Para tristeza de todos nosotros, no se teme a la autoridad porque los elementos corrupción e impunidad han demostrado que no se llegará a ninguna sanción, mucho menos se respeta, porque es un valor en extinción que se ha declarado en emergencia ante cualquier figura que debería implicar autoridad
Una de las cosas más peligrosas que pueden observarse en los análisis de gobernabilidad y políticas públicas, es la pérdida de la autoridad frente a los ciudadanos y el empoderamiento pleno de grupos irregulares y delictivos del poder de mando en la sociedad, convirtiendo procesos propios de los gobiernos en actividades que alejan al hombre del concepto de convivencia ciudadana y por ende de seguridad.
Basta echar una mirada a la cotidianeidad para entender de qué estoy hablando. Párese en cualquier esquina donde haya algún policía “cumpliendo funciones” y observará que delante de sus narices los ciudadanos cruzan fuera del rallado, las motos cometen infracciones saltándose semáforos, montándose sobre las aceras, giros indebidos, sin casco, pasajeros prohibidos y más.
Un dramático ejemplo reciente ocurrió en Petare, Municipio Sucre, cuando un grupo de motorizados tomó por asalto el comando de la Guardia Nacional amenazando hasta de quemarlo y agrediendo a los uniformados por la detención de un motorizado. O el paso de más de 1500 kilos de droga a un avión, sin que nadie viera nada. Esto no tiene otra traducción que un desvalor total de la figura de la autoridad, a quien no se respeta, pero tampoco se teme.
No se teme a la autoridad
Hay países donde la figura de la autoridad se desarrolla sobre la base del respeto, desde la escuela y más aún en el seno familiar se transmite la importancia de rendir culto desde el valor respeto a quienes ocupan un cargo policial o militar. En otras ocasiones, propio de las dictaduras más severas, se desarrolla el temor a esa autoridad y por ende los individuos se inhiben de realizar conductas prohibidas por la severidad de la sanción por venir, que se impondrá con absoluta certeza.
Para tristeza de todos nosotros, no se teme a la autoridad porque los elementos corrupción e impunidad han demostrado que no se llegará a ninguna sanción, mucho menos se respeta, porque es un valor en extinción que se ha declarado en emergencia ante cualquier figura que debería implicar autoridad: maestros, policías, militares, autoridades públicas, jueces y hasta padres o representantes.
Las razones sociales son varias, pero también las sicológicas abundan. Comenzando por las últimas pareciera hemos desarrollado un nivel de supervivencia subjetivo que nos aísla de lo social convirtiéndonos en humanos que se van separando de su rol de convivencia y por ende desarrollan un egoísmo particular que los hace entenderse dueños del mundo que los rodea, por ende para qué cumplir la orden, o respetar la norma, si ellos no necesitan de nadie para vivir. Es un desprecio innato y real hacia lo social. Autómatas en nichos que no asumen ninguna imposición, porque ellos harán siempre lo que desean. Las razones sociales derivan, en gran medida, de las que internamente asume el individuo en su visión egoísta de la sociedad, entre estas: no hay confianza en la autoridad, las autoridades no dan respuesta a las solicitudes ciudadanas, la corrupción es la regla, la impunidad se favorece desde la autoridad y además de ello hay un alto número de individuos que ya equipara a las autoridades a los delincuentes. Esto último es absolutamente grave porque nos preguntamos ¿quién manda a quién? Y aunque nos duela la respuesta parece clara: los delincuentes han tomado terreno y someten a las autoridades, no sólo para hacerlas víctimas de cualquier delito común sino para llegar a sus propias redes a través de la compra de voluntades haciendo un daño difícil de revertir en el corto plazo.
Visión ciudadana
La voluntad política es importante, todo esfuerzo que se haga desde el poder es valioso. Lamentablemente si no se acompaña de hechos concretos será en vano y generará más bien frustración ante expectativas no satisfechas.
Ahora en medio de campañas electorales municipales los candidatos deben entender que su oferta no puede ser engañosa, que los ciudadanos no solo necesitan sino que quieren sentir que las autoridades recuperan terreno poniendo fin a los males que aquejan al colectivo, entre ellos la inseguridad. Ninguna sociedad puede desarrollarse de manera adecuada si no hay autoridades que cumplan con sus funciones y que se hagan respetar. Sobre la autoridad recae el peso más trascendente de la institucionalidad, si bien los ciudadanos tenemos un peso importante, todo es un engranaje que implica que la autoridad se interiorice en dos niveles, de adentro hacia afuera de las instituciones y de afuera hacia adentro. El primer nivel implica un trabajo interno importante dentro de las instituciones, particularmente en cuerpos policiales, que ayude a recuperar la creencia interior de qué son autoridades y qué deben hacerse respetar, amén de un impostergable trabajo de autoestima sobre los funcionarios quienes se ven así mismos sin valor ante sus iguales que los irrespetan y ante el colectivo que no los respeta ni los quiere.
El otro nivel implica un ejercicio ciudadano múltiple desde la educación formal e informal para iniciar un proceso largo de recuperación de la visión ciudadana. Ante nuestra pregunta de ¿quién manda a quién? Una sociedad que progrese sobre la base de los derechos ciudadanos no puede más que responder, “manda la autoridad” si la respuesta es contraria ya sabemos que no estamos transitando por el camino adecuado.
TIPS PARA QUE TE DEFIENDAS
1.-Proceso real de depuración de cuerpos policiales y de procesos de captación y formación de funcionarios. En este sentido hay que reconocer el trabajo sincero que han realizado desde la UNES, el Consejo General de Policía y ahora el Viceministerio de la función policial. No obstante el proceso debe ser más radical y profundo en todas las instancias, no sólo la nacional.
2.-Las escuelas deben incluir ejercicios prácticos con los estudiantes desde las edades más tempranas donde se desarrollen actividades que permitan el posicionamiento de la autoridad desde la convicción social, no sólo desde la imposición.
3.-La ley y el orden debe ser parte de la cotidianeidad para ello hay que convertirlo en algo cercano al corazón de los ciudadanos. Nuestra sociedad venezolana es eminentemente emocional, por ende hay que desarrollar estrategias públicas que permitan que el ciudadano abrace a la ley como parte de su vida, con emoción pero también con devoción.
4.-Hay que definir políticas públicas de mediano y largo plazo basadas en los dos niveles de acción que puedan rendir frutos en beneficio colectivo.
Para que te defiendas
Mónica Fernández
Twitter: @monifernandez