Nicolás Maduro afronta el domingo elecciones municipales -elevadas por la oposición a la categoría de referéndum sobre su gobierno- sólo siete meses después de haber ganado por un pelo la presidencia del país con las mayores reservas petroleras mundiales.
El heredero de Hugo Chávez, en picada en los sondeos hasta octubre, tomó el guante del desafío -sin jamas aceptar el carácter plebiscitario- y tras definirse como «Presidente Justiciero», lanzó una ofensiva que forzó la baja de precios de televisores, zapatos o tornillos, censó comerciantes y amenazó con prisión a díscolos.
Sondeos privados a los que tuvo acceso la AFP detectaron que la panoplia de medidas populistas, que apuntan básicamente a la clase media, habrían frenado la caída de la intención de voto de los candidatos oficiales e incluso revertido la tendencia.
«Maduro aparece por primera vez gobernando. Ahora al discurso lo acompaña la acción, se lo ve como un presidente, que puede estar tomando una acción que quizás no te gusta, pero que tiene el toro por las astas», explica a la AFP desde una punto de vista diferente el politólogo Luis Vicente León.
En 2013, Venezuela derivó a una inflación de 54%, escasez puntual de bienes básicos e incertidumbre que presionaba sobre el dólar en el ilegal mercado paralelo, donde llegó a cotizar nueve veces más que el oficial. «Y ocurre la paradoja más loca: quien toma ventaja de la crisis es Maduro», agrega León.
«En estas elecciones va a tener mucho más peso lo que ha ocurrido en el aspecto económico (…), que ha hecho crecer la confianza en los líderes políticos», coincide Miguel Velarde, director de la consultora Alpha Politikos, interrogado el jueves por el diario El Mundo.
Una victoria del oficialismo –conciden analistas– ratificaría la legitimidad del presidente, cuestionada desde su elección en abril por los opositores, lo que llevó al país a una polarización extrema.
Encrucijada opositora
Pero estos comicios son también una prueba de fuego para una oposición multipartidaria que hace años busca caminos para enfrentar la hegemonía del proceso iniciado en 1999 por Chávez.
Fue la oposición que instaló la idea del carácter decisivo para el destino venezolano de estas 337 elecciones comunales en las que se eligen autoridades cuyas facultades apenas llegan a la recolección de basura, el alumbrado público, parte de la seguridad y casi nada más.
La cabeza visible opositora, Henrique Capriles –quien perdió las presidenciales de abril por apenas 1,5% de votos– no ha cejado en su idea de transmitir que este domingo constituye una bisagra en el futuro venezolano.
«En este momento histórico que vive el país es obligatorio salir a votar el domingo. Tenemos que ser disciplinados con nuestro sentimiento de cambio y expresarlo de forma contundente», insistió Capriles el miércoles en uno de los últimos actos de campaña en el estado de Falcón.
Pero llegar a un resultado victorioso requiere varios éxitos, el primero que la oposición, que apenas controla poco más de medio centenar de alcaldías, logre muchos triunfos y pueda exhibir la noche del domingo un mapa venezolano más equilibrado.
Las huestes de Capriles, cuyo bastión tradicional son las grandes ciudades, en la última presidencial se impusieron en 90 distritos y se han fijado como meta llegar controlar un centenar de alcaldías (el doble que hoy), lo que dejaría al chavismo, de todas maneras, con más de 230.
Joyas de la corona
Pero el gran desafío opositor está en su descarnada batalla para retener las dos joyas de la corona: la superalcaldía de Caracas Metropolitana (que se superpone con el territorio de cinco alcaldías) y la petrolera Maracaibo, segunda ciudad del país.
En la Metropolitana de Caracas (2,4 millones de votantes) el opositor al chavismo Antonio Ledezma busca su reelección -en una batalla que los sondeos anticipan de difícil pronóstico– frente al periodista Ernesto Villegas, hasta hace unos meses ministro de Comunicación.
Más difícil para los cobijados bajo la tienda amarilla opositora es la situación en Maracaibo, donde la alcaldesa Eveling Trejo –candidata designada sin primarias y esposa del ex gobernador y conspicuo antichavista exiliado Manuel Rosales– aparece en desventaja frente al joven Miguel Pérez Pirela.
El candidato del gobierno nacional es un filósofo de 36 años educado en Francia y convertido –antes de su desembarco en política– en un muy popular conductor de un programa en la televisión gubernamental.
Villegas y Pérez Pirela no son las únicas figuras a las que recurrió el chavismo, y entre sus aspirantes a alcaldes aparecen los ex beisbolistas de grandes ligas norteamericanas Magglio Ordoñez y Antonio El Potro Alvarez, un conductor de reality shows (Winston Vallenilla) y al menos cuatro exministros.
Pese a tanto despliegue, el gobierno rechaza la idea del plebiscito y explica, por la voz del canciller Elías Jaua, que si está batallando tan duro es «para que el presidente pueda contar con alcaldes que lo ayuden a consolidar y transformar la vida de la gente».
AFP