Una nueva lesión ha colocado a Kobe Bryant en la mirada del deporte mundial, mientras algunos piensan que ya está cerca del retiro
Gonzalo Aguirregomezcorta
espndeportes.com
La lesión más reciente de Kobe Bryant ha provocado tantas sensaciones y tan desperdigadas que el asunto se ha convertido en un tema de repercusión mundial. Los portales de noticias más importantes del planeta incluyen la información y las redes sociales echan humo con mensajes de apoyo y consignas pesimistas que fluctúan a un ritmo trepidante.
La confirmación cayó como un jarro de agua fría. Empapó a Mike D’Antoni y a su cuerpo técnico, incluido el médico, Gary Vitti, que se echó las manos a la cabeza de una manera literal; a los jugadores; a la gerencia; al gabinete de prensa; a los periodistas, a los fans… El shock fue inevitable y el agua de una mañana lluviosa, tan cualquiera como escasa en Los Ángeles, acabó por calar el globo terráqueo.
Por supuesto, todos sabemos quién se mojó de verdad.
Kobe es el único capacitado para conocer el tesón combativo que sacó en 240 días de arduo trabajo de recuperación con 35 años de edad y 45 mil 567 minutos de juego en sus piernas (el segundo en activo tras Kevin Garnett). Sólo él vivió en sus carnes la satisfacción de reaparecer en seis juegos, donde contribuyó discutiblemente, vitales para optar al objetivo de ser el de antes, el de siempre; el que se levantó tras romperse el tendón de Aquiles y el que volvió a hacerlo tras fracturarse la zona superior de la tibia con su afán de ayuda intacto a la hora de vencer a Memphis Grizzlies hace pocos días.
Sólo él conoce lo que se siente al renovar por un periodo de dos años y a un precio de 48.5 millones de dólares.
Y las ideas se sucederán incesantemente en su cabeza. En ocasiones saldrá el Kobe incrédulo, el envuelto en un mar de dudas; en otras el intumbable, el compañero de equipo consciente de que deja al navío con una fuga de bases naturales (Steve Nash, Steve Blake y Jordan Farmar); el competidor que busca superar a Michael Jordan en número de puntos históricos (tendría que anotar 593 para cambiar la quinta por la cuarta plaza) y de anillos (necesitaría uno para alcanzar los cinco del ex de Chicago Bulls); el padre; el esposo; el hijo; el luchador incesante; el realista, el inconsciente, el pragmático, el ícono… el deportista que sale de un infortunio en vías de superación para caer en otro todavía impredecible.
¿Cuál de estas ideas primará en su cabeza? ¿Qué rol de su interminable espectro tendrá más presente Kobe? ¿Por dónde se mueve su raciocinio, su pensamiento, su consciente y subconsciente?
El Kobe que vemos
Ya conocemos lo que expresan sus tecleos.
«#BrokenNotBeaten», traducido a «RotoNoVencido», tal y como escribió en Twitter durante la tarde del jueves, unos minutos antes de agradecer el aliento de los que vibran por su causa.
«Gracias a mis hermanos de la NBA por vuestro amor y apoyo», añadió.
Eso es lo que vemos, e incluso muy pronto escucharemos qué expresan sus palabras, pero realmente ¿dónde se habrá clavado el aguijón de la conciencia de Kobe?
Los seis encuentros que ha jugado (2-4) se han esfumado de golpe. Ya no importa que con Kobe en la duela los Lakers recibieran esta temporada 105.5 ppj y anotaran 97.2 ppj frente a los 102.8 ppj en contra y 101.3 ppj convertidos sin él en la cancha.
Tampoco que haya registrado un 42.5 por ciento de efectividad que ha propiciado 13.8 ppj en 29.5 mpj; ni que haya anotado 20 o más puntos en tres de las seis citas en las que ha participado y en las que también se ha erigido como el líder en balones perdidos de la liga (34 pérdidas desde el 8 de diciembre, cinco más que DaMarcus Cousins y seis por delante de Russell Westbrook).
Todo eso ya forma parte del pasado y seguramente su consciencia esté tranquila. Pero cuando sus ausencias se traducen en cifras, en verde billete, la cosa cambia.
Los costos
Hasta el momento, Kobe se perdió 17 juegos de temporada, de los que ha cobrado 6.3 millones de dólares. Si el periodo de seis semanas previsto para su regreso después de la fractura en la tibia se cumple, se perdería un total de 23 juegos que suponen 8.5 millones de dólares. Los Lakers estarían pagando 14.8 millones de dólares por 40 partidos no jugados.
Pero no es el dinero lo realmente importante en este contratiempo (sí lo sería si la cosa va a mayores en el futuro), sino que la conciencia de Kobe le mortifique y acabe convenciéndole de que realmente no vale lo que firmó hace menos de un mes. Que Kobe sucumba y le pueda la idea de que el fin está cerca y que cada año que pasa es más difícil recuperarse de las lesiones. Ahí está el problema, en el veneno que podría residir en el aguijón de su conciencia, en la presión que sea capaz de aguantar sobre su espalda o la que pueda capear en un ejercicio de control mental absoluto.
Y si no que le pregunten a Nash cómo es eso de tardar en salir del pozo con 40 años de edad, o a Derrick Rose cómo es la vuelta tras una doble lesión con 10 años de edad menos que Bryant.
El ejercicio mental será complicado por mucho que estemos ante un superhombre del deporte. Kobe es Kobe y no se puede dudar de su capacidad de empuje y su fortaleza mental, de que pondrá todo lo que está en sus manos para regresar al cien por cien y reencontrarse con su ritmo.
Pero tampoco olvidemos que hasta los gigantes caen poco a poco, golpe a golpe. El tiempo pasa para todos, aunque duela.
Kobe seguirá poniendo la otra mejilla hasta que el aguijón de su conciencia le inyecte una realidad definitiva, un momento que, inevitablemente, cada vez está más cerca.