El 8D contiene muchísimas lecciones y enseñanzas: En medio de una crisis económica espantosa y de una situación de aguda violencia social, exacerbada por el gobierno con lo que hace y también con lo que deja de hacer, el pueblo venezolano reiteró su decisión de usar el arma del hombre libre, el voto, como instrumento y camino para dirimir diferencias y construir convivencia. Queda por ver si los dirigentes políticos de uno y otro sector tienen la calidad necesaria, la estatura indispensable para ver entender esas lecciones, asimilarlas y actuar en consecuencia.
Las victorias son como los chistes…
…si tienes que explicarlas es porque no funcionan! Eso es lo que le ocurre al gobierno: Empeñado en presentar los resultados del 8D como una “victoria”, el madurismo (fase terminal del oficialismo) no termina de comprender que su derrota la empezó a construir él mismo mucho antes del 8D: Cuando le impusieron a la base chavista candidatos que no tenían nada que ver ni con el municipio, ni con la lucha social, ni con la actividad política; Cuando desterraron de la campaña electoral el color rojo, conscientes de que restaba en vez de sumar; Cuando decidieron que NINGÚN candidato en ningún municipio del país apareciera en un afiche o en una foto de campaña con Maduro, porque se “rayaba”…
Cuando asumió esa campaña vergonzante, la burocracia del chavismo sin Chávez admitió públicamente que iba hacia una derrota, la cual se vio confirmada por unos resultados claros en su crudeza: el PSUV sale del 8D con menos alcaldías y menos concejales de los que tenía antes, controlando municipios en los que vive una población total mucho menor que la que vive en los municipios controlados por la oposición y enfrentando un panorama nacional en que los votos sumados de todas las opciones distintas al oficialismo suman casi el 52 por ciento del voto popular, mientras que el oficialismo y sus aliados redondean sólo el 48 por ciento del voto emitido. Dicho en otras palabras: El 8D el oficialismo se graduó de minoría. Por eso es que Maduro tiene una semana hablando de una “victoria” que en su bando nadie celebra…
Esa “derrota” que sólo los miopes logran ver…
La madrugada del lunes 9 de diciembre y los días siguientes nos presentaron en el ámbito de la Unidad Democrática una situación curiosa, poco frecuente: Un pueblo democrático haciendo una lectura correcta, proactiva, resiliente, de los resultados electorales, y algunos “dirigentes” democráticos empeñados en inventar “derrotas” allí donde el país opositor solo ve avances y un punto de partida mucho más alto y sólido para futuras luchas. Eso en realidad no es casual: 2014 es un año sin elecciones, y buena parte de nuestra clase política opositora está diseñada, formada y entrenada únicamente para la dimensión electoral de la política. Cuando no hay elecciones entran en una especie de letargo, de hibernación, pero sólo a los efectos del público, de lo que trasciende hacia la calle: En realidad, durante esos periodos de “meseta” electoral suelen desatarse al interior de las organizaciones políticas las pugnas (muchas veces “a cuchillo”) por el liderazgo.
Por eso no tiene nada de extraño que tras el 8D “dirigentes” opositores en vez de orientar al pueblo en la correcta lectura de los resultados, ubicando los logros obtenidos, las carencias aún por resolver y sobre todo perfilando los nuevos retos a enfrentar, hayan sido vistos cuestionando injustamente el desempeño de la Mesa de la Unidad Democrática y el liderazgo de Henrique Capriles, cuando todo el mundo sabe que los avances logrados se obtuvieron precisamente por la Unidad construida y por el liderazgo de un Jefe de Campaña a quien el gobierno le quitó los aviones, le cerró los aeropuertos, le trancó carreteras y autopistas, le decomisó las tarimas y hasta intentó quemar el vehículo que se desplazaba… ¡Con él adentro!, pero ni así pudieron evitar que su presencia y apoyo sirviera de santo y seña para la victoria democrática expresada hoy en muchas más alcaldías y muchísimos más concejales que los que la oposición tenía antes del 8D.
Nueva agenda democrática y popular Post 8D
Afortunadamente, el país está lo suficientemente crecido como para entender que es pertinente y que no lo es en esta hora venezolana. Así como en las bases chavistas nadie le “compra” a Maduro que el descalabro del 8D es una “victoria”, en el pueblo opositor hay una claridad inmensamente mayoritaria en que los logros alcanzados deben ser valorados y expandidos, para seguir avanzando en la construcción de una victoria que sólo será completa y sostenible cuando densos sectores que aún se encuentran influenciados por la oferta simbólica y el poder clientelar del oficialismo se sumen al ya mayoritario torrente social que entiende que una vida segura, próspera y libre sólo es posible en una Venezuela con trabajo, educación y democracia.
Para lograr eso es vital asumir y vencer el reto fundamental que los resultados del 8D plantea a la sociedad democrática venezolana: ¡El reto de la pobreza! En efecto, las alcaldías que ahora tienen mandatarios demócratas concentran casi el 65% de la población venezolana. Las grandes ciudades (Caracas, Maracaibo, Valencia, Barquisimeto, Maturín, Porlamar, Mérida, ¡Barinas!, San Cristóbal, Valera, entre muchas otras) son también las ciudades de los grandes barrios, el asiento de la pobreza urbana, drama que ahora deben enfrentar los gobiernos municipales de la Alternativa Democrática. Y para competir con el oficialismo allí donde está su menguante base de apoyo social y electoral (en las alcaldías pequeñas, cuya fragilidad económica las hace más dependientes del Petro-Estado, es decir, los espacios que son asiento de la pobreza rural) el discurso y la práctica política de la Alternativa Democrática debe brindar esperanza y camino a nuestros hermanos de la Venezuela profunda, hoy rehenes socio-económicos de un proyecto político totalitario.
Al lado de la gente, contra el falso radicalismo
Así están las cosas: Por un lado, Maduro y su claque tienen como objetivo único sobrevivir en el poder. Por el otro, algunos increíblemente tienen como prioridad disputar candidaturas… ¡para el 2019! Ambos usan un lenguaje estridente, supuestamente “radical”, para ocultar la nula pertinencia social y la cortoplacismo político de sus ambiciones. Afortunadamente, el país democrático tiene un liderazgo responsable, consciente de la necesidad de luchar por y con la gente para vencer al totalitarismo y construir una Venezuela mejor que la que existía antes de 1998 y muchísimo mejor que esta que hoy apenas sobrevivemal finalizar el 2013. ¡Palante!
Radar de los Barrios | Jesús Chuo Torrealba | @chuotorrealba