Un día, un usuario de Twitter decidió hacer algo que nadie había tratado de hacer antes. Era noviembre de 2006, ocho meses después del lanzamiento de la plataforma. En ese momento, casi todos los que usaban el sitio publicaban sus tuits para que cualquiera los pudiese ver.
Lo que hizo Robert S. Anderson fue dirigir un tuit a una persona en particular usando el símbolo @. Anderson escribió: «@buzz ¿te rompiste el dedo y todavía sigues tuiteando?
Una frase poco profunda que marcó un momento de lucidez. Aunque los fundadores de Twitter crearon un servicio que le permitía a la gente escribir, buscar y seguir a otros usuarios, no estaba claro cómo éste iba a ser utilizado.
El tuit de Anderson ofreció la primera de lo que serían muchas respuestas. Entre otras cosas, Twitter era un servicio de mensajes en el cual responder y dirigirse a otros era un detalle crucial. Se convirtió en un vehículo para establecer una conversación.
Para julio de 2007, el uso convencional de @ se había vuelto oficial. Pero el patrón de adoptar ideas de los usuarios era algo que recién estaba empezando.
Como Zachary M. Seward comentó en un análisis reciente publicado en Quartz Magazine, otras dos mejoras surgirían poco tiempo después: el uso de los llamados hashtags o etiquetas que le permiten a los usuarios enfocarse en un tópico en particular usando el símbolo # pegado al tópico (aparecidas en agosto de 2007 y oficializadas en julio de 2009); y los retuits que permiten compartir vínculos y tuits de otros usuarios.
Los retuits surgieron en abril de 2007 y se reconocieron con un botón oficial en noviembre de 2009.
Así, fue evolucionando una infraestructura que permitía distinguir rumores, noticias de último momento e información sobre famosos, entre otras cosas.
Ahora, siete años después de su lanzamiento, Twitter hizo su entrada en la bolsa de valores.
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¿Qué es Twitter?
La pregunta que surge en este punto -dejando a un lado cuales serán las ganancias y las pérdidas que generará- es qué futuro le espera a un medio que ha contribuido a definir las etiquetas digitales de los últimos cinco años y cuya evolución ha sido impulsada mayormente por las innovaciones de los usuarios.
Suponiendo que esta tendencia continúe, ¿cómo se verá Twitter en una década?
La respuesta depende de cómo definamos a Twitter. ¿Es una red social? No al estilo de Facebook, que alienta a sus usuarios a registrar cada aspecto de sus vidas. Pero depende por completo de la lealtad y el contenido de los usuarios para sobrevivir. ¿Es algo así como un blog? Sí, a veces, pero esto no refleja cómo la particularidad de los mensajes que no deben superar los 140 caracteres de un tuit.
Los dueños de Twitter lo describen como «una plataforma global para expresarse públicamente y conversar en tiempo real». Esta definición llena numerosos casilleros en pocas palabras y se acerca a una descripción de la plataforma tal y como la conocemos, aunque no logra condensar esa mezcla entre micro y macro de las comunicaciones.
«Twitter se ha convertido en un nuevo paradigma para observar el flujo de las reacciones humanas: una manera de escuchar qué está pensando el mundo«
Más allá de la libre expresión y la conversación, Twitter se ha convertido en un nuevo paradigma para observar el flujo de las reacciones humanas: una manera de escuchar lo que está pensando el mundo.
En cualquier momento uno puede sintonizar y escuchar los pensamientos de la humanidad, ya sean sobre las revoluciones en Medio Oriente o los escándalos de los famosos en Estados Unidos.
La historia de la próxima década será, en parte, la puesta en juego de esta lógica: la suma de sentimientos públicos y las reacciones que generan a escala masiva. La «twitterización» de todo, desde las noticias hasta la investigación psicológica, ya está en marcha, con sus actualizaciones presentes de forma constante en cada vez más pantallas.
De hecho, es imposible escapar a la presión de todos estos pensamientos, opiniones y experiencias. Podemos buscar formas para evitar esta marea constante de palabras, pero su influencia permanece, moldeando todo lo que se reporta y debate. Participar en una conferencia, mirar las noticias en vivo por la televisión, acceder a la información completa de más y más eventos significa mantener un ojo en las actualizaciones de la audiencia, y esto es sólo el comienzo.
Nueva lengua
Otra área en la que Twitter seguirá cambiando en los próximos años es en el lenguaje. Históricamente, la escritura ha ido detrás del lenguaje hablado: codificando y registrando estos procesos evolucionarios que tienen lugar primero cara a cara. Hoy, estamos invadidos por neologismos y convenciones que no tienen expresión verbal. ¿Cómo expresar, si no es en una pantalla, marcando como favorito, nuestra aprobación de las palabras de otro usuario o la ironía de #LoQueEstoyPensadoAhora?
«Si Twitter va generar no solo chismes sino también algunas de las conversaciones más importantes sobre cómo organizar y gobernar nuestras sociedades, necesitamos estar preparados.«
No dejaremos de introducir prácticas como éstas en Twitter. Las etiquetas ganarán prestigio o caerán en desgracia junto con las subculturas de las jergas, las referencias y la interacción. No faltarán sorpresas. ¿Quién hubiese pensado que las etiquetas se convertirían en una parte inherente de la cultura contemporánea, un fragmento taxonómico alrededor del cual compartimos y dejamos en evidencia aquello que nos fascina?
Quizá la única certeza sea la impaciencia tribal con los recién llegados y desconcierto entre los más rezagados.
Para 2023 -después de casi dos décadas de exposición- es probable que nuestro pensamiento haya registrado estas influencias. ¿Nunca se sorprendió pensando en forma de tuit? Para muchos usuarios frecuentes, la respuesta es, ocasionalmente, sí. Antes sólo les pasaba a los políticos y a los oradores eso de comunicarse con frases típicas de los discursos. Ahora, nos llegó el turno a nosotros, seducidos por el murmullo de una docena de retuits, y la posibilidad de compartir el mismo gran escenario de nuestros líderes, ídolos, amigos y enemigos.
Si Twitter va generar no sólo chismes sino también algunas de las conversaciones más importantes sobre cómo organizar y gobernar nuestras sociedades, necesitamos estar preparados.