Porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación. (Luc 16:15)
Vinicio Guerrero Méndez
Había un hombre llamado Simón, que ejercía la magia, y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande. A este oían, diciendo: Este es el gran poder de Dios, porque con sus artes mágicas les había engañado mucho tiempo. Pero cuando Felipe anuncio el evangelio del reino de Dios y bautizaba en el nombre de Jesucristo, se bautizaron hombres y mujeres y le creyeron. Simón viendo las señales y grandes milagros estaba atónito y también creyó.
Simón había sido un practicante de las “artes mágicas”. El punto es que estaba más íntimamente familiarizado con la hechicería como plan del diablo. Esto nos ayuda a entender su asombro personal cuando Felipe vino y empezó a hacer milagros a través del poder del Espíritu Santo lo que hizo que su magia luciera de principiante.
Simón “creyó y fue bautizado”, por consiguiente era un cristiano; pero, cuando los apóstoles Pedro y Juan llegaron a Samaria para imponer las manos y así recibieran el Espíritu Santo; vio Simón que por la imposición de las manos se daba el Espíritu Santo, sus verdaderos motivos salieron inmediatamente. Esto era magia poderosa y el tenia que tenerla; ¡Ninguna cantidad de dinero era demasiado para pagar por ella! Así que él cometió un gran error e intento pagarles por el “secreto” de su habilidad sobrenatural. Les ofreció dinero, diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo. Entonces Pedro le dijo: ¡Tome su dinero y váyase al infierno con él! Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. No tienes tu parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estas. El Espíritu Santo incito a Pedro a hablar de ese modo, porque Simón no era un creyente genuino y sus acciones lo comprobaron. Respondiendo entonces Simón: Rogad vosotros por mí al Señor, para que nada de esto que habéis dicho venga sobre mí. (Biblia Reina-Valera 1960).
No hay un indicio que Simón se arrepintiera de sus acciones, su sola replica fue una petición para que oraran por él para que Dios no hiciera con él las cosas que Pedro había hablado.
El objeto de la creencia de Simón no era Jesús, como evidencian sus actos, y los comentarios crueles de Pedro. El objeto de su creencia fue la enseñanza y los milagros de Felipe y esta clase de fe no salva el alma. Recopilaciones dicen que Simón y su acompañante Helen, finalizaron en Roma donde su hechicería además de ser más despreciable fue ganando más adeptos e incluso estableciendo un culto. De Simón no conoceremos exactamente toda la vergüenza que trajo al nombre de Cristo pero podemos estar seguros que fue considerable. El diablo sabe lo que hace y es un maestro usando nuestra naturaleza humana en contra de nosotros mismos.