Jesús Catica no ha logrado dilucidar la causa del accidente que lo alejó de su trabajo, su tierra y su esposa y dos hijos hace siete años.
«No sé por qué», dice, «pero de repente mis dos compañeros saltaron y yo seguí con la moto, me pegué con una roca y me rompí la cervical».
Cuando despertó su cuerpo ya se encontraba en el mismo estado que lleva desde entonces: dormido.
Su historia se parece mucho a la de miles de motociclistas -o motorizados, como les dicen en Venezuela- que se accidentan a diario en este país.
«Venezuela se desangra»
Venezuela está en el noveno puesto de la lista de la Organización Mundial de Salud de los países donde más accidentes de tránsito ocurren al año. En América Latina, solo República Dominicana registra más siniestros.
Alrededor de 7.000 personas mueren al año en accidentes de tránsito en Venezuela, según diferentes estimaciones. Y, de ellos, la mayoría involucran a un motociclista.
De acuerdo con el Centro de Investigación en Educación y Seguridad Vial (Ciesvial), una organización no gubernamental venezolana que estudia este tema, 70% de las personas que entran a hospitales por accidentes de tránsito son motociclistas.
La misma entidad, que entre otras tiene una popular emisora de información vial, estima que tres motorizados mueren y 95 resultan heridos al día en Venezuela.
Y, como Jesús, un poco más del 50% de ellos están entre los 20 y 30 años de edad en el momento del accidente.
Quizá lo que hace el caso de Venezuela diferente al de países donde las motos son un problema de salud pública -como en Brasil o Vietnam, por ejemplo- es que la cifra de muertos en motos ha crecido en los últimos años.
Según el Ciesvial, que corrobora sus cifras con análisis de hospitales y centros de asistencia, unos 2.300 motorizados han muerto este año, al que aún le faltan los meses de mayor riesgo. El año pasado fueron 2.100 y, en 2011, menos de 2.000.
Las causas son innumerables, pero según el director del Ciesvial, Darwin Figuera, «las principales son la alta velocidad y la ingesta de alcohol, sobre todo los fines de semana y por las noches».
La situación, pues, es crítica, tanto es así que los medios locales, cuando hablan del asunto, no dudan en decir que «las carreteras venezolanas se están desangrando».
Problema de salud pública
El doctor Leobaldo Matos lleva años trabajando como traumatólogo en diversas unidades de urgencias y tiene un consultorio en el Centro Médico Loira de Caracas.
En entrevista con BBC Mundo, pide que nos sentemos, y que miremos una foto que tomó con su celular. La imagen muestra la pierna quemada, descuartizada y desangrada de un niño de 12 años que se accidentó con su padre.
Matos la tomó horas antes de la entrevista, y dice: «Y esto es así todos los días».
Para el doctor, así como para muchos otros médicos que han sido citados en los medios de comunicación recientemente, las motos son un problema de salud pública.
Y esto, explica, sucede por varias razones. Primero, las fracturas por accidente de moto suelen ser abiertas, de alta energía, e involucran miembros complejos de tratar como el fémur y la tibia, que con dificultad se pueden recuperar en su totalidad.
Segundo, el tratamiento de estas lesiones necesita de intervención inmediata, por lo que las cirugías pautadas del día suelen ser relegadas «hasta quién sabe cuándo». Además, continúa Matos, son cirugías que necesitan de materiales muy costosos y de seguimiento y terapias frecuentes.
Con esto, y añadido al hecho de que muchos de los motociclistas que llegan al hospital con estas lesiones no suelen tener dinero para pagarse el tratamiento, «el sistema de salud colapsa».
¿»Plaga»?
Las cifras del número de motos que hay en Venezuela suelen variar mucho, en parte porque no todas están registradas. Mientras que el Instituto Nacional de Transporte Terrestre (INTT) dice que hay cerca de un millón, el Ciesvial estima que hay dos.
Las importaciones y ventas de motos han crecido significativamente en los últimos años gracias a los convenios que se han firmado con China. Desde 2008, cuando entró en vigencia una política que promovió la instalación de fábricas y ensambladoras, se han vendido cerca de 2 millones de motos, con un crecimientos del 40% al año en las ventas, según la Asociación de Industriales, Fabricantes y Ensambladores de Motociclos (Aifem).
Sin embargo, al mismo tiempo las importaciones de repuestos no han podido suplir la inmensa demanda, por lo que el robo de motos está disparado: el 65% de las denuncias que recibe la División de Vehículos corresponde a robos de motocicletas.
Una parte de la mala fama de los motorizados tiene que ver con que la mayoría de los crímenes que se comenten en Venezuela, que son muchos, tienen que ver con una moto o un motociclista.
La otra causa de su mala reputación, que lleva a muchos a llamarlos «una plaga», es que -como es usual oír a un taxista decir- «hacen lo que se les da la gana».
Diferentes iniciativas de ley se han planteado en busca de regularizar a los motorizados: para que se identifiquen mejor o anden por zonas específicas. El 5 de octubre de 2011 se decretó una ley del motorizado, que sin embargo aún no se ha implementado.
El mes pasado, y en medio de una dura polémica, el estado del Táchira decretó una ley que prohíbe la circulación de motos luego de las 10 de la noche de lunes a jueves y después de las 9 de la noche los viernes y fines de semana. Los accidentes, según la gobernación, se redujeron un 95%.
Algunos creen que la impunidad que aparentemente caracteriza a los motorizados se explica por su influencia electoral en diferentes sectores de la población. «Políticamente», dice Figuera, «no es conveniente atacarlos».
«Pero el problema no son los motorizados», añade, «sino los carros y los buses también, porque en Venezuela somos todos motorizados montados en diferentes vehículos».
«El problema», concluye, «es que no hay cultura vial; somos débiles en la educación, el control y la sanción».
El casco
Jesús llegó a Caracas hace un par de años después de que Alexis Tovar -director de una de las asociaciones de motorizados más reconocidas de Caracas, El Frente Nacional Franco Arquímedes- lo trajo desde su natal Trujillo.
Duerme en una habitación pegada al garaje de la sede del Frente, que está decorado con todo tipo de iconografía chavista.
Tovar lleva años dedicado a promover una nueva conciencia vial. Lo acompañan otros activistas, que escriben códigos de ética del motorizado y canciones de salsa que dicen, entre otras, «ponle el casco a la jeva (chica)».
Apenas el 65% de los motorizados en Venezuela llevan casco y el 95% de los cascos son de mala calidad, según Ciesvial. Y ahí, para Tovar, radica el problema.
«Los estamos incentivando a que al menos se los abrochen», dice. «Y, si pueden, a que compren un casco integral o semi-integral».
En efecto, el casco que usan los motociclistas en Venezuela -conocido como «Sandoval»- no cubre ni la cara ni el cuello. Parece más un casco de bicicleta.
«Les gusta porque es mucho más fresco», explica Tovar.
En cualquier caso, Jesús dice que habría recibido con gratitud los consejos de Alexis. Porque el día del accidente no llevaba casco.
BBC Mundo