Para el gobierno el diálogo es eso que los militares llaman “una distracción”. Para los demócratas es una oportunidad de acercamiento con ese sector, minoritario pero importante y respetable, que es el pueblo chavista.
Así como no se necesita ser militar para ser militarista, también es posible ser chavista sin haber votado nunca por Chávez. En efecto, el “chavismo” es mucho más que una traicionada esperanza de redención social, más que el aprovechamiento político del resentimiento social, más que una maquinaria electoral recostada al poder del Petro-Estado; es más que una red de testaferros, comisionistas y “cuanto-hay-paeso”, y es mucho más que una burocracia ineficiente, corrupta y presupuestívora: El chavismo también es una cultura política.
Entre las claves de identidad de la cultura política chavista está el sectarismo, esto es, la certeza de que para controlar al país hay que dividirlo, y que para perpetuar el dominio sobre la parte no chavista del pueblo ésta debe ser ignorada, estigmatizada, silenciada, perseguida, criminalizada. Para el sectarismo oficialista el pueblo opositor no es pueblo: es “escuálido”, “apátrida” o, más recientemente, “parásito”. Para los provisionales dueños del poder quien no comulga con su credo no es un compatriota con ideas diferentes, sino un “enemigo interno”. Y con el enemigo no se dialoga. Se puede dialogar con el adversario, pero al enemigo se le combate, se le derrota…
“CHAVISMO INVOLUNTARIO”
Esa terrible visión del mundo es la que sin darse cuenta asumen algunos opositores que, argumentando la presunta condición no democrática de todo el chavismo (como si el chavismo fuera una totalidad homogénea…), esgrimen a su vez posturas que tampoco son democráticas, como el rechazo a la mera posibilidad de diálogo con quienes aún representan a un sector minoritario pero muy importante de la sociedad. Quienes desde posturas opositoras rechazan el diálogo porque cuestionan la “sinceridad” del gobierno olvidan que el diálogo es el mejor instrumento para poner al descubierto inconsistencias, mentiras y agendas ocultas; Quienes desde posturas opositoras rechazan toda posibilidad de diálogo con el gobierno argumentando diferencias de principios (“con represores no se dialoga”… “con corruptos no se dialoga”…”con comunistas no se dialoga”… etc.) olvidan que para los demócratas el diálogo con los que piensan similar a nosotros es bueno, pero con los que piensan distinto a nosotros es indispensable; Finalmente, quienes desde posturas opositoras rechazan toda posibilidad de diálogo con el gobierno porque el oficialismo “nos va a manipular”, simplemente expresan un profundo problema de autoestima…
EL BARRIO Y LA VERSION OFICIALISTA DEL “DIÁLOGO”
Dejando sentada así nuestra visión crítica hacia ambos extremos del polarizado espectro político venezolano, pasamos a formular algunos alertas y sugerencias nacidas de nuestro ejercicio diario como activistas comunitarios, de lo que pasa en procesos de “diálogo” entre gobierno y comunidad en barrios populares de todo el país. Lo primero que podemos destacar desde esta experiencia es que para el gobierno el “diálogo” surge como opción sólo cuando es inevitable. Sólo cuando pierden la mayoría en la organización comunitaria, y cuando la protesta social pone en pública evidencia la ineptitud oficial, es cuando los burócratas aparecen en el barrio, convocando a “mesas de diálogo” para abordar las causas de la protesta. Dicho de otra manera, para el oficialismo invocar al diálogo suele ser una estrategia “defensiva”, no parte de “ofensiva” alguna. Tener eso en cuenta puede ayudar a colocar en perspectiva adecuada lo ocurrido en Miraflores en días pasados.
Lo segundo a destacar es que para la comunidad el diálogo no es un fin en sí mismo aunque el gobierno suele empeñarse en presentarlo así. En muchísimas ocasiones, ante el reclamo por la poca productividad del diálogo mediatizado, los burócratas suelen responder diciendo “pero al menos estamos aquí. ¿Cuándo se había visto antes a un Presidente dando la cara así ante el pueblo, reuniéndose aquí en el barrio”, como si hacer su trabajo fuera una gracia a aplaudir y no obligación a cumplir. Dicho de otra forma, el diálogo es para el pueblo un mecanismo para construir soluciones, y para los burócratas suele ser una excusa para ganar tiempo y desgastar expectativas. Tener eso en cuenta puede ser clave para que los representantes de la Alternativa Democrática adopten un enfoque centrado en resultados en el proceso de diálogo que –se supone- debería desprenderse de la reunión entre el Poder Ejecutivo y los alcaldes y gobernadores demócratas.
¿DIALOGANTES? ¡SI! ¿ASERTIVOS? ¡TAMBIÉN!
Somos optimistas frente al diálogo como expresión de la cultura democrática, y como proceso que hará evidente -sobre todo a los sectores decepcionados del pueblo chavista- el origen real de los problemas que enfrenta el país y la pertinencia de las soluciones que propone la Alternativa Democrática. Al mismo tiempo decimos con claridad que no lo somos frente a la intencionalidad del gobierno en el uso del diálogo: Toda la estrategia oficial (desde la creación de las REDI y los gobiernos paralelos hasta la imposición del inconstitucional Registro de Organizaciones Sindicales; desde la Resolución 058 que coloca la gestión escolar en manos de los llamados Consejos Escolares hasta la brutal criminalización de los gremios empresariales de la industria y el comercio…) está montada sobre la lógica de la confrontación. En ese contexto, el llamado a “diálogo” no parece parte real de la receta oficialista, sino eso que los estrategas militares llaman una “distracción”: Fingir un ataque en un lado, para atacar realmente por otro.
PODER DE CAMBIO, EL CAMBIO DEL PODER
Hay que recordar también que esa lógica y estrategia confrontacional tienen un carácter DEFENSIVO por parte de una cúpula que elección tras elección, día tras día, ve como se hace trizas su antigua mayoría. Atención: el poderío oficialista ha sufrido mucho más que una reducción en su número. En realidad ha sufrido una alteración en su naturaleza. En tiempos del Chávez triunfante (1998-2006) la esencia del poderío oficialista era su hegemonía en la calle, la esperanza popular de que se alimentaba; de 2007 en adelante el poder oficialista se ha fundamentado de manera creciente en la manipulación de las instituciones, en las trampas jurídico-políticas que le permiten mantener el control de la vida social sin tener ya ni el fervor ni el favor de las mayorías. Ese proceso de deterioro, perceptible aun estando Chávez con vida, ahora es más evidente porque es más agudo.
Ese es el adversario que intentará convertir al diálogo en circo, mientras nuestro deber es utilizar ese diálogo como oportunidad para seguir promoviendo el acercamiento del pueblo opositor al pueblo oficialista, para seguir despolarizando al país en lo social y cultural, para seguir construyendo conciencia y músculo democrático en esos espacios populares en los que antes sólo estaba presente la acción social del Estado transformada en sectaria herramienta de manipulación partidista. Ese es el reto. Sigamos avanzando. Sigamos sembrando para poder cosechar. ¡Palante!
Radar de los barrios | Chuo Torrealba | @chuotorrealba