No importa lo que se venda ni qué encuentre el comprador. Total, con tanta escasez, adquirir un poco de pan mohoso o un cachete de puerco para hacer sopa, ya es un hallazgo
Juan Guerrero
En la Cuba revolucionaria, los parroquianos se malacostumbraron a hacer colas por cualquier cosa. Al punto que es común encontrar a personas haciendo colas sin saber por qué ni tampoco qué encontrarán para comprar.
No importa lo que se venda ni qué encuentre el comprador. Total, con tanta escasez adquirir un poco de pan mohoso o un cachete de puerto para hacer sopa, ya es un hallazgo.
Pero en la Venezuela bonita y de la felicidad el aprendizaje impuesto por el régimen marginal ha conseguido encerrar a gran parte de la población, especialmente de los sectores más necesitados, en una permanente cola.
En los bancos, mercados, supermercados, instituciones del Estado y pare usted de contar. Las colas forman parte del paisaje marginal en esta Venezuela afantasmada y absurdamente revolucionaria que degrada la condición humana del ciudadano y lo condena a ser pedigüeño del régimen.
Y entre los absurdos están los paros que vienen “avisaos”. Comenzando con las llamadas “Hora 0” de los transportistas, muchos de ellos rodando por las calles y avenidas de este país tragicómico, manejando sus “perreras” entre Puerto Ordaz-San Félix, o los “rápiditos” de Barquisimeto-San Felipe, o las “chirrincheras” en Maracaibo.
Todas destartaladas y peligrosamente en riesgo de accidentes.
Absurdos y legítimos paros de bomberos por falta de agua o de policías por la inseguridad. Paro de médicos y enfermeras, maestros y profesores conforman el panorama de un país moralmente arruinado.
Pero si esto no es suficiente las marchas y manifestaciones terminan de darle color oscuro a esta sociedad que no termina de asombrarnos.
En Venezuela no hay tiempo para el aburrimiento. Todos los días hay una protesta, una tranca de calle o avenida.
Los reclamos ya no tienen descanso. Entre semana, días feriados, de noche, al amanecer o a pleno mediodía, el venezolano levanta barricadas y alza su voz para que le escuchen.
El régimen marginal e inepto ya no tiene excusas, explicaciones ni palabras para dar soluciones. Dudo que en otra sociedad se estén realizando tantos actos colectivos reclamando derechos básicos, como aquellos que tienen que ver con la vida, la dignidad humana, la salud, la educación o la inseguridad.
En venezolano de estos tiempos se malacostumbró a hacer colas pero también se acostumbró a levantarle la voz al Estado y régimen marginal, corrupto e inepto, y no habrá fuerza capaz de silenciar ese reclamo.
(*) / @camilodeasis
camilodeasis@hotmail.com