Veintiuna salvas y el paso de una escuadrilla de aviones militares saludaron el traslado de Mandela al lugar donde fue enterrado, en Qunu, en la provincia de Cabo Oriental (sudeste), en un domingo soleado y hermoso.
Los funerales y el traslado al camposanto, en la hacienda de la familia Mandela, tuvo carácter de Estado: el féretro estuvo envuelto en la bandera sudafricana y custodiado por militares.
Luego, el entierro fue privado y bajo los ritos de la etnia xhosa.
Antes, se celebró un funeral en una gran carpa en la hacienda Mandela al que estaban invitadas 4.500 personas.
Un gran retrato suyo presidía el estrado, y a sus pies 95 velas estaban dispuestas en dos filas, en forma de media luna.
«Recuerdo al hombre alto, saludable, fuerte, al boxeador», dijo a los dolientes su amigo íntimo Ahmed Kathrada, que pasó con él 18 años en la prisión de Robben Island y que pronunció un emotivo discurso. «Caminamos codo a codo por el valle de la muerte, siempre apoyándonos […] He perdido a un hermano, no sé con quien hablaré».
Su nieta Nani evocó al abuelo íntimo, «un gran narrador de historias» que además les recordaba sus obligaciones «para prepararnos para ser mejores en la vida».
En la ceremonia se interpretó el himno nacional y las canciones «Lizalis idinga khalo» («Cumple tu promesa») y «Jerusalem likhaya lami».
Entre los asistentes estuvo finalmente el arzobispo y nobel de la paz Desmond Tutu, viejo amigo de Mandela, que el sábado decía no haber sido invitado, la viuda Graça Machel y su segunda esposa, Winnie Mandela.
También asistieron el activista y reverendo estadounidense Jesse Jackson, el magnate británico Richard Branson, el ex primer ministro francés Lionel Jospin, el político norirlandés Gerry Adams, la presentadora de televisión estadounidense Oprah Winfrey y los actores Forrest Whitaker e Idris Elba, que encarnó a Mandela en la gran pantalla.
El líder sudafricano, muerto el 5 de diciembre a los 95 años, fue enterrado después del funeral en una ceremonia íntima que se celebra bajo el rito de la etnia xhosa, que incluyó el sacrificio de un buey.
La familia, amigos, viejos camaradas de lucha, militares y líderes tribales asistieron a la sepultura. En total, unas 450 personas entre las que estaban Branson, Tutu y Winfrey.
En todo el país se instalaron decenas de pantallas gigantes para seguir las honras.
Pascal Moloi, de 52 años, había llegado desde Johannesburgo recorriendo diez horas de viaje para verlo en Qunu.
«Desde que murió, he querido recorrer este viaje con él», explicó con el hermoso valle de Qunu al fondo.
Moloi dijo que prefería estar con la gente que con los dignatarios en la carpa. «Queríamos estar aquí, con la gente que vive aquí», explicó con el hermoso valle de Qunu tras él».
La familia irlandesa Solan estaba de vacaciones en Sudáfrica y decidió también acercarse a Qunu.
«Es muy triste para mí porque en escuela siempre aprendemos cosas sobre gente famosa y Madiba era el más famoso», explicó Luc Solan, de 9 años.
Un grupo de curiosos se concentró frente al control policial que da acceso a la finca de los Mandela con la esperanza de que los dejaran entrar.
«He estado aquí desde ayer. He dormido en la furgoneta», explicó Nomvula Luphondo, una profesora de 44 años.
«Quizás me dejan pasar. Sería bonito decirle adiós» añadió Luphondo, que llevaba la camiseta de la selección sudafricana de rugby, los Springboks.
Volver a la patria chica
Hace casi 90 años el niño Nelson Mandela correteaba por las calles y el paisaje verde y ondulado de Qunu en el que descansará este domingo.
Rolihlahla Mandela, su nombre original, vivió ahí hasta los 9 años, muy cerca del lugar donde había nacido, Mvezo.
«El pueblo de Qunu estaba situado en un valle verde, estrecho […] Allí no vivían más que unos pocos cientos de personas», explica Mandela en sus memorias, «El largo camino hacia la libertad».
Cuando Mandela era niño, le asignaron un nombre europeo en la escuela. Le llamaron Nelson, «quizás tuvo algo que ver con el gran almirante inglés», decía Mandela.
Tras la muerte de su padre, la madre de Mandela decidió que su porvenir estaba en otro lado y lo mandó a criarse con «el regente» de la tribu. Luego vendría un periplo extraordinario: los años de formación y trabajo en Johannesburgo, el activismo político, la cárcel, la presidencia, los honores y la muerte.
Pero Mandela nunca olvidó Qunu y volvió y se construyó una casa en cuya tierra será enterrado este domingo.
«Qunu era todo lo que conocía y lo amaba del modo incondicional en que un niño ama su primera casa».
«Estaba más de luto por el mundo que dejaba atrás que por mi padre…», unas palabras que resonaban este domingo en el lugar donde se cierra un capítulo extraordinario de la historia de Sudáfrica. AFP