Lo llaman circo, aunque es más bien un espectáculo de vodevil. Para estos transexuales chilenos no es solamente una manera de ganarse la vida, sino de formar parte de una familia.
Sus miembros han salido de gira por el país durante más de una década actuando bajo carpas modestas y afirman que su espectáculo sigue siendo un refugio contra la discriminación.
Chile ha sido tradicionalmente un ambiente difícil para los homosexuales. El país recién despenalizó las relaciones sexuales entre gays en 1999.
La matanza brutal de un gay el año pasado suscitó un debate nacional sobre los delitos de intolerancia que derivó en que el Congreso aprobara una ley al respecto. Pero mientras uno de sus atacantes fue condenado a prisión perpetua la semana pasada, otro joven está en coma debatiéndose entre la vida y la muerte luego de recibir una golpiza similar.
Los ejecutantes transexuales suelen ser objeto de burlas y algunos han sido atacados violentamente.
«Las agresiones verbales y los ataques continúan, aun después de la aprobación de la ley antidiscriminación», dijo Vero, de 40 años, uno de los miembros fundadores del espectáculo circense «Fama».
Ganan el equivalente a entre 125 y 140 dólares mensuales, bien por debajo del salario mínimo chileno de 380. Pero dicen que no les importa la paga porque disfrutan de su trabajo y tienen pocos gastos.
«Es el único trabajo que tengo. En otro sitio no me dan empleo porque soy homosexual», dijo Sasha, de 34 años.
Ocho de los 15 viven en el circo, que califican de su «hogar rodante».
«Aquí damos a las chicas alimentos y un sitio donde quedarse. Un lugar para vivir y para desarrollarse como artistas», dijo Vero.
El grupo cuida todo detalle. Los miembros empacan y transportan las carpas y las gradas de madera que usan para acomodar al público. La carpa, que emplazan sobre espacios abiertos, tiene capacidad para 400 personas.
El único acto clásico circense que tienen es un tragafuegos. Hay muchos actos musicales y chistes de doble sentido. AP