Steve Vai, que se convirtió en solista después de que tocara con la banda de Frank Zappa, alguna vez describió a su guitarra como «la voz de mi corazón», en momentos de depresión, euforia y «amor divino. He llorado, gritado, rezado y sangrado con ese instrumento»
A veces una fotografía vale mil canciones.
El libro de gran tamaño «108 Rock Star Guitars» (Glitterati Inc.) demuestra que los instrumentos de seis cuerdas que han pertenecido a grandes artistas o acompañantes musicales pueden lucir tan bien como suenan.
Este proyecto que la fotógrafa Lisa S. Johnson concretó después de 17 años beneficiará en parte a la Fundación Les Paul.
Paul, el músico-inventor consagrado en el Museo-Salón de la Fama del Rock, escribió el prefacio antes de su fallecimiento.
¿No es fanático de las guitarras? No se preocupe.
Cualquiera puede disfrutar del mundo de brillo y glamour donde residen estas preciadas posesiones.
Los instrumentos (al que les ponen nombres como Baby) evocan la ternura de músicos machos. Sin embargo, alguna de estas bellezas han visto más acción que una estrella del patín: exhiben los arañones y manchas de sudor para mostrarlo.
La autora, que creció en el seno de una familia de músicos, subraya el apego emocional de los artistas hacia sus instrumentos.
«No creo que un músico serio considere su instrumento un objeto inanimado», dijo Tom Scholz, del grupo Boston, a Johnson.
Steve Vai, que se convirtió en solista después de que tocara con la banda de Frank Zappa, alguna vez describió a su guitarra como «la voz de mi corazón», en momentos de depresión, euforia y «amor divino. He llorado, gritado, rezado y sangrado con ese instrumento».
El libro elogia a los fabricantes de instrumentos, llamados luthiers, a los técnicos, junto con las guitarras.
El aprecio de los instrumentos como arte visual es un concepto antiguo.
«Pueden evocar estatus, identidad o indicar acontecimientos, sagrados o profanos», comenta J. Kenneth Moore, curador de Frederick P. Rose a cargo del Departamento de Instrumentos Musicales en el Museo Metropolitano de Arte en la Ciudad de Nueva York.
«Se convierten en obras de arte sonoras, tangibles, que cuentan muchas historias de la vida y a veces de aquellos que las utilizaron», dijo.
AP