El encanto de la mujer más besada de la Historia

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Millones de personas alrededor del mundo han aprendido reanimación cardiopulmonar o RCP en un maniquí conocido como Resusci Anne. ¿Quién era esa bella mujer del siglo XIX que sirvió de modelo?

El taller Lorenzi es un pequeño refugio de paz y de la antigüedad en el concurrido suburbio parisiense de Arcueil. Y es el último de su tipo. Abajo, los mouleurs o fabricantes de máscaras, crean figuras, bustos y estatuas vertiendo yeso en moldes de la misma manera en que lo han hecho desde que empezó este negocio familiar en la década de 1870.

Pero para estar cara a cara con la historia, hay que subir por unas escaleras de madera polvorientas y llegar a un cuarto sobre el taller.

Es una experiencia inquietante. Colgando en el estrecho ático hay máscaras de poetas, artistas, políticos y revolucionarios: Napoleón, Robespierre, Verlaine, Victor Hugo… la cara robusta, impaciente en vida de Beethoven así como el cetrino y disminuido rostro en la máscara de la muerte del compositor.

Sin embargo, sorprendentemente, de todos los grandes personajes expuestos en el ático de Lorenzi, la máscara más popular es la de una joven. Tiene una cara agradable y atractiva, con la insinuación de una sonrisa en sus labios. Sus ojos están cerrados, pero parece como si tal vez se fueran a abrir en cualquier momento. Es la máscara de alguien sin nombre. Se le conoce sencillamente como la Inconnue, la desconocida del Sena.

Esta es su historia

Su rostro ha inspirado muchas historias.

En algún momento de finales del siglo XIX, el cuerpo de una joven que se había ahogado fue recuperado del río Sena. Como era costumbre en aquellos días, su cuerpo fue expuesto en la funeraria de París, con la esperanza de que alguien la pudiera reconocer e identificar. Al patólogo de turno le fascinó tanto el rostro de la chica de la sonrisa enigmática que le pidió a un fabricante de máscaras que hiciera un molde de yeso de la cara.

Poco después, la máscara empezó a aparecer a la venta y la cara de la joven se convirtió en una musa para artistas, novelistas y poetas, todos ávidos de tejer identidades imaginarias e historias alrededor de la misteriosa mujer, la Mona Lisa ahogada.

A lo largo de los años el poeta y novelista austríaco Rainer Maria Rilke, el francés Louis Aragon, el artista estadounidense Man Ray y el novelista ruso Vladimir Nabokov cayeron bajo el hechizo de la Inconnuesucesivamente y en un momento no había salón europeo a la moda que estuviera completo sin una máscara de la Mona Lisa ahogada en la pared.

Una de las primeras historias en la que aparece es la novela de 1899 «El adorador de la imagen” de Richard le Gallienne, que retrata la máscara como una fuerza malévola que hechiza y finalmente destruye a un joven poeta.

Otros autores han sido más amables. Muchos de ellos narran la historia de una joven inocente del campo que llega a París, es seducida por un amante rico y luego abandonada cuando queda embarazada. Sin nadie a quien recurrir, se tira a las aguas del Sena, como una Ofelia moderna. En la funeraria, su rostro hermoso, ahora pacífico en la muerte, se conserva para siempre con un molde de yeso.

Pero hay otra historia

Millones han puesto sus labios sobre los de Resusci Anne.

Fue otro ahogamiento -o casi ahogamiento- el que le aseguró a la Inconnue un lugar en la historia médica.

En 1955 Asmund Laerdal salvó la vida de su hijo, Tore, sacando el cuerpo sin vida del niño del agua justo a tiempo y despejando sus vías respiratorias. En aquel momento, el noruego Laerdal era un exitoso fabricante de juguetes, que se especializaba en la producción de muñecas y modelos de coches con un nuevo tipo de plástico suave.

Cuando le pidieron que hiciera una herramienta para usar en la enseñanza de una nueva técnica de resucitación llamada RCP (reanimación cardiopulmonar) -la combinación de compresiones y el beso de la vida que puede salvar la vida de un paciente cuyo corazón ha dejado de palpitar-, la experiencia con su hijo unos años antes lo hizo muy receptivo.

Desarrolló a un maniquí de torso o cuerpo entero que simula a un paciente inconsciente que requiere RCP. Laerdal quería que su maniquí tuviera un aspecto natural. Y le pareció que una muñeca femenina sería menos amenazante para los que se estaban formando en las artes de la resucitación.

Recordaba una máscara que colgaba en la pared de la casa de sus abuelos, así que decidió que la Inconnue del Sena sería la cara de Resusci Anne, como se llama el maniquí. Así que si usted es una de las 300 millones de personas que han sido entrenadas en RCP, probablemente ha tenido sus labios presionados sobre los de la Inconnue.

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