Es razonable que, después de un tiempo estando juntos, se descubran o salga a la luz aspectos de la pareja quete desagraden hasta volverse intolerables, como la vestimenta, sobre todo cuando es exótica, llamativa o provocativa
Aunque, al principio de la relación, podemos ser tolerantes con algunas conductas de la pareja, con el tiempo, esas mismas maneras de comportamiento pudieran molestarlos hasta volverse intolerables. Justo eso ocurre en esa etapa de la relación en que ya no se idealiza a la pareja; se ve tal cual es en realidad, y descubrimos actitudes o comportamientos que pudieran decepcionarnos.
Un ejemplo de lo anterior es el modo de vestir de ella o de él. Por lo general, son los varones los que critican como se visten sus compañeras. En una circunstancia semejante, lo ideal es conversarlo, para, sanamente, llegar a acuerdos que beneficien a ambos por igual, porque, de igual modo, algo habrá desagradable de quien se molesta por la apariencia del cónyuge que el otro u otra tampoco tolere. Por ende, una negociación resultará oportuna para limar las asperezas y salvar la relación.
1.- Luciendo como una
adolescente rebelde
Como tenía buen cuerpo, Ana Lucía usaba la ropa muy ceñida al cuerpo. Por eso, cuando caminaba en la calle, instintivamente, los hombres la seguían con la mirada incluso hasta hacerlo de manera morbosa, aunque ella estuviera acompañada por otro caballero.
Aunque ya no era una pavita, porque ella merodeaba los treinta y déle, Ana Lucía elegía faldas y pantaloncitos cortos como una adolescente rebelde que, sin reservas, muestra lo que tiene. Además de sus atrevidos vestiditos, para despertar mayor provocación, llevaba la cabellera larga muy bien cuidada hasta donde la espalda perdía su nombre.
En el presente, no tenía pareja Ana Lucía. Había terminado con Wilmer, pues, cuando él se molestaba poco le faltaba para golpearla. Lo fue dejando de amar hasta que en una tarde cuando conversaban ella terminó con él sin ánimos de arrepentirse por la decisión tomada.
Después del desencuentro con Wilmer, Ana Lucía decidió tomarse un tiempo para reflexionar, encontrarse a sí misma y poner sus ideas en claro. No obstante, aquel lapso de reflexión no duró mucho, ya que apareció otro hombre en su vida que la hizo olvidarse con rapidez de los malos ratos vividos con aquel personaje para darse una nueva oportunidad en el amor.
2. Cuando la pareja
te saca de tus casillas
Cuando estaba sentada Ana Lucía, sola, meditabunda, en un cafetín cercano a su trabajo, con las piernas medio desnudas, apareció su nuevo amor, Alexis. Apenas, él la vio se le acercó. Ella le dio un vistazo y observó que no estaba nada mal.
Luego, Alexis le sonrió, por lo que él le preguntó si podía brindarle un café para conversar y así hablar un poco de cada uno. Como tenía muy buena apariencia, una sonrisa maravillosa y un porte elegante, la respuesta de Ana Lucía fue un sí instantáneo.
La relación empezó, ahí, mismito, con una taza de café, cuando se inició un diálogo prolongado que culminó en una cita al día siguiente en la que, al unísono, se expresaron cuanto se gustaban, abiertamente, sin complejos y demostrando mucho entusiasmo por ese afortunado encuentro.
Aunque Alexis era muy dulce y tierno con Ana Lucía, había algo que mucho le molestaba de ella. Cuando andaba juntos, tomados de la mano, haciendo público su amor, otros hombres posaban sus ojos en el cuerpo de su novia y él tenía que ignorar aquella situación para no ahuyentarla.
El exhibicionismo de Ana Lucía estaba sacando de sus casillas a Alexis, pues esos varones que terminaban posando su mirada en los senos o piernas de su novia, ignoraban de tajo su presencia a tal punto de que parecía que él no existiera. No obstante, como tenían poco tiempo saliendo, Alexis trató de contenerse, hasta que no pudo más y explotó.
3. Convirtiendo al
otro en la pareja ideal
Un viernes en la noche, cuando Alexis y Ana Lucía salían a bailar, ella eligió una vestimenta que a más de uno le inquietaba y le despertaba no tan buenos pensamientos.
Llevaba esa noche un vestidito cortito, descotado, medio transparente, que hizo que con, brusquedad, él la agarrara del brazo para estallar mientras le vociferara que parecía una callejera. Ella se asustó y huyó sollozando porque no esperaba esa reacción de Alexis.
Alexis siguió y detuvo a Ana Lucía. Cuando ella se calmó, le explicó que no iba a tolerar que más de uno posara su vista en las partes de su cuerpo que exponía a la luz pública sin ningún recato, así que ella tenía dos opciones. Vestirse como una señora de su edad, la primera. O seguir usando esa provocadora vestimenta tal como quería, pero sin él, porque ya estaba cansado de hacer el ridículo, la segunda opción.
Como Ana Lucía amaba a Alexis le prometió cambiar tu atuendo, pero se preguntaba una y mil veces: ¿Por qué ahora tenía que ser distinto, ya que, antes, cuando se conocieron, ella cargaba sus ligeras prendas de vestir y eso más bien a él le fascinó?
A lo anterior Alexis refutó que, en el presente, era diferente, porque ella era su mujer y no una callejera que, incesantemente, esperaba que un cliente la abordara para salvar el día y con este comentario puso en evidencia que detrás de esa crítica había celos, prejuicios y algo de razón, ya que, en varias ocasiones, más de uno en la calle más que piropos le había dicho unas cuantas palabras subidas de tono que ella prefería no oír.
XXXXXXXdespiece
Si te incomoda
demasiado
algo del otro…
*** Es razonable que, después de un tiempo estando juntos, se descubran o salga a la luz aspectos de la pareja que te desagraden hasta volverse intolerables, como la vestimenta, sobre todo cuando es exótica, llamativa o provocativa. Esto tiene su explicación en que siempre hay un deseo de amoldar al otro hasta convertirlo en la pareja que idealizamos.
— A pesar de lo anterior, sin que nos lo sugieran, la mayoría de las veces, a voluntad propia, cambiamos muchos aspectos que desagradan al otro, como nuestra vestimenta, cuando no deseamos llamar excesivamente la atención, para evitar de ese modo discusiones innecesarias, o llegamos a acuerdos sanos en que cedemos en algo esperando que el otro ceda también en lo que nos desagrada.