adscritos a la gobernación, que en total suman unos 15 mil, y ante los cuales ha quedado evidenciado el empecinamiento de Capriles de mentirles, tan es así que el Consejo Consultivo de los Sindicatos Educativos del Estado Miranda, instancia gremial en la que los caprileros tienen mayoría, no le ha quedado otra salida que tener que reconocer que el gobernador y el equipo que le acompaña además de mendaz hace gala de una manifiesta ineptitud. Les hicieron ver que las deudas acumuladas, que la gobernación tiene con ellos, por diversos conceptos, era producto de la negativa del gobierno nacional de bajar los aportes correspondientes para honrarlas, pero, ahora, ya entendieron, por la acción del Consejo Legislativo del Estado Bolivariano de Miranda (CLEBM), que dicha acumulación de deudas es producto de la omisión o de la ineptitud del ejecutivo regional de incorporar tales solicitudes de pago en el presupuesto ordinario; no consignar tales deudas ante la Oficina Nacional de Presupuesto (ONAPRE) implica que las mismas no sean incorporadas o asumidas en la relación de pagos, así de sencillo; queda Capriles ante su propia gente como un mentiroso contumaz o como un provocador de siete suelas o como un inepto que no sabe gobernar. En todo caso como un verdadero fiasco.
… y también a los deportistas
Igual situación se presenta con los deportistas del estado, quienes en reciente reunión, en el eje Plaza-Zamora, denunciaron el abandono en que el Instituto Regional del Deporte ha sometido a los jóvenes atletas mirandinos, lo cual se traduce en el bajo rendimiento obtenido en las últimas competencias en las que les ha correspondido participar, todo ello consecuencia de la falta de inversión en la formación de los atletas y el abandono en que se encuentra la infraestructura deportiva. También en el deporte la gestión del flaco Capriles ha sido un fiasco.
Notas paralelas / Miguel Ugas