Cuando el diplomático venezolano Calixto Ortega llegó a Washington, tenía la difícil misión de reparar una relación bilateral afectada por décadas de desconfianza y retórica incendiaria.
Ortega pareció lograr algún progreso. En junio, se le designó para que escuchara las conversaciones para el intercambio de embajadores por primera vez desde el 2010. Esta fue una razón para tener la esperanza de que naciones con profundos lazos comerciales y culturales pudieran superar sus diferencias.
Pero la semana pasada, Ortega fue llevado al aeropuerto – como uno de los seis funcionarios estadounidenses y venezolanos expulsados en la más reciente ronda de un enfrentamiento diplomático que congeló las esperanzas de una reconciliación.
Lo que sucedió en los meses después de la llegada de Ortega depende de en qué capital se encuentre. Para la acosada administración del presidente Nicolás Maduro, Estados Unidos entabló una serie de provocaciones e insultos diplomáticos en un momento en que ambos países andan con pies de plomo en las relaciones.
Desde Washington, la decisión de Maduro de lanzar la toalla al primer jab a la mandíbula y expulsar entonces a tres diplomáticos de poco sólidos cargos de “sabotaje” es una señal de que busca por chivos expiatorios –no soluciones– mientras su país se hunde en una crisis económica.
La más reciente presión por una representación del embajador tuvo problemas desde el principio. Justo unas semanas después de que los países formaran un comité negociador, la embajadora de EEUU en las Naciones Unidas, Samantha Power, dijo durante una audiencia de confirmación en el Senado que Estados Unidos debería mantenerse “disputando la represión contra la sociedad civil que se lleva a cabo en países como Cuba, Irán, Rusia y Venezuela”.
Desde cualquier punto de vista, los comentarios fueron suaves. Justo dos semanas después, Maduro llamó a EEUU “demente” y “pútrido”, y dijo que “el imperio norteamericano desea espiar y controlar a todo el mundo”.
Pero cuando el Departamento norteamericano de Estado confirmó los comentarios de Power el 19 de julio, Venezuela rompió las conversaciones el decir que éstos eran “infundados” e “irrespetuosos”. “Cuando se retracten, estaremos esperándolos como siempre con una mano extendida y una sonrisa”, dijo Maduro. Pero la disculpa nunca vino, y la mano extendida está ahora apretada.
El que Venezuela se retirara tan pronto es una señal muy elocuente, dijo Patrick Duddy, embajador estadounidense en Caracas del 2007-2010.
“La noción de que pudieran alejarse tan rápidamente de un esfuerzo para reconstruir la relación debido a que no les gustara un pequeño comentario de un simple funcionario –aunque alto– en una audiencia de confirmación alega muy a favor de que ellos no estaban comprometidos con el esfuerzo”, dijo Duddy.
Pero personas que hablaron con Ortega, encargado de asuntos de Venezuela en Washington hasta la semana pasada, dijeron que él tenía órdenes claras.
“Me reuní [con Ortega] en Washington y él ciertamente parecía serio”, dijo Charles Shapiro, embajador estadounidense en Venezuela del 2002 al 2004. “El tenía instrucciones de incrementar las relaciones hasta el nivel de embajador”.