Nos toca un proceso electoral en pocos días y es un insulto ciudadano ver, ahora sí, cuadrillas de obreros pintando aceras y tapando, casi con plastilina, uno que otro hueco que ya son patrimonio cultural e histórico de la ciudad
He observado la ciudad con más detenimiento en los últimos días, no por andar de paseo, sino que las largas colas y atascos capitalinos provocan que el vehículo detenido nos permita mirar alrededor, para encontrar desagradables muestras de lo que ha sido un deterioro ya insostenible de la capital de nuestro hermoso país.
¿Qué nos pasó?
Con mucha tristeza y un profundo pesar ciudadano, siento que nos hemos desvinculado por completo de ella, no nos duele, no nos importa y quizá ella tampoco nos importa a nosotros. En recorridos de punta a punta desde Sucre y hasta Libertador lo único que rodea a gran parte de Caracas, con felices y aisladas excepciones, son: huecos, basura, colas, gente en largas filas comprando con descuentos, peatones que cruzan por cualquier lado, carros cuyos conductores se insultan por tratar de pasar primero, gente mal vestida, perros deambulando, personas con discapacidad mental pidiendo en las esquinas y una larga lista de cosas que ustedes seguro podrán ir agregando.
La gran pregunta es ¿qué nos paso? ¿En qué momento cedimos nuestros derechos a la nada y nos convertimos en autómatas transitantes de una ciudad que nos es ajena, lejana, distante?
Vamos como autómatas
No hablamos de política, ni de partidos, que ya bastante deteriorados están. Hablemos de los ciudadanos. Sí nosotros esos que tenemos derechos a una ciudad que funcione, a una ciudad que nos respete, a una ciudad que cumpla con normas de seguridad, sanitarias, peatonales, de tránsito. Lamentablemente nos hemos acostumbrado al deterioro como parte de la involución ciudadana sin darnos cuenta del daño tan trascendental que esto está provocando.
Estamos perdiendo, abandonado, el ejercicio de la ciudadanía y quien no es ciudadano en su propio suelo, no es nadie, ni ante si mismo, ni ante el Estado, ni ante ningún gobierno nacional, estadal o municipal. Acompañando este deterioro adornan, o más bien desadornan, los cientos de afiches electorales de los aspirantes a alcaldes y concejales, además de alguno que otro adorno de Navidad, estos últimos hechos con un pésimo gusto, sin durabilidad para ser expuestos al sol, viento y agua, quien sabe cuánto habrá costado poner tanta fealdad junta en los árboles y las aceras de alguno de nuestros municipios.
Es sencillo, nada nos importa, vamos como autómatas brincado las aceras rotas, cruzando por donde alguna vez hubo un paso de peatones que ya no está pintado. Si se desplaza en su vehículo recordará mil veces a la familia de alguna autoridad porque todo absolutamente todo el pavimento está destruido.
Me pregunto yo: ¿dónde está el petróleo venezolano? ¿dónde está la inversión presupuestaria de mantenimiento y atención de los espacios públicos? Y en todo esto, señores, no se salvan ni los unos ni los otros, partidistamente hablando. Nos toca un proceso electoral en pocos días y es un insulto ciudadano ver, ahora sí, cuadrillas de obreros pintando aceras, sembrando matitas, y tapando, casi con plastilina, uno que otro hueco que ya son patrimonio cultural e histórico de la ciudad. Pero las dudas me surgen de observar la inercia ciudadana, todos como borregos seguimos tolerando cada una de esas cosas que no es más que un irrespeto burdo a nuestros derechos como habitantes de un municipio, en definitiva como ciudadanos de esta República.
Basta de tolerar todo en forma silente
Las calles son el reflejo exacto de nuestras vidas, de lo que somos como ciudad. Botan papeles en el suelo, sacan la basura a lo que alguna vez fue un container recolector que hoy está rebosado al punto que la basura ocupa medio canal de la vía, generando entonces que con la lluvia y los perros callejeros se disperse provocando lentitud en el tránsito, pero nada pasa, nadie dice nada. Estamos demasiado ocupados haciendo cola para comprar zapatos deportivos de marca y neveras con rebaja. Probablemente los zapatos sean necesarios para brincar de calle en calle porque ya no hay aceras, ni se respeta el paso peatonal.
Las neveras también resultarán importantes si consigue lo necesario para meter dentro de ellas. Indignación sentía al ver colas de cientos de personas frente a un supermercado porque había llegado un lote de papel higiénico o leche líquida. La gente ríe, se cala la cola por horas, se saca fotos como si hubiese logrado un gran triunfo.
Basta de bromas por Dios, basta de tolerar todo en forma silente. La peor desgracia de un país es el silencio cómplice de ciudadanos que olvidan sus derechos y con un asombroso conformismo se acostumbran a que el deterioro sea parte de sus vidas como si mereciéramos lo peor de lo peor.
Ciudades se parecen a sus ciudadanos
¿En qué cabeza cabe que en un país petrolero tengamos que publicar por Twitter como servicio público dónde hay leche o papel higiénico? Sumado a todo eso observen a las personas a su alrededor, hay un proceso visible de obesidad en mujeres, producto de una mala e inadecuada alimentación. El deterioro de la ropa, del cabello, de sus manos, sus pies, en algunas muchas mujeres es muy preocupante porque la venezolana no es eso que estamos viendo en nuestras calles.
Obviamente no estoy hablando de todas, ni de las que más tienen, ni de aquellas que no pierden el glamour ni en las peores circunstancias. Sólo describo una generalidad, pues la presencia física es una muestra clara de la destrucción de la autoestima, el que no se quiere ni se arregla, menos aún va a querer y a arreglar su ciudad. Las ciudades se parecen a sus ciudadanos, a la mayoría de ellos. Esta indolencia es abrumadora, entristecedora, preocupante, porque la siembre de una cultura de lo peor, de lo conformista, de “esto es lo que hay”, de “esto es así que más nos queda” nos está pudriendo el futuro y no reaccionamos y no nos damos cuenta.
Ahora vienen elecciones, luego navidad, después la resaca de la Navidad, la pelazón de enero y rapidito los carnavales, y así vamos de fecha en fecha calendaria sin que reaccionemos. Ojalá que en votos, por lo menos en la Gran Caracas, los ciudadanos puedan plasmar su descontento con aquellos que no han hecho una buena gestión. Lo positivo, lo válido, lo que sea esperanza, es plausible, pero es lo que menos se ve, no se perciben aires de mejoría, de estímulo.
Creo en la capacidad del venezolano, en su gallardía y en la posibilidad de recuperar su autoestima y en no sólo exigir sus derechos, sino en también cumplir con sus deberes, mucho de lo que ocurre es nuestra responsabilidad por acciones inadecuadas y por omisiones imperdonables. La excelencia debería ser un valor principal de los venezolanos.
Tú decides
Cuando se cree en la excelencia se lucha por ella, empezando por la excelencia personal y luego por la excelencia colectiva. Para ser excelente hay que exigirse y hay que exigir a otros respeten nuestros derechos. Si la cola, la basura, la búsqueda de alimentos, la pelea, los gritos, las armas, el cruzar por donde no se debe, el manejar sin cumplir las normas de tránsito, el desarreglo personal, el irrespeto, el conformismo, la dejadez, la pérdida de tus derechos, el silencio como resignación y más….ya forman parte de tu vida, siento mucho decirte que eres parte de un deterioro que mereces y que padecerás hasta que no reacciones. Yo soy excelencia, doy excelencia, exijo excelencia y lucho por aportar a ella. Tu decides CIUDADANO.
Para que te defiendas
Mónica Fernández