Más de quinientos años más tarde, el pianista polaco Slawomir Zubrzycki, quien disfruta construyendo instrumentos además de ser un apasionado de la música más clásica, la sacó del olvido
Sus teclas negro y marfil son las de un piano, pero al ser ejecutado por un músico vibra y suena como un violonchelo: se trata de la «viola organista», un diseño del genial Leonardo da Vinci.
Hacia fines del siglo XV, el autor de la célebre Gioconda, quizás el mayor talento del Renacimiento por su eclecticismo, inventó su «viola organista», un extraño instrumento con aspecto de piano que combina el teclado con el arco para cuerdas.
Más de quinientos años más tarde, el pianista polaco Slawomir Zubrzycki, quien disfruta construyendo instrumentos además de ser un apasionado de la música más clásica, la sacó del olvido.
«Leonardo da Vinci inventó su instrumento entre 1470 y 1480», explicó este afable cincuentón en ocasión de un primer concierto de la «viola organista» en la Academia de música de Cracovia (sur).
Para construirla, Zubrzycki se basó en los dibujos que el genio florentino dejó en su Códice Atlántico. Esta obra de doce volúmenes contiene sus inventos y descubrimientos científicos y es un auténtico manual de tecnología, que se conserva en la Biblioteca Ambrosiana de Milán, Italia.
«La ‘viola organista’ tiene características de tres instrumentos, del clavecín, del órgano y de la viola de gamba», añade.
Bajo la tapa abierta en ángulo de 45 grados se puede ver un conjunto de 61 cuerdas metálicas y un sistema de ruedas y engranajes de lo que, sin lugar a dudas, es una obra maestra de la tecnología para su época.
Cada una de las cuerdas está ligada a una de las teclas, las negras para sostenidos y bemoles, como en un piano.
A diferencia de este último, este instrumento no tiene martillos sino cuatro ruedas con crin de caballo enrollada, un material que tradicionalmente era utilizado en la fabricación de los arcos para instrumentos de cuerda.
Con la ayuda de un pedal, el músico ejecutante las hace girar, a través de una manivela interpuesta.
Cuando éste presiona una tecla, una de las cuerdas es frotada por una de las ruedas. Así, el «arco», al contacto con el metal de la cuerda, emite sonidos muy variados, vibraciones que recuerdan a un violonchelo, a un órgano o, inclusive, a un acordeón.
Da Vinci nunca pudo escuchar su sonido, puesto que por razones desconocidas no lo hizo construir, subraya Zubrzycki.
«Es difícil de imaginar qué habría pensado, pero espero que le gustase lo que yo hice», agrega.
Para su realización, el músico dedicó durante tres años de su vida por lo menos 5.000 horas de trabajo, y su costo fue de 30.000 zlotys (unos 7.174 euros).
El museo de instrumentos de música de Bruselas (MIM) posee un instrumento de este tipo construido hacia 1625 en España por Raimundo Truchado, que según Pascalle Vandervellen, un especialista de este museo, es «el único instrumento conservado enteramente» en el mundo.
Éste es posterior al «Geigenwerk», construido en 1575 por el organista alemán Hans Hayden, de Núremberg.
Sólo una década atrás, el japonés Aiko Obuchi construyó un instrumento parecido pero mucho más pequeño.
La piel de gallina
Durante su primer concierto de «viola organista», la sala de la prestigiosa Academia de música de Cracovia estaba llena.
Gabor Farkas, un renombrado pianista húngaro, y profesor de la Academia de música de Budapest, quedó maravillado.
«Es un instrumento con teclado, pero uno tiene la impresión de que alguien lo ejecuta con un arco, como si fuera un violín o un violonchelo. Emite un sonido muy dulce, cálido, como de terciopelo, muy bello», subraya.
«Cuando se presiona una tecla de un piano, la nota desaparece casi enseguida. Con este instrumento se puede lograr un ‘crescendo’. Algo con lo que sueñan todos los pianistas», destaca maravillada Marian Sobula, reputada pianista, precisamente, y directora de un festival de música en Cracovia, quien quedó por completo fascinada con las posibilidades del instrumento de Leonardo.
«Me enamoré inmediatamente. Es algo con lo que soñamos todos los pianistas. Se puede prolongar el sonido casi indefinidamente. Se cuenta con la posibilidad del ‘vibrato’, algo imposible de lograr en un piano contemporáneo. Muchos dicen que este instrumento pone la piel de gallina», apostilla.
Mary Sibierski / AFP